Barrera de cristal
Faltaba poco tiempo para las vacaciones de verano, sería algo extraño que ingresara un nuevo estudiante a la institución.El profesor encargado de la dirección escolar ingresó a nuestra aula y nos presentó a la nueva estudiante de la clase.
Todos los chicos se quedaron contemplando a la nueva estudiante, entre los que me cuento. Sinceramente solo miré a la chica por un reflejo involuntario. Era una chica muy bonita, pero no más que mi novia, no recuerdo muy bien su nombre.
Stacy giró la nuca lentamente capturándome en su mirada. Me miró como nunca antes lo había hecho. Estaba muy enojada, era la primera vez que la veía enojada, me reí al verla furiosa, se veía muy tierna, la amaba más que nunca. En toda la clase no permitió que le dijera una sola palabra. En la hora del descanso me acerqué a ella, me propinó una abofeteada, seguidamente dijo sonando con mucha ponderación:
—¡No me hables! —ordenó.
Quise seguir insistiendo, pero decidí darle espacio. Había descubierto un lado de Stacy que no conocía. Ese mismo día cuando las clases terminaron, ella salió con mucha prisa y subió al autobús escolar. Yo iba persiguiéndola mientras pronunciaba su nombre en voz alta. Se acercó con prisa al conductor del autobús escolar y le ordenó cerrar las puertas. El conductor respondió:
—Lo siento señorita, no puedo hacer eso. Aún faltan algunos estudiantes.
Subí con prisa al autobús, me acerqué adonde estaba ella:
—¡Hola! —saludé con recelo. Stacy no dijo nada.
—¿Puedo sentarme contigo? —pregunté. Stacy no respondió nada, tomé su silencio como un ¡No!
Con esa carita y esos ojitos sus amenazas no podían ser tomadas con seriedad. Pero mejor me senté en un asiento detrás de ella. En todo el recorrido traté de llamar su atención sin ser asesinado:
—¡Stacy! ¡Amor! ¡Stacy! ¡Mi vida! ¡Stacy! —susurré en coro.
Stacy se dio vuelta, me miró por encima de su asiento y dijo:
—¿Podrías callarte? —sonó muy enojada.
—Sí, ¡lo que tú digas! —obedecí.
Aunque ella había tomado una aptitud de exasperación, no podía evitar verla con ternura. Era algo graciosa y atemorizante a la vez.
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Sentimientos entre tinta y papel.
RomanceSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...