Me preocupo para que mi día sea productivo a mi manera. Tras ponerme el bikini de color amarillo que hacía contraste con mi piel, bajo a la piscina. Había dos señoras en las tumbonas, una de ellas leyendo el periódico con las gafas de sol puestas y la otra echándole crema solar a su hijo en espalda, después este corrió directo al agua para darse un chapuzón.Yo camino con tranquilidad por el lugar, intentando escoger una tumbona que esté alejada de ellas. No me gusta socializar cuando estoy dentro de una misión, considero que es una completa distracción y yo quiero ser eficiente en mi trabajo.
Dos horitas estuve yo así, jugando en la piscina y divirtiéndome yo solita, olvidando por completo mis demás responsabilidades.
El problema llega cuando veo a mi compañero entrar apresurado, su expresión me indicaba que no estaba feliz para nada. Lo que me faltaba.
Apoyo mis brazos en el bordillo de la piscina y espero a que llegue a donde yo me encuentro. Es obvio que sabía en donde me encontraba por el maldito chip de rastreo. Cuando nos especializamos en nuestro trabajo nos insertan un chip por debajo de la piel para mantenerse al tanto de nuestra ubicación, sobre todo en misiones de alto riesgo. Esta no aparentaba ser una, pero Sebastián siempre era tan jodidamente controlador...
—¿De qué coño vas, Antía? —exige una explicación, malhumorado me caía todavía peor.
—Aisha —corrijo—. Recuerda que me llamo Aisha, Harry.
—Sebastián ha llamado, dice que lo evitas —espeta—. ¿Se te ha olvidado que mierda hacemos aquí o tengo que recordártelo para que no vayas por libre?
Miro a ambos lados. Efectivamente, mis sospechas se confirman. Uno de los guardias de Joel estaba en la entrada, con un dedo presionando su pinganillo mientras nos miraba directamente.
Vaya, vaya... Alguien había dejado a ese tío a mi cargo.
—Baja el tonito, a menos de cien metros hay un guardia de seguridad real, Joel estuvo aquí y parece ser que lo dejó a mi disposición sin yo enterarme. Así que métete en tu puto papel y deja de reclamarme a mí por el mío —siseo con rabia, saliendo de la piscina.
Él parece escuchar lo que le da la gana porque me agarra de la muñeca con fuerza, queriendo verse amenazante. Yo, que acababa de salir del agua y tenía el cuerpo mojado, me resbalo y termino cayendo de rodillas frente a él, que todavía no me había soltado.
El guardia se pone alerta con ese movimiento y no tarda en correr en nuestra dirección.
Mierda, mierda, mierda.
—Señorita Davies —dice, ganándose la atención de ambos.
—Me está molestando —digo en un hilo de voz, suficiente para que él me lo quite de encima y lo empuje lejos. Mi compañero me miraba incrédulo—. No lo conozco de nada, ha aparecido sin más y se ha puesto a reclamar no sé qué cosas.
—Lo sé, señorita, estuve divisando eso desde allí —señala con la cabeza el lugar donde estaba antes—, pero no se preocupe, él no volverá a molestarla.
—Eso es violar mi privacidad, ¿no lo cree?
Sus mejillas se sonrojan ligeramente, luce un poco avergonzado por su confesión y por mis palabras.
—Su majestad ordenó que así fuera.
—¿Joel? —suelto una risa sarcástica—. Por favor, llámalo en este momento y pásame con él.
Duda unos instantes pero finalmente accede a mi petición, bueno, a mi orden. Si es que soy encantadora y nadie puede resistirse, ni siquiera un guardia real.
Busca su teléfono y marca su número, luego me lo extiende para que sea yo quien hable, tal como le pedí.
—¿Oliver? ¿Ha pasado algo? —contesta al cuarto tono y parece preocupado, quizá los empleados y el jefe solo se comuniquen cuando pasan cosas importantes, una pena.
—¿Quieres que te diga lo que pasa, Joel?
—Oh, Aisha, ¿cómo diablos...?
—Cállate —lo interrumpo—. ¿Quién mierda crees que eres para poner a un tío en la puerta del hotel donde me quedo? Eres un jodido controlador. Me da igual que seas el rey, colega, cada cosa que haces te deja en peor posición. Voy a decírtelo una última vez, te quiero lejos. No tienes derecho a nada que se relacione conmigo, ¿entendido?
Cuelgo la llamada antes de que responda a mi pequeño discurso y le extiendo el teléfono al tal Oliver, con una sonrisa de agradecimiento en el rostro.
—Gracias, Oliver, eres un amor, pero ahora te voy a pedir que te vayas y que no le cometes a Joel sobre el incidente de hace un momento. Si pudieras cumplir con eso, déjame decirte, que te mereces un aumento de sueldo.
—Mi sueldo es suficiente, esto tengo que comentárselo... De lo contrario puedo quedarme sin trabajo, señorita.
Con esas palabras ya me lo dice todo. No iba a conseguir decir algo que pudiera convencerlo porque para él su trabajo era lo más importante.
Y yo ahora estaba metida en un pequeño problemita si Joel quería seguir indagando... Porque Harry y él habían hablado sobre mí y yo hace nada le dije a Oliver que no lo conocía.
Tremendo.
Y si seguía tirando del hilo quizá descubría que no era Harry, que su verdadero nombre era David...
¡Y si descubría eso era cuestión de tiempo que me descubriera también a mi!
Acababa de poner en riesgo la misión por un capricho mío, ahora sí que estaba jodida.
¿Sería peor la venganza de la realeza o lo que podrían hacerme por haber fallado de semejante manera? Los castigos eran duros, yo nunca recibí ninguno pero si vi a varios agentes infiltrados haciéndolo, suplicando por su muerte de maneras atroces. Yo no quería terminar de la misma manera, no podía permitirme llegar a ese punto. Tenía que hacer algo ya.

ESTÁS LEYENDO
Acceso al trono
Roman pour AdolescentsLa sospechosa muerte de la reina Isabel II deja al mundo con muchas dudas y a su nieto Joel con poca experiencia para saltar al trono. Antía Dagger, agente infiltrada del FBI, está en Reino Unido con una misión asignada y el británico para ella sól...