Stacy era una chica llena de vida. Cuando por sus ojos se pasaron los juegos del parque (que supongo eran para niños), de inmediato se subió en uno de ellos, fui tras ella para asegurarme que no le ocurriera nada, como era de esperarse, se lastimó. Stacy se subió en una barra, hizo una maniobra y resbaló. Me acerqué rápidamente para ayudarla a levantarse:
—¿Estás bien? —pregunté preocupado, pero sabía que ella estaba bien.
—¡Sí!
—¡Vámonos a casa! —dije.
Habíamos perdido el autobús que cubría nuestra ruta. Esperamos sentados en una banca bajo un joven árbol de almendro junto a la parada del autobús. Interrumpí el silencio para decir:
—Tengo algo que quiero mostrarte —dije emocionado.
—¿Qué? —Stacy no mostró mucho interés.
—Una canción que compuse —dije.
Stacy apoyó su brazo en mi hombro, lentamente giró su cabeza hacia mí, sonrió y dijo:
—¿Hiciste una canción? —preguntó muy intrigada.
—¡Sí! —respondí.
—¿Y cantaras? —su intriga aumentó.
—¡Sí!
—¡No puedo esperar a que cantes! —sonó muy emocionada.
—¡Pero no te vayas a reír! —dije entre risas.
—¡Claro que no! —Stacy trató de ocultar una pequeña carcajada.
Finalmente, el autobús de nuestra ruta llegó. De camino a casa pregunté a Stacy:
—¿Y cuándo llegaste?
—Hoy —respondió sonriente como diciendo: «me encanta estar de vuelta».
—¿Por qué no te he visto cuando llegaste?
—Tuvimos un pequeño problema —dijo.
No pregunté cuál había sido el problema que habían tenido, pero igual ella me lo dijo:
—Pensábamos llegar la semana pasada, pero el automóvil de papá se averió el día que teníamos pensado viajar, así que tuvimos que esperar a que lo repararan y eso solo ocurrió hasta el domingo en la tarde. Llegamos por la madrugada, pensé en ir a saludarte, pero de seguro aún dormías —dijo.
El autobús se detuvo. Habíamos llegado hasta nuestro destino, Stacy me dio un beso en la mejilla para despedirse.
—Te veo en el atardecer para que me muestres la canción que has hecho —dijo.
No sé en qué momento nuestro saludo había tomado la forma de un beso en la mejilla. No faltaba mucho para el atardecer. Stacy debió decir: «te veo en tres horas».
Durante esas tres horas en las que debí hacer mis tareas de la escuela, practiqué la canción que había hecho para Stacy. Aunque no era necesario practicar la melodía, ni entonar mis cuerdas vocales. Era imposible que olvidara una parte de mí.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, tomé mi guitarra, la puse en mi espalda y salí de mi habitación con rumbo a casa de Stacy. Ella me dijo que vendría a casa, pero yo no podía esperar un segundo más.
Me detuve en la puerta de mi hogar al ver que ella se aproximaba.
—¡Ya estoy lista para escuchar tu canción! —sonó muy emocionada.
—Y yo estoy listo para cantarla —dije.
ESTÁS LEYENDO
Sentimientos entre tinta y papel.
RomanceSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...