Últimamente mi índice del terror está muy bajo, mis días empiezan con la palabra "miedo" y terminan con "Horror" estoy segura que en cuanto no me calme, sufriré un infarto. Con tantos sustos en el mismo mes, no creo que llegue para final de año.
Antes cuando pasaban cosas cómo estás, no les tomaba mucha importancia, aparte de que la última vez que estuve en medio de esta situación tenía 6 años y iba en los brazos de mi abuelo, lejos de lo que realmente pasaba, y que aquellos ruidos no eran de juegos artificiales, si no de detonadores que son disparados contra a ti, que buscan matarte o herirte. Siempre me he arrepentido de algo durante estos años, y siempre fue él no aprender más. El no intentar saber utilizar un arma para así poder defenderme, creo que el mayor error de mi padre, fue intentar mantenerme alejada de un mundo que ya estaba encima de mi. En el esfuerzo por protegerme solo me volvió débil y arraigada, una damisela en apuros que siempre necesitará de algún caballero de brillante armadura (o de un idiota como Ian).
Me sujetaba fuerte a su pecho, mientras estábamos en una esquina del closet, los disparos cada vez eran más y más fuerte, puedo decir que aún no llegaban a este piso, pero por lo qué Ian murmuraba por su walkie talkie, las cosas iban peor y cada vez herían más a nuestros hombres. Él debía salir, yo lo sabía y él también. Pero por alguna razón, él no me dejaba, sabía que justo ahora no me encontraba en peligro, y aunque tengo poco aprendizaje en combate y soy inútil defendiéndome, podría quedarme sola hasta que la guerrilla acabara.
-¿¡Rizzo, donde putas estas!? -Se escuchó un grito por el comunicador.
-De... debes ir. -tartamudee, porque él habla no me salía.
-No te dejare- sentenció.
-Rizzo, ven aquí! Nos están masacrando. -volvió a escucharse la voz.
Sus ojos estaban puestos en la puerta, sus labios y frente fruncidos, temía que en algún momento explotara. Sus manos seguían acariciando mi espalda, pegó sus labios a mi frente mientras continuaba mirando a la puerta con enojo.
-Debes ir, yo... yo puedo cuidarme.
-No puedes, y ambos lo sabemos.
Y tenía razón, no podía hacerlo, no cuando los hombres de fuera eran unos putos locos con años bajo entrenamientos para manejar armas, mercenarios con sed de sangre.
-Sono sul bersaglio, Franco, non posso lasciarlo. -Ian hablo por intercomunicador. (Estoy con el blanco franco, no puedo dejarlo), yo hablo italiano, crecí en una familia italiana en donde más de la mitad no hablan otro idioma, tuve que aprenderlo quisiera o no.
-Se raggiungono l'obiettivo ti assicuro che non sarai in grado di difenderlo, vieni qui ed evitalo per noi. -(Si llegan al blanco no podrás defenderlo, así que ven aquí a evitarlo).
Sus labios volvieron a pegarse a mi frente, pero esta vez me rodeo fuertemente por los hombros, dando besos en mi cara.
-No salgas de aquí a menos que sea necesario. Escúchame Amber, es importante que lo hagas. -Lleva una de sus manos a mi mejilla derecha para acunarla en ella. -Mantén está arma siempre apuntando a la puerta Am, nunca la bajes. Quiero que te quedes aquí y no salgas por nada, no importa lo que escuches o lo que no escuches, estas personas no dudarán en ponerte un tiro en la cabeza.
Asentí frenéticamente mientras lágrimas salían de mis ojos. Ian me arrullo por lo que parecieron horas (realmente fueron segundos), y me dio un corto beso, que llevo cosquillas por todo mi cuerpo. Por primera vez en mi vida tenía que empujar un arma y posiblemente dispararle a alguien.
Estar aterrada le quedaba corto a lo que sentía, pero estaba más aterrada cuando Ian abrió la puerta para salir -Cierra con seguro y no le abras a nadie.
Yo solo podía asentir, hice lo que me pidió. Me acurruqué en la esquina oscura del closet sin dejar de apuntar a la puerta, por si está de abría.
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Cuatro tontos en mis manos ©
AçãoAmber Giordano no es la típica chica, y nunca lo será. Con cuatro asesinos a su disposición, ella hará de tu vida un infierno. ------------------------------------------- Amber es muy normal dentro de l...