Capítulo 29

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Tras horas allí, donde Thomas nos dio la poca información que tenía de la mafia griega, pudimos salir y dejarlo descansar. Nosotros también necesitábamos lo mismo. Las confesiones solían ser duras, pero yo esta ansiaba escucharla y no pude perderme ni un solo minuto. Todo allí me interesaba, hasta lo que no me convenía.

Salí pasándome una mano por el cabello, habría deseado tener allí una goma para poder atarlo pero no tenía esa suerte, suelto siempre lucía mejor.

—Antía, no te vayas todavía, tenemos algo de que hablar —me dice Sebastián, David me pregunta con la mirada si necesito que se quede, me limito a negar con la cabeza. No quería que él también perdiese de descansar por mi culpa.

—Ve al hotel y descansa tranquilo, puedo apañármelas —prometí.

Él dudó de mi palabra pero me hizo caso, en cuanto lo vi salir me acerqué a Sebastián.

—Acompáñame al despacho —pidió, quería privacidad y eso sólo podía significar dos cosas: algo relacionado con el trabajo, o algo relacionado a nosotros.

No pregunté porque iba a terminar sabiéndolo en cuanto pusiera un pie allí dentro.

Me gustaba más el despacho que tenía en Estados Unidos, pero tenía que admitir que este no estaba nada mal. Las paredes estaban desnudad, no había cuadros ni nada de nada en ellas, quizá le faltaba un toque.

—Te han descubierto, no hiciste una misión limpia —señaló.

Claro que Thomas no se había pasado por alto ese detalle, y aunque en aquel momento no le dio importancia sabía que se lo había guardado para echármelo en cara más tarde.

—Si, pero no supuso un problema para la misión, todo lo contrario.

—Pero pudo haberlo supuesto —indicó—. Te pusiste en peligro a ti, además de a la misión, ¿te parece eso sensato?

—Creo que actué con profesionalidad —admití—. Pero todos tenemos diferentes opiniones, por supuesto.

—Antía, ¿que habría pasado si te descubren antes? ¿O si no llegan a cometer errores?

—Eso no pasó, sabes bien que aquí no hacemos suposiciones de lo que habría sido.

—No pasó, pero pudo pasar, a esto me refería cuando empezaste. No iba a seguir contigo porque en cualquier momento terminarías mal y el único perjudicado sería yo. Si hicieran las cosas bien te habrían matado nada más descubrir que Aisha Davies no existía. Tienes que aprender que no estás sola en las misiones, no eres una superheroína, solo una infiltrada haciendo su trabajo.

No necesitaba clases de sensatez ahora. Era consciente de que me había equivocado, no quería que lo siguiese repitiendo. De no haberme equivocado, quizá no habría descubierto muchas cosas, entre ellas la verdad. Oliver no habría hablado de no saber que no era quien decía ser, él esperó. Así que en lugar de echarme la culpa por lo que había hecho mal, podría felicitarme por lo que había hecho bien. Sabía que eso no pasaría, claro, conocía a Sebastián lo suficiente. No perdonaba errores.

—¿Que ha pasado con Joel?

—¿A qué te refieres?

—La situación amorosa, Antía, ¿a que más iba a referirme?

—No tienes que preocuparte por Joel, me odia lo suficiente después de descubrir el engaño.

—¿Supone un problema?

—No, Joel es inofensivo —admití—. Está dolido y débil, ya sabes, primero su abuela y ahora su tío, no hay que ser muy inteligente para saber que el próximo será él.

—No va a morir, estamos aquí para evitarlo.

—Ya lo sé —aclaré—. Pero él no, y no me extraña. No es el único en peligro, no podemos olvidarnos de las demás monarquías, la de Grecia va a ser la siguiente si no nos damos prisa. Tal vez no estamos haciendo tan bien nuestro trabajo como creemos.

—Antía, tranquila, no nos incluyas a todos en un grupo de fracasados como el tuyo —chasqueó su lengua—. Que tú no seas eficiente no significa que los demás no lo seamos.

—Soy buena en mi trabajo —rebatí.

—Si fueras buena jamás te habrían descubierto, así que piensa en todo lo que hiciste mal —golpeó con sus dedos su escritorio—. Puedes irte, no eres de más utilidad por aquí.

Por un momento se me bajó la presión. Él no podía estar echando del trabajo en serio, ¿verdad?

Su risa me confirmó que no.

—Te estoy diciendo que te vayas a descansar, ya hablaremos de tu puesto en otro momento. Quizá no vuelvas nunca a ser protagonista de otra misión, pero eso no significa que no vayas a ser de utilidad, Antía.

Asentí con la cabeza. ¿Qué más iba a hacer? No podía montar ahora una escena porque no me convenía, si valoraba mi trabajo tenía que callarme y aceptar lo que me dieran. La vida nunca es tan fácil como en las novelas, en la realidad nos tocaba sufrir de vez en cuando.

Podría haberme ido al hotel, claro que si, pero en su lugar preferí ir al palacio. No es que esté fuera mi lugar seguro, sino quien habitaba en él. Era tarde, probablemente nadie me recibiría a esas horas, o eso era lo que yo pensaba porque Joel no tardó en bajar a recibirme.

—¿Qué ha pasado? ¿Todo se ha acabado ya?

—No, todavía no, pero necesitaba venir contigo si es que acaso quería dormir tranquila —admitió antes de acercarse a él, Joel sonrió de lado mientras envolvía su cuerpo con sus brazos—. Thomas ha confesado pero Sebastián sabe que me han descubierto, así que mi futuro se verá limitado por esta pequeña complicación.

—¿Van a despedirte?

—No lo creo.

A castigarme quizá.

—¿Quieres que hable yo con ellos? Tal vez puedo hacer algo...

—Ni se te ocurra —señalé—. Mi trabajo es mío, no hay ninguna necesidad de que tú te metas. Solo sería peor, pero agradezco tus buenas intenciones.

Sebastián se lo iba a tomar muy mal si veía que le había vuelto a mentir, dejé claro que Joel estaba enfadado (que lo estaba) y que me odiaba (seguramente también), pero sin embargo, estaba aquí en sus brazos como si nada de lo anterior fuera cierto.

Él era demasiado bueno.

Y yo era demasiado mala.

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora