Capítulo 36

54 9 0
                                    


Joel me cuidó durante todo el día, alejándome de los malos pensamientos y creando buenos recuerdos para variar. A nuestros planes se unieron también Sofía y su novio. A ojos de otro podría tratarse una cita doble, quizá también a los míos y a los suyos. No lo sé. En el fondo tampoco tenia la cabeza para pensar en cosas románticas.

—¿Estás más calmada...?

—Puede —susurré, remojando mis labios.

Me observa, de los ojos a los labios para volver a subir a los ojos y acabar de nuevo en los labios.

Soy yo quien se inclina en busca de su boca, queriendo saborearle los labios una vez más. Nunca se sabe cuándo será la última vez que besarás a alguien, por eso hay que vivir cada beso como si fuera el último. Él jadea, llevando una de sus manos a mi espalda baja para pegarme más a su cuerpo. Cortamos el beso para mirarnos y luego volver a perdernos en otro beso.

Así. Como si esto lo fuera todo en el mundo.

Volvemos a sostenernos la mirada. Jugamos a este juego de besarnos y luego detenernos.

Me prueba, me saborea, me derrite.

Y yo hago lo mismo, porque mi cabeza iba a mil por hora y ya tenía formado el siguiente plan en la cabeza. ¿Era arriesgado? Si, claro que si, pero dicen que quién no arriesga no gana... Y a mi no me gustaba perder.

Le miro la boca mientras me estremezco por lo mucho que nos hemos besado y lo mucho que sigo deseando hacerlo. Sé que tengo que contárselo y, sin embargo, intento retrasarlo todo el tiempo del mundo. Porque si iba, quizá no volvería de vuelta, y no estaba dispuesta a dejarlo así sin más. Él no se lo merecía.

Pero no se lo digo, no todavía, dejo que sus besos me hagan perder la noción del tiempo, que sus caricias me lleven a otra dimensión, que sus palabras me hagan sentir sensaciones indescriptibles. Sus labios no se despegaron de mi cuerpo en ningún momento y aún así anhelaba su boca. ¡Qué perdición!

—Te amo, Antía —susurró, moviendo sus caderas al ritmo de sus palabras.

Mis ojos buscaron los suyos entre la oscuridad y cuando se encontraron, supe que me brillaban igual que los suyos. Cariño. Ilusión. Amor. Correspondencia. Algo sincero. Algo de verdad.

—Y yo a ti, Joel —respondí de igual forma.

Y volví a cerrar los ojos, dejándome llevar por las emociones y por el placer, sin saber cual vencería primero. Lo hizo el placer, por supuesto. Lo noté cuando mi espalda se arqueó involuntariamente y de mis labios se escapó un largo gemido que no pude detener. Las manos de Joel se aferraron a mis caderas y después terminó en mi interior, sentí su mirada en mi antes de que se dejara caer a mi lado para así envolverme en sus brazos. Ahora todo sería paz, calma y tranquilidad.

Pero no.

Yo tuve que arruinar eso, alejándome de su cuerpo unos centímetros, obligándolo así a mirarme de nuevo.

—Tengo que ser sincera contigo, no me puedo quedar con las palabras y que mañana todo sea más confuso.

—Quieres ir, es normal —supuso, sonriendo a medias. Era obvio que la idea no le agradaba del todo.

—Su familia merece saber la verdad, ¿no? Yo me merezco saber la verdad —señalé, haciendo un mohín con mis labios—. Y merece justicia, porque esto es de todo menos justo.

—No puedes tomarte la justicia por tu mano, ya sabes que eso podría resultar muy peligroso y no quiero perderte a ti también. Ya has visto de lo que esa gente es capaz.

—No vas a perderme —prometí.

—Ese tipo te odia, métete eso en la cabeza. Ya no solo por ser tu ex, sino por todo lo que pasó en esta misión, tú misma lo has dicho en varias ocasiones y es más que obvio que sigues pensándolo. No te pongas en peligro de nuevo.

—Necesito hacerlo, tengo que hacerlo —me corregí al instante—. No estaré tranquila si no lo hago.

—¿Cuántas veces más vamos tenemos que despedirnos?

Se me parte el alma.

¿Por qué había tenido que decir eso?

¿Por qué me tenía que sentir tan culpable?

No quería más despedidas, claro que no, pero era mejor eso a no poder hacerlo. Dolería más morir y no haber tenido la posibilidad de despedirnos, ¿no?

Nos mantuvimos en silencio hasta que él decidió romperlo, porque ya estaba siendo una situación demasiado dolorosa al menos para mí.

—Si te pasa algo... Joder, Antía, como llegue a pasarte algo no me lo voy a perdonar en la vida —farfulló, tomándome el rostro con ambas manos.

—Joel, escúchame... —pedí, mirándolo directamente a los ojos—. Te prometo que no me pasará nada.

—Pero quieres ir sola, quieres arriesgarlo todo y aún así te despides porque me prometes que no te pasará nada pero en el fondo sí piensas en que no regresarás. Me vuelves loco, Antía. La idea de perderte me enferma y tú te sigues arriesgando... Sé que es egoísta pedírtelo, pero déjalo todo, deja a esos idiotas y céntrate en vivir tu vida como Dios manda, aquí conmigo.

Egoísta era lo que yo estaba haciendo al no pensar en él. Él era todo lo contrario, se preocupaba más por mí que por sí mismo. La cosa no funcionaba así. Al fin y al cabo, si yo estaba en problemas, terminaría arrastrándolo a él conmigo. Por lo tanto, si venían a buscarme a mi para hacerme pagar por mis errores, él también se vería involucrado.

¡Qué difícil era todo, joder!

Y yo solo quería optar por la opción más sensata, terminar con todo de una vez para después vivir con la cabeza tranquila, sin preocuparme por cuando vendrían a matarme.

Porque por el momento, por muy feliz que estuviera siendo, no estaba tranquila al saber que tenía algo pendiente.

—Tú y yo vamos a ser felices, Joel. Tú y yo vamos a tener un futuro como el de los cuentos —susurré, dejando un suave beso en sus labios—. Solo necesito que confíes en mi, tengo que dar esto por terminado.

—Confío en ti, no confío en ellos —susurró.

Y no sé cuantas veces necesitaba oír eso para darme cuenta de cuanta razón tenía.

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora