Joel no daba crédito.Acababa de soltar como si nada que el hombre que tenía enfrente había matado a su abuela y que su próximo objetivo iba a ser él. No me esperaba una sonrisa, por supuesto, pero tampoco que me mirase mal a mi.
¿Acaso tenía que repetírselo?
No me creía. Por supuesto que no, después de que él le dijese todo lo que yo me temía, él no confiaba en mis palabras lo más mínimo.
—Joel, necesito que confíes en mi —pedí, rogándole al cielo que no me fallara la voz al momento de hablar—. Estás pensando lo peor y es normal que lo hagas, pero déjame explicártelo todo desde el principio.
—No te voy a pedir ninguna explicación, solo que te vayas.
El dolor en mi pecho se estaba haciendo cada vez más profundo, eran las consecuencias de mis malos actos.
—No, hombre, no... Mejor mírale los bolsillos, igual te llevas una sorpresa.
Mierda, no. Estaba perdida.
Joel no hizo nada, pero si uno de sus guardias, ni siquiera puse resistencia esta vez, me daba por vencida. Tomó la tarjeta entre sus dedos y la alzó para que pudiera verla.
—¿Una tarjeta? —preguntó el mismo.
—No es una tarjeta cualquiera, esa tarjeta puede derribarte toda la seguridad informática que tienes ahí dentro. Puede entrar en cualquiera de las habitaciones con solo usarla, literalmente tienes ahí una llave que lo abre todo, está hecha por los mejores hackers del mundo, suelen tenerla pocas personas —le explica, con sumo interés—. Como los que forman parte de importantes agencias.
Tenía que haber destruido esa puta tarjeta en cuanto tuve la oportunidad.
Thomas parecía disfrutar de lo que había causado, pero dicen las malas lenguas que quien ríe último se ríe mejor, y esa iba a ser yo. No podía permitir que un asesino anduviera suelto por ahí.
—Quiero explicártelo, Joel, déjame que lo haga —supliqué—. Hay cosas privadas que prefiero no decir delante de todos ellos y te agradecería si pudiéramos tener una conversación solo los dos.
—No, Joel, por ahí no, eh —habló el rubio, cruzándose de brazos—. Ya sabes que cuando estáis a solas te dejas manipular por sus encantos de chica falsa.
—Ella no será buena, pero tú no eres mejor —lo señaló con su dedo índice—. Llevadlo fuera de mi vista de una maldita vez —hablo en dirección a los guardias antes de volver su mirada a mi—. Tú y yo vamos a hablar.
—¡Espera, espera! —gritó este cuando lo sujetaron de ambos brazos—. ¿Qué hay de Carlos?
Todos miramos en su dirección con confusión. Pero yo no tardé demasiado en ponerme alerta. ¿Por qué preguntaba ahora por él? ¿Es que acaso...?
—¿Dónde está tu tío? —cuestioné con exigencia.
—Es la hora del té, así que lo más probable...
No esperé a que terminara sus palabras, ya sabía dónde solía tomar el té, no necesitaba que lo especificase. Corrí todo lo que mis piernas me lo permitieron, no fui sola pues dos de los guardias no tardaron en seguirme, al parecer Joel había dado la orden con rapidez porque sabía que esa reacción venía a algo.
Tratando de recuperar el aliento entré en el comedor. Si, Carlos estaba allí, pero ya era demasiado tarde para él. Había ingerido el contenido entero de la taza de té.
—Carlos, escúchame —me acerqué corriendo a él, que temblaba en su silla, puse mis manos sobre sus mejillas temiéndome lo peor—. ¡Que alguien llame a una puta ambulancia! —grité desesperada, Joel acudió al instante y corrió hacia mi lado con preocupación. Podíamos odiarlo, pero no por eso le desearíamos la muerte—. Estás sudando demasiado, sientes escalofríos... Me temo que no tardarán en empezar los vómitos. Has ingerido una importante dosis de paraquat, es una muerte segura.
Me temblaron a mi también las manos cuando le desabotone un poco la camisa. Estaba empapado en sudor. Me sentía la persona más impotente del mundo, ahora solo quedaba en pie el hombre que tenía al lado, no podía esperar a que algo le sucediese.
Los médicos no tardaron en llegar, por supuesto, eso era el palacio y no una casa cualquiera. Ni siquiera sé porque me sorprendía.
Me pasé las manos con desesperación por el cabello cuando nos hicieron salir, ¿que iba a decir ellos que yo no supiese ya? Le harían un lavado de estómago, le administrarían varias dosis de morfina para que no sintiera dolor y lo entubarían para que pudiera respirar. Y esperarían a la muerte con todo un tratamiento agresivo atrás.
—Parecías muy segura ahí dentro —susurró Joel—. ¿Has estudiado medicina?
—Solo lo básico, es lo que te enseñan en la academia —admití—. Pero ese tipo de muerte es muy común, más de lo que debería, la intoxicación por paraquat es una cosa seria.
—¿No hay solución?
—Lo siento, Joel —susurré, porque de verdad lo sentía—. Quizá dure unos días intentando luchar contra la muerte, quizá una semana o como máximo dos, pero esta le vencerá tarde o temprano. Si mal no recuerdo, el caso en el que había más esperanzas fue el de un hombre de cuarenta y tanto años, allá por el 2010. Tuvo dificultades para respirar y vomitaba sangre, estuvo en cuidados intensivos donde murió a los 20 días de tratamiento agresivo. Con su edad y con lo que ha bebido, ni siquiera podría decirte que hay esperanzas de vida en él.
—Gracias por ser sincera —dijo en un hilo de voz, a punto de romperse a llorar.
Envolví mis brazos tras su nuca para atraerlo hacia mi, fue suficiente para dar rienda suelta a las lágrimas y lloriquear en mi hombre mientras yo luchaba para no hacer lo mismo. Solo pude susurrarle que todo iría bien, aunque fuera mentira, pero necesitaba calma en esos momentos.
Joel no se merecía todo lo que le estaba pasando, él no había hecho nada malo para tener que pagar ahora todos los errores de los demás.
Todavía estaba yo en la cuerda floja, porque era obvio que no confiaba en mí después de todo lo que había descubierto de mi persona. Pero estaba débil y vulnerable tras lo ocurrido y no se negaría a unos brazos que le ofrecen consuelo.
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Acceso al trono
Novela JuvenilLa sospechosa muerte de la reina Isabel II deja al mundo con muchas dudas y a su nieto Joel con poca experiencia para saltar al trono. Antía Dagger, agente infiltrada del FBI, está en Reino Unido con una misión asignada y el británico para ella sól...