Cuando regreso a mi habitación ya estaba allí dentro mi compañero, claramente más cabreado que nunca pero esta vez con razón.—Ni una palabra de esto, prometo que me haré cargo.
—No estás haciendo una mierda —espeta—. Tenemos una misión con Joel y tú lo único que haces es darle motivos para que esté lejos, ¿acaso eres tonta o qué?
—Vuestro plan era una mierda, si me acostaba con él perdería pronto el interés, así sois los hombres. En cambio, de esta forma él estará más interesado en mí, se siente culpable por todos los sucesos y no se detendrá hasta que yo le diga que las cosas están bien. No quiere deberle nada a nadie y a mí ya me debe unas cuantas cosas.
—Tienes que informar a Sebastián de esto.
—Puedes hacerlo tú, yo voy a deshacerme de mi teléfono porque llegará un punto en el que será peligroso.
—¿Que tienes pensado hacer?
—Déjame esto a mi... Sé lo que hago.
Mentira. La verdad es que estaba improvisando un poco... Un poco bastante, me atrevería a decir para mí misma pero jamás en voz alta.
—Llama a Sebastián, hazlo, que no se olvide que es tu jefe después de todo... Independiente de lo que haya pasado entre vosotros, no dejes que eso afecte a la misión, porque te estás poniendo en riesgo. Actúa con sensatez.
¿Qué?
¿Él sabía de lo mío con Sebastián? ¿O qué quiso decir con "lo que haya pasado entre vosotros"?
Estoy confusa y sé que él lo puede notar porque es rápido en aclarármelo.
—Sebastián presumía de estar tirándose a la mejor agente infiltrada, siento que tengas que enterarte de esta forma. Él puede ser muy bueno en todo lo que quieras, pero a la hora de marcar territorio es un poco misógino, no hace falta que te diga todas las barbaridades que decía... —toma una respiración y me mira con pena—. Al igual que presumía de todo lo demás.
—¿A qué te refieres con todo lo demás...?
—Antía... No voy a seguir dándole cuerda a este tema, no puedes estar de bajón en plena misión, no nos beneficia —pone sus manos en mis hombros y hace que lo mire directamente a los ojos—. Vas a llamarlo, comentarle tus jugadas y ponerlo al tanto, trabajamos para ellos y lo mínimo que debemos hacer es mantenerlos informados. Olvídate de las relaciones personales y céntrate en lo profesional.
Tenía razón. Debía de hacerlo, al menos por él, ya que no era la única involucrada en esta dichosa misión.
—Dame tu teléfono, por favor.
Él es rápido en acceder a mi petición y tenderme el móvil en el que solo había dos contactos, el de Sebastián y el mío. Presiono el nombre del primero y dejo escapar un suspiro cuando empiezo a escuchar el tono en mi oído.
—David, dile a esa zorra que me responda a las putas llamadas.
—Esa zorra acaba de llamarte, campeón, así que bájale un tonito a tu cabreo —pido—. Las cosas por aquí han cambiado, pero descuida, aunque no sigamos tu plan está yendo todo de maravilla. Voy a deshacerme de mi teléfono y si considero que hay algo importante que deberías de saber, se lo comunicaré a mi compañero. Soy eficiente en mi trabajo y haré lo que tenga que hacer para que esta misión salga adelante y tenga un exitoso resultado —le doy un minutos para que asimile toda la información que acababa de soltarle—. Las cosas a partir de ahora se harán a mi manera.
Con eso cuelgo la llamada. Se me estaba haciendo costumbre eso de decir lo que quería decir y después colgar sin recibir respuesta, quizá para eso era mejor enviar audios de WhatsApp, salía todo más rentable.
David me mira y su rostro me dice que tiene cientos de cosas para decirme, pero no dice ninguna. Se limita a tomar su teléfono y darme unas breves palabras antes de despedirse e irse de mi habitación.
Yo no hago mucho por el resto del día, solo me torturo a mí misma buscando una idea para remediar un poco todo el caos que había estado sembrando.
Cuando llega la hora de la cena bajo, pues habíamos quedado de vernos en el comedor.
—Señorita Davies —detengo mis pasos al escuchar su voz. No podía ser esto casualidad.
Pongo mi mejor sonrisa, falsa como yo, y me giro para enfrentarlo.
—Thomas Johnson, ¿que hace usted por aquí?
—Puedo hacer exactamente la misma pregunta.
—Iba a cenar, ¿acaso quiere usted acompañarme?
Él sonríe, mostrando sus blancos y bien alineados dientes, podría protagonizar un anuncio de pasta de dientes y le quedaría de puta madre. Hasta yo me compraría la marca y todo.
—Un pajarito me contó de su estancia por aquí y justamente venía a invitarla a cenar, pero no en el comedor sino en algún restaurante de la ciudad.
Aquí hay gato encerrado.
¿Quien iba a contarle de mi estancia allí?
Si solo dos personas sabían que yo me estaba quedando en ese hotel: uno era mi compañero y otro era Joel, y ninguno de los dos tenía pinta de habérselo dicho al hijo del primer ministro.
—¿Quién te lo dijo?
—Eso es irrelevante.
—Para mi no lo es, ¿acaso me espía?
—No, todavía no —dice con diversión—. Pero tengo ojos en todas partes, señorita. Le pago bien a mi gente para que haga su trabajo.
Mis ojos viajan hasta la puerta, en donde veo a Oliver, que nada más verme evita mi mirada.
Tenemos un traidor entre nosotros.
—Es obvio que usted me interesa.
Tú a mi también me interesas, corazón, desconfío más de ti que de Joel.
—¿Y suele espiar a quien le interesa?
—Es la excepción.
—Palabrería barata, Johnson, a mi así no me vas a conseguir —suelto una risita.
Vamos a ver hasta donde son capaces de llegar los hombres.
Vamos, Thomas, coquetea conmigo y deja que yo haga lo mismo contigo.
Vamos, Oliver, observa todo el show y cuéntaselo después a tu jefe, al mismo que traicionas al venderte a otra persona.
Plan C en marcha.

ESTÁS LEYENDO
Acceso al trono
Teen FictionLa sospechosa muerte de la reina Isabel II deja al mundo con muchas dudas y a su nieto Joel con poca experiencia para saltar al trono. Antía Dagger, agente infiltrada del FBI, está en Reino Unido con una misión asignada y el británico para ella sól...