Capítulo 2

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22:14

Londres

El vestido me pesaba. En la última misión casi que había prescindido de la ropa y aunque se sentía un alivio volver a usarla, estaba detestando aquel largo vestido que Sebastián me había encargado poner. Las cosas como eran, me quedaba divinamente bien, la tela se pegaba a la perfección a mi cuerpo para dejarme lucir aquella figura en la que tanto había trabajado. Porque no todo en este mundo es gratis, muchas cuestan sudor.

—Joel ya está informado de tu asistencia, pero no se veía demasiado interesado en conocerte, quizá ese hijo de puta no es lo que esperábamos —informa David en cuanto llega a mi lado.

—No veo la necesidad de que lo llames hijo de puta, creo que ambos sabemos que él es totalmente ajeno a la supuesta investigación...

—Es nuestro trabajo y vamos a limitarnos a hacerlo sin cuestionar nada, ya sabes que la curiosidad mata y no de forma metafórica —puso su mano en mi hombro y me miró en señal de advertencia—. A partir de ahora sólo nos conocemos de vista, Aisha.

Asiento con la cabeza y le sonrío débilmente al verlo alejarse de nuevo. Me tocaba a mi hacer todo el trabajo sucio, absolutamente todo. Tenía que llamar su atención, engatusarlo, que resultase ser alguien de interés para él, bla bla bla. ¿Por donde podía empezar?

—Señorita Davies, es un gusto conocerla al fin.

¿Quién coño era este señor?

Tengo que regalarle una sonrisa por cortesía y porque no me convenía ser una maleducada con la primera persona que se me dirigía en la noche. Tenía que fingir, meterme por primera vez en la piel de Aisha para que esto saliese bien.

—Lo mismo digo —respondo, sin saber que más decir.

—Me parece que usted todavía no sabe quién soy yo.

—¿Para que mentirle? No tengo ni la más remota idea, pero tampoco quería quedar mal —admito, sonriéndole esta vez con sinceridad.

—Thomas Johnson, hijo de Boris Johnson, seguro que mi padre ya es un nombre conocido para usted.

Me podía servir.

Yo desconfiaba más del gobierno que de la propia familia real en el caso de que la reina fuese asesinada. Los miembros reales podían ser ambiciosos pero no hasta el punto de matar a una de los suyos para quedarse con el poder.

Tiraría de ese hilo, me daba igual echar a perder la investigación.

—Si me permite, no me esperaba que el hijo del primer ministro fuera tan guapo... Vi a Wilfred y Theodore, pero ni en televisión ni en persona son tan guapos como usted —atrapo mi labio inferior con mis dientes y revoloteo mis pestañas, mostrando con malicia mi falsa inocencia.

—Mis hermanos y yo somos completamente diferentes —se ríe entre dientes, pero sus ojos están puestos en mi boca después de ver mi acción—. ¿Me permite un baile o es demasiado formal?

—¿Acaso no le gusta lo formal?

—Claro que no, prefiero un perreito antes que un vals, pero todos hacen sacrificios por una bella dama y no seré yo la excepción —extiende su mano esperando que la acepte pero antes de que pueda hacerlo alguien más se une a la conversación.

Quien menos me lo esperaba...

Se me junta el ganado.

—Buenas noches —la voz del príncipe nos rompe la burbuja en la que estábamos y hace que ambos miremos en su dirección, el hijo del primer ministro retira su mano mientras aprieta los labios, pensando que su oportunidad estaba perdida.

—Buenas noches, Joel, acabas de interrumpir algo importante.

Ni siquiera me sorprende que no haya formalidades entre ambos, seguro que se han criado juntos o llevan conociéndose desde hace bastante tiempo. El círculo social de este era pequeño y podría contar sus amistades con los dedos de mis manos. Conocidos muchos, amigos pocos.

—Ya tendrás tiempo para invitarla a bailar y, puestos a pedir, a salir —indicó serio, clavando su mirada en mí—. Señorita, debe ser usted Aisha Davies, he escuchado hablar mucho de usted.

—Espero que todas cosas buenas —intento bromear, pero a él parece no hacerle ni la más mínima gracia—. ¿No?

—Demasiado buenas, quizá, tanto que me lleva a desconfiar en su perfección.

Me sonrojo. Eso a los hombres siempre se les llamaba la atención y yo había aprendido a hacerlo con el tiempo. Por eso cada vez que recibía un halago dejaba que mis mejillas se tornasen rojas.

—Para mí es un orgulloso escuchar eso, su majestad —digo en voz baja, casi tímida.

Su rostro parece destensarse por unos segundos, su expresión ya no es tan dura como lo era hacía tan sólo unos segundos.

—Joel —dice su propio nombre a modo de aclaración—. Nada de "su majestad", llámeme por mi nombre.

—Joel —repaso su nombre en mis labios mientras doy un ligero asentimiento con la cabeza.

Él mira hacia su costado, viendo que el hijo del primer ministro ya no se encontraba allí, en cuanto vio que iniciábamos una conversación se había largado, pero claro, el príncipe había estado demasiado ocupado mirándome a mi.

—¿Sigue queriendo bailar con él o me podría conceder a mí el siguiente baile?

Lo tenía.

¿Pero para qué quería tenerlo?

Sabía que David (ahora Harry) estaría escuchando la conversación gracias al micro que llevaba escondido, así que tampoco podía saltarme el plan desde el primer día.

—¿Quien soy yo para negarle un baile, alteza?

—Señorita Davies, veo que le gusta jugar, ¿eh?

Me río por reírme y le tomo la mano para llevarlo a bailar. Su tacto es suave y su agarre delicado, es un hombre con clase incluso a la hora de bailar, se notaba en sus pasos que era elegante. Yo, que pocas veces en mi vida había bailado, me estaba sintiendo como en La bella y la bestia.

—Mi especialidad no es el vals.

—¿Hay otro tipo de baile que se le dé mejor?

—Desde luego, pero no es algo que pueda mostrarle aquí delante de toda esta gente.

Sus pupilas se dilatan y su oscura mirada me analiza durante apenas segundos, repasando lo que había dicho y como lo había dicho.

—La gente es lo de menos —sus dedos aprietan ligeramente mi cintura indicándome sus intenciones o, más bien, queriendo saber las mías.

—¿Quiere que me suelte? Va a necesitar algo más para eso.

Su torcida sonrisa me deja en claro que si, efectivamente ya lo tenía interesado en mí.

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora