Capitulo 18

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Me sentía acalorada, asfixiada, tenía ganas de levantarme pero simplemente no podía. Quise mover mi mano pero esta no respondía la orden de mi cerebro, al igual que todo mi cuerpo.

Quise hacharme a llorar sin más, no podía moverme, y eso asusta, ¿Había muerto? ¿Sería eso posible? Una brisa fría recorrió mi cuerpo, ¿estaba en el jardín? Eso no es posible. El olor a flores llegó a mis fosas nasales, confirmándome que realmente si estaba en un jardín y las leves púas que colicionan con mi espalda no son más que césped.

Me asuste e intente gritar, cuando sentí una mano colocarse en mi mejilla, estaba tan fría que salir espantada si hubiera podido hacerlo quedaría corto. Está se movió por mi mejilla unas cuantas veces para luego solo alejarse, que se alejara no me hacía sentir tranquila, de hecho me daba más miedo, ¿acaso había ido a buscar algo con que matarme?

-¿cómo estás mi niña?- Una dulce voz de escuchó a lo lejos, Yam suave como el canto de un pájaro, pero eso no dejó de lado el estremecimiento que me enbargo solo con escucharla. -Solo respira y cierra tus ojitos, necesitas despertar.

Volví a sentir esas frías y tiesas manos en mi caliente rostro, ya lágrimas salían de mis ojos y me volvía loca por no poder moverme, sentí el aliento de alguien pegado en mi oído, y un grito sordo que me estremeció dijo -¡DESPIERTA!

Grite con todas mis fuerzas.

Mi corazón iba tan rápido que creía que se saldría de mi pecho, hasta el cerebro me palpitaba y ni hablar de cómo temblaba. Rápidamente me incorpore en la cama y lleve mis manos a la cara, gruesas lágrimas bajaban por estas, y mi cuerpo se sentía al borde de una convulsión, ¿Que pasó? Estaba acostada en mi cama, todo estaba en penumbras y mi corazón empezó a acelerarse más por el miedo a la oscuridad, necesitaba luz rápidamente, pero no quería tocar el suelo justo ahi.

Cómo si Dios escuchara mis plegarias, las puertas de mi habitación se abrieron dejando ver un gran cuerpo al contrapaso de la Luz.

-¿Que pasó?- reconocí la voz al instante, pertenecía a Jared.

Empecé a hiperventilar y a llorar mucho más fuerte, me sentía extraña, como si realmente hubiera muerto, ¿qué pasó? Estaba sintiendo miedo por primera vez en mi vida, y podía testiguar que no sería la última.

Jared a grandes pasos se acercó a mi cama, y sin esperar nada me envolvió entre sus brazos, yo lloré más fuerte al sentirme seguro por fin, él me transmitía seguridad y los ligeros movimientos de sus manos en mi espalda me daban aún más tranquilidad.

-Tranquila nena, todo está bien, no pasó nada malo -Me susurraba al oído cada cierto tiempo.

Me abrace fuertemente a su pecho para darme estabilidad, lo cual necesito justo ahora.

Luchaba contra el sueño, ya hace unos minutos pude calmarme y aliviar mi miedo, y aunque estoy adormilada y contrariada simplemente tengo miedo de cerrar los ojos y que vuelva a pasar, no quiero sentir la desesperación que sentí en esos momentos, fue sumamente horroroso.

-Duerme nena, yo voy a estar aquí. -Se escuchó la voz de Jared cerca de mi oído.

-No quiero, quiero estar despierta.

-Pero no es necesario, cuéntame qué pasó, ¿por que gritaste? Me asustaste mucho, pensé que algo había pasado.

Dude contarle, pero sus palabras me conmovieron y me hicieron sollozar, le conté sobre mi pesadilla y el miedo que sentí al despertar, como no podía moverme y el pánico que eso me generó.

-Juró que velaré tus sueños, y que no dejare que las pesadillas te atormenten.

-No puedes hacer eso Jared, los sueños no se controlan.

-Yo los controlaré por ti preciosa. -Llevo una mano a mi mejilla a la acaricio, luego me sorprendió cuando me dio un fugaz beso en los labios.

No quise preguntar a qué había venido eso, así que me hice totalmente la loca y solo pregunté por los demás.

-Tuvieron que salir de urgencia a Italia, aquel hombre que viste cariño era muy peligroso.

Ahí mis circuitos conectaron y rápidamente me volví a él. -¿Cómo está? Lo vi tan maltratado que no dude en ayudarlo.

-Eso fue el error. -Lo dijo más para sí mismo que para ambos. -Tú comprendes este mundo mejor que nadie Amber, sabía s que no debías ayudarlo bajo ninguna circunstancia, si estaba allí era por algo.

Me sentí como una niña regañada, así que solo baje la cabeza y asentí. Es que él tenía razón, yo sabía que no debía ayudarlo y de igual forma lo hice, si él estaba aquí y de esa forma es porque hizo algo malo y debía pagarlo.

Las horas se fueron volando y nosotros no paramos de hablar en ningún momento, y sin previo aviso caí en los brazos de morfeo, o más bien, me quede rendida en los brazos de mi Dios Jared.

Cuatro tontos en mis manos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora