Aunque mis dedos danzaron en lugares de la pista donde no debieron bailar, la melodía que resultó no fue perfecta, pero tampoco estuvo mal. Al parecer me desempeñaba mejor tocando bajo presión.
Levanté la mirada para ver a mi espectador. De inmediato pude identificarle, era mi nueva vecina. Mi mirada se devolvió como un boomerang...
—¡Hola! —dijo la chica.
—¡Hola! —devolví el saludo.
—¿Cuál es esa canción que tocabas? —preguntó ella con un poco de intriga.
—Yesterday, de The Beatles —respondí.
—¡Tocas muy bien! —dijo ella.
—¡Gracias! —dije, quise preguntarle si tal vez ella tenía problemas auditivos, porque no tengo ni idea qué escuchó.
Sin antes preguntar, se sentó junto a mí.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella.
—Breiner Dalf —respondí.
De inmediato devolví la pregunta:
—¿Y tú cómo te llamas?
—Stacy Steventh —respondió.
—Stacy es un nombre muy bello —pensé.
—¿Sabes? Siempre he querido aprender a tocar un instrumento musical —dijo mientras miraba a la distancia.
—¿Y qué te lo impide? —pregunté.
—Mis padres —dijo.
—¿Por qué?
—Mis padres dicen que yo no me tomo nada en serio —su voz sonó triste.
—Si quieres puedes comenzar por la guitarra, yo te puedo enseñar.
—¿De veras? —preguntó muy emocionada.
—¡Claro! —dije sonando muy entusiasta.
«No sé por qué hice eso. En aquel momento yo no sabía manipular la guitarra por completo y había prometido enseñarle a alguien».
Se escuchó que alguien dijo su nombre.
—¿Crees que mañana después de clases puedas enseñarme? —preguntó.
—¡Claro! Cuando quieras.
—Yo vivo en aquella casa de allá, mi familia y yo nos mudamos aquí hace un par de semanas —dijo señalando con el dedo.
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Sentimientos entre tinta y papel.
RomansaSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...