Capítulo 8

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Cuando quiero tomar su mano alguien me lo impide, no le hacia ninguna gracia que hiciera todo ese numerito para ahora irme con otro.

—Suéltala, Thomas, no quieres que las cosas se pongan feas —advierte Joel.

Este refunfuña, pero sabe que le conviene porque no quiere llamar la atención y no está en posición de llevarle la contraria.

—Vas a acordarte de esto, Pimentel —sisea como rabia.

A mi ni siquiera se dirige, solo me suelta y se da la vuelta para ir hasta su coche. Joel le hace un gesto a Oliver para que lo siga y este no tarda en hacerle caso.

—Tenemos muchas cosas que hablar, lo sé, pero ahora solo quiero que estés bien —me dice, poniendo una de sus manos en mi espalda para guiarme.

—¿A dónde vamos , Joel?

—Vamos al palacio. No es que no seas digna de estar en la casa del primer ministro, es que tú te mereces estar en la del rey. No te conformes con menos.

Dios. Jesucristo bendito. Todos los Santos.

Era difícil que un hombre así te cayera mal, quienes dijeran que lo odiaban era porque no lo conocían bien.

—Joel...

—No tienes que decir nada, Aisha, está todo bien —sonreí de lado cuando me lleva a su coche y me abre la puerta para dejarme pasar.

No estoy borracha, Joel.

No he bebido tanto como aparento.

Sé lo que digo. Sé lo que hago.

Pero voy a seguir mintiendo porque parece ser que esa es mi especialidad.

Entro al coche y dejo que me ponga el cinturón de seguridad. Genial, parecía una niña pequeña en esos momentos. Él no dice nada al respecto, cierra la puerta con cuidado y después entra él.

—¿Tienes frío? —niego con la cabeza, no enciende la calefacción—. ¿Quieres que ponga música?

—Es tu coche —me encojo de hombros con desinterés, pero por dentro moría de ganas por saber cuales eran los gustos musicales de este hombre.

—Vale, la pondré pero con poco volumen para que no te moleste.

Lo hace y la primera canción que reconozco es la de Ed Sheeran junto a Justin Bieber. No me lo esperaba pero me gustaba. Muevo la cabeza al ritmo de esta y es entonces cuando lo escucho a él cantarla por lo bajo, justo cuando me estaba empezando a fijar en la letra de la canción.

We are at a party we don't want to be at

Trying to talk

But we can't hear ourselves

Read your lips

I'd rather kiss them right back

With all these people all around

I'm crippled with anxiety

But I'm told it's

Where I'm supposed to be

You know what? It's kind of crazy

Because I really don't mind

And you make it better like that

—Joel, ¿cantas sobre nosotros? —me es inevitable preguntar.

La canción habla de una fiesta en donde no quiere estar, donde no encaja, pero donde se supone que debe estar. Donde lo único bueno allí es la otra persona.

Habla de nosotros, ¿no?

—Yes, sunbeam —susurra, mirándome de reojo por un segundo.

El rey se había ilusionado conmigo, era oficial. Lo decía con la canción y lo decía ahora al ponerme un apodo, uno que no me molesta como el de Thomas, todo lo contrario, me hace sonreír tontamente.

—Sunbeam —repito—, me gusta.

Él, satisfecho, vuelve a mirar al frente y sonríe. La canción se termina pero de seguido empieza una nueva, una que no me molesto en prestar atención a la letra ni nada, quiero disfrutar del viaje lo más que pueda y después... Después que pase lo que tenga que pasar porque esto no estaba en mis planes.

Cuando llegamos él me lo hace saber y tras deshacerse del cinturón de seguridad sale del coche, yo imito su acción por mí misma pero sé que me toca fingir en cuanto me pongo de pie.

—Ven, te acompaño.

Me guía por el palacio, yo miro asombrada alrededor tratando de que cada lugar se quede en mi memoria, pero lo más probable es que de esto no me acuerde al día siguiente.

Mira las escaleras un tanto desconfiado y después me mira a mí. Claro, los borrachos y las escaleras no se llevaban bien.

—¡Cuántas escaleras! —exclamo—. ¿No hay habitaciones aquí abajo?

—Si, si que las hay, pero no voy a permitir que duermas en una de estas habitaciones cuando puedes dormir en la mía.

¿Perdón?

—Con permiso, señorita —su brazo se pasa por detrás de mis rodillas mientras que el otro sigue en mi espalda, me alza del suelo haciéndome soltar un pequeño chillido—. Tranquila, tranquila...

Sube las escaleras conmigo así sin ninguna dificultad y una vez arriba me lleva a la que es su habitación. Llamándome pobre sin pronunciar palabra.

—Dormiré en la habitación que está aquí al lado —me hace saber cuando me deja en la cama—. No vas a tener de que preocuparte, nadie vendrá a molestarte, si te encuentras mal solo avísame, no importa si son las tantas de la madrugada o si es temprano por la mañana, tú avísame.

—Joel, espera... —pongo mi mano en su rostro cuando veo las intenciones que tiene de alejarse.

¿Que iba a hacer?

¿Y por qué era tan mala idea?

Y, sobre todo, ¿por qué no me importaba tomar el riego de hacerlo aún sabiéndolo?

No le pido que se quede, claro que no. Tiro de él para pegar mis labios a los suyos, dejándole probar el sabor afrutado del vino que había estado bebiendo en el restaurante.

—Aisha —susurra sobre mis labios y pone su mano sobre la mía para detenerme—, deseo besarte toda la noche, créeme, pero esto no es correcto si estás en estas condiciones. Si quieres besarme, hazlo mañana.

Retira mi mano de su rostro, pero antes de soltarla deja un beso en esta.

—Descansa, sunbeam —susurra, inclinándose para dejarme un beso en la frente antes de irse la habitación y dejarme completamente sola, con mi falsa borrachera.

Si supiera que yo quería besarlo ahora. Que mañana no tendría la valentía de hacerlo porque no iba a tener excusa y no quería cagar la misión.

Si supiera que no estaba borracha...

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora