Capítulo 32

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Sofía era de esas mujeres que bebían alcohol como si se tratase de agua del grifo.

Era increíble. No podía dejar de alzar las cejas cada vez que se terminaba de beber un vaso y al instante lo volvía a llenar. Yo iba despacio, porque no planeaba emborrarme y dejar mi lengua suelta frente a ella, podía llegar a contarle cosas que me pondrían en peligro.

—¿Eres de Estados Unidos? Se te nota en el acento, aunque lo disimules está ahí —señaló con ambas cejas levantadas—. Nos pasa a todas, yo a pesar de ser británica viví un tiempo en España y me acostumbré muy rápido a su acento.

—Hay cosas que no se pueden ocultar ni aunque lo intentes —mencioné, mirándola con curiosidad. Poco se hablaba de esta chica, era uno de esos misterios que pocas personas habían resuelto.

—Pensé que me caerías mal, Antía —señaló, regalándome una sonrisa—. Pero vas por el buen camino.

—¿Por qué habría de caerte mal?

—No lo tomes como algo personal, pero sales con mi primo, así que...

Hubo un momento de silencio donde nos miramos para después romper a carcajadas. Madre mía. Ella estaba dispuesta a bromear conmigo así como si nada, ese ya era un enorme avance.

—Tu primo me gusta de verdad —admití, dándome un trago al contenido de mi vaso, relamí mis labios en cuanto separé este de mi boca y la miré de nuevo. Sus ojos buscaban los míos en todo momento, queriendo ver más allá de mi mirada.

—¿Cómo os conocisteis?

—En una fiesta.

—Al menos espero que no os acostarais esa misma noche,  no digo que sea un error, sino que puede traer consecuencias en un futuro.

Había algo en ella que me decía que eso no se trataba del todo de una broma  y que había algo de verdad detrás de sus palabras. Tenía una hija, así que no tardé demasiado en asimilarlo todo. Claro, se había quedado embarazada después de una noche loca de fiesta, tenía sentido. Pero yo no había hecho semejante cosa. Si, nos habíamos acostado, pero no la primera noche, y tampoco iba a quedarme embarazada porque tomaba la píldora y no había riesgo de embarazo... A menos que estuviera viviendo un engaño.

—Eso no pasó, puedes estar tranquila.

—Créeme que más tranquila que tú no voy a estar.

Hablamos durante un largo rato, llegó a contarme cosas que no me habría imaginado, como su pasado, como su odio hacia la monarquía, como su presente en Dinamarca. Pero el tiempo no era lo único que pasaba para nosotras, también pasaban las copas, y llegó un momento en donde estábamos más borrachas que conscientes. Un momento donde no éramos capaces de articular palabra y todo se volvieron risas.

Joel bajó con sólo el pantalón del pijama puesto y nos miró como si estuviéramos locas. Al darse cuenta de la situación dejó escapar un suspiro y se acercó, refregando sus ojos. No me quería ni imaginar qué hora sería, muy tarde, porque él ya había tenido tiempo de dormir y de levantarse.

—Es hora de ir a la cama, señoritas —avisó.

—No, yo casi que mejor me quedo en el sofá —informó Sofía, dejándose caer en este y cerrando sus ojos—. Es increíblemente cómodo... Si, definitivamente prefiero el sofá. Vosotros no os privéis, corred a la habitación, lo estáis deseando.

—Madre mía, mañana la resaca va a ser campal —resopló el rey, pasando un brazo por mi espalda. Lo miré confusa pero entendí sus intenciones cuando se agacho para pasar el otro por detrás de mis rodillas, solté un chillido agudo cuando me despegó del suelo y me levantó en el aire.

Me mareé, pero fue algo breve, casi no se sintió.

—Tranquila, solo te llevaré a la habitación —murmuró por lo bajo mientras caminaba hasta las escaleras, tras subirlas me llevó directa a su habitación y me dejó sobre el colchón. Cuando pensé que eso sería todo, llevó sus manos a mis ropas para deshacerse de ellas—. Antía, pon de tu parte.

—¿Para que quieres desnudarme? —gruñí, removiéndome—. ¿Es que acaso quieres que follemos o algo?

—Demonios, no, no me aprovecharía de ti en este estado, ya deberías de saberlo —meneó su cabeza—. Solo quiero que duermas cómoda.

—No, a mi no me engañas, quieres que tengamos sexo —señalé juguetona—. Que picarón ha salido el rey, caramba.

Tenía cara de que se estaba divirtiendo con la situación, no era para menos, yo también me habría reído de mi misma porque tremendo ridículo estaba haciendo. Sin embargo, no dijo nada al respecto y se mantuvo en su línea de que no me tocaría de manera sexual por nada del mundo, que le interesaba que me sintiera bien y que no tuviera dificultades por la noche.

Tan tierno que le quise comer los morros.

—Esto está siendo injusto —balbuceé cundo lo vi deshacerse de mi pantalón—. No estamos a mano.

Estiré mi brazo para llevarlo a su pantalón, pero él fue rápido en tomarme la mano para llevarla a sus labios y dejar un beso en esta.

—Ahora no... —dijo, volviendo a besar mi mano—. Tendrás todo el sexo que quieras cuando estés sobria, pero ahora es momento de dormir.

Quiero protestar, pero de mis labios no sale nada cuando él se acuesta en la cama conmigo en sus brazos. Me sentía bien. Además de muy borracha, sentía que aquel era mi lugar seguro, en sus brazos, donde las preocupaciones no existían. Donde todo era perfecto, donde yo me sentía perfecta.

No quería dormirme, pero sus manos me acariciaban la espalda muy lentamente, Justo con la intención de adormecerme. No iba a resistirme a ello. Muchos dicen que el alcohol vuelve agresivas a las personas, que es un chute de energía, pero yo no debía de ser como los demás. A ver... Sofía tampoco parecía serlo, no la veía yo saltando por el salón. Más bien parecíamos las típicas amigas de la protagonista en una novela juvenil, las que se tropiezan por culpa del alcohol y se ríen por ti. Si, definitivamente el protagonismo no iba con nosotras.

Cerré mis ojos, creo que susurrando su nombre, para después dejarme vencer por el sueño.

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora