Aprendiendo a armar unCorazón desde cero
Un nuevo día en el aula ciento doce. Ya estaba harto de todo eso. Durante las clases fantaseaba con escapar de esa maldita aula e irme a vivir la vida. Por fortuna aquel era mi último año en la escuela.
«Terminar mis estudios secundarios no era algo que me fuese a librar de los libros. Hoy voy viajando con destino a mi próximo lugar de estudios».Mis compañeros pensarían que yo era quien más disfrutaba estar allí, yo solo cumplía lo que debía hacer.
La mayor parte del tiempo solía hablar en completo soliloquio, otras muy pocas con mis compañeros o David. Las conversaciones conmigo no se mantenían por mucho tiempo, en clases yo solo hablaba de ciencias y otras cosas relacionadas con la escuela. Es obvio y no hace falta que yo lo diga, esas cosas son aburridas.
Si te soy sincero yo lo hacía porque quería estar solo.
Cuando de la nada me encontraba involucrado en una conversación, practicaba mi magia; hablar de temas aburridos y ser invisible para los demás.
Ya que eran las primeras semanas de clases del año, todavía continuaban llegando nuevos estudiantes. El tono de la campana electrónica retumbó indicando que apenas iniciaban diez horas de clases (claro que si prefieres llamarlas «diez horas de encierro» también es correcto). El profesor de la dirección escolar entró al aula para presentar una nueva estudiante:
—¡Buenos días clase! En el día de hoy les presentaré una nueva estudiante, su nombre es Sophia Robalino, Espero que la hagan sentir bien —yo tenía la cabeza apoyada en la mesa, por lo que solo escuché lo que decía el profesor de la dirección escolar.
Levanté la mirada para conocer a la nueva estudiante, quise mirar a Sophia Robalino, pero en realidad miré directo a mis demonios.
Sophia; una chica adolescente de aspecto de diecisiete años de edad, cabello castaño, tez blanca como la nieve, labios rojos, de baja estatura y ojos de color cafés claros.
«¿Stacy?» Murmuré.
En aquel instante no sé qué me ocurrió. No pude pensar con claridad.En los días posteriores continuaron llegando más estudiantes, recuerdo bien la llegada de Alina Zaldívar; una chica rubia, muy alegre. Ella se convirtió en el alma de la clase, se reía por todo.«No sé por qué hay estudiantes que asisten a la escuela dos semanas tarde».Cierto día estaba holgazaneando en las escaleras de la escuela con David.
—¿Recuerdas a esta chica, Sophia? —pregunté.
—¿La chica nueva?
—Sí.
—Me recuerda a Stacy —sonreí al pronunciar su nombre.
—¿Quién es Stacy? —preguntó David.
—¡Nadie! —dije sonriendo por un motivo que solo yo sabía, luego miré al techo tratando de contener algo.
Todos tuvimos un profesor el cual no fallaba su asistencia a la escuela a pesar de que estuviera enfermo. Para mí ese era el profesor de álgebra.
Un día atípico el profesor de álgebra no asistió a la escuela. Durante la hora de clases que le correspondía a él, todos nos quedamos en el aula esperando al próximo profesor. Aún más extraño fue que la clase ciento doce, estuvo por primera vez en completa calma.Sophia estaba sentada en su lugar. Ella nunca paraba de hablar, siempre tenía compañía. En tan solo un par de semanas ella había hecho muchos amigos (más de los que yo he hecho en toda mi vida). Por primera vez ella estaba sin ninguna compañía. Me acerqué a Sophia.
«Stacy me enseñó que siempre hay que dar el primer paso para que pueda haber un sendero para caminar».
—Hola, —dije sonriendo.
—¡Hola!
Aquí es en donde mis conversaciones terminaban. Ya sabía cuál era su nombre, preguntarlo sería una estupidez.
—¿Cómo te llamas? —por fortuna ella preguntó mi nombre.
—Mi nombre es Breiner Dalf.
— ¡Genial! No te había visto en esta clase —dijo ella.
—Mi nombre es Sophia Robalino—agregó.
Allí estaba yo otra vez, en una situación social. Conocer a alguien se había convertido en algo casi normal para mí.
Aquel «hola» fue el gran detonante para conocer a Sophia.
ESTÁS LEYENDO
Sentimientos entre tinta y papel.
DragosteSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...