Capítulo 15

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Al llegar a casa de Stacy ella me recibió en la puerta. El saludo paulatino no se hizo esperar.


—Pasa, por favor, —Stacy.


Nos sentamos en el sofá ubicado en medio de la sala frente a la Tv. La clase de música inició. La madre de Stacy se acercó a contemplar el espectáculo. Pensé que interrumpiría, pero solo cuando la clase terminó, me preguntó:


—¿Cuánto tiempo llevas tocando?

—No mucho tiempo


—¿Dónde aprendiste a tocar?


—Yo aprendí solo —aunque debía sonar orgulloso no lo hice.


—¿De veras?


—Sí, de esta forma, se desarrolla más la mente al aprender mediante análisis, prueba y error —sí, ese era yo.


—¡Vaya! Eres un niño raro —dijo la madre de Stacy.


Me habían llamado tantas veces de esa forma que ya no sabía si decir gracias, «raro» era algo normal para mí.


—¿Cuándo me regalaras una guitarra? —Stacy le preguntó a su madre.


—Veo que estás algo comprometida con esto, hablaré con tu padre —dijo la mamá de Stacy.


—¡Gracias ma'! —Stacy.


En ese momento la incertidumbre invadió mi cabeza. Fue imposible no preguntar:


—¿Y tu padre? ¿Dónde está? Nunca lo he visto —le pregunté a Stacy.


—Lo sé, yo tampoco lo veo mucho, él sale muy temprano en la mañana a trabajar y regresa muy tarde por la noche —respondió, creí que tal vez utilizaría un tono de voz triste, pero no fue así.


—Entiendo —dije. No había alguien que entendiera esa situación más que yo.


El frío atardecer gris y tétrico se convirtió en una oscura bóveda. Me despedí de Stacy y su madre. Antes de ir a casa, Stacy preguntó:


—¿Volverás mañana?

—¡Claro! Y si no aparezco ve a mi casa, tal vez el sofá me devoró —dije entre risas.


Al salir de casa de Stacy me detuve en el jardín. Apunté la vista a la bóveda celeste en busca de la luz de las estrellas. Desde que el invierno comenzó las estrellas se refugiaron en sus cuevas para protegerse del frío. Desde hacía varias semanas no se podían ver las estrellas, a causa de que el cielo estaba plagado de grises y oscuras nubes.


La vida es tan irónica. El invierno es la estación climática más tétrica del año. El cielo solo llora todo el día, el firmamento se convierte en el lienzo de un pintor lúgubre. Todo parece como sin vida, pálido y melancólico. Pero es esta estación triste la que les da felicidad a las demás. Sin ella las otras no se podrían vestir de flores, no cambiarían la piel, y no crecerían bajo el calor de los rayos solares.


Otro día igual al anterior. Despertar temprano por la mañana para ir a la escuela, contar las horas para salir de la escuela, y al final en una pequeña parte del día ser feliz.


Cuando las clases terminaron me subí en mi skateboard y viajé un par de calles en sentido contrario a mi hogar. Es decir. En dirección a la Escuela Primaria del Norte. Al llegar al lugar me quedé esperando en la misma acera que aquel día. Esperé unos pocos minutos hasta que los estudiantes comenzaron a salir. No sé si Stacy esperaba verme, ya que en el momento que me vio no reaccionó con asombro, pero sí muy feliz. Se acercó corriendo hasta mí y preguntó:


—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo muy feliz.


—¡Solo trataba que no te fueras a casa sola! —dije en la soledad de mi mente.


—Solo pasaba por aquí —dije.


—Mi madre debería de estar aquí ya —dijo Stacy mirando al infinito.


—No veo a tu madre —agregué.


—¡Lo sé! De seguro se ha olvidado de mí —dijo.

—Te puedes ir conmigo, ¿Te quieres subir en mi skateboard?


Stacy me miró, frunció el ceño. Únicamente Sonreí. Era obvio que ella no quería subirse en mi tabla.


—¡Tengo una mejor idea! —Stacy.


Me tomó de la mano y dijo: «caminemos a casa».

Sentimientos entre tinta y papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora