Lo de dormir la mona se me fue de las manos, cuando desperté era de noche y Joel ya estaba acostado a mi lado. No quería tampoco joderle el descanso, así que me limité a abrazarlo y cerrar de nuevo los ojos para poder dormirme de nuevo. No tardé demasiado en conseguir conciliar de nuevo el sueño, cosa rara.Por otra parte, a la mañana siguiente fui la primera en despertarse, supongo que se debía a que me había pasado el día anterior durmiendo sin apenas pausa. Aprovecho para llamar a David, pero este no responde a ninguna de mis llamadas, por un momento pienso que seguro estará de vuelta en Estados Unidos y por las horas de diferencia horaria no respondía, que debía de intentarlo más tarde.
—Antía, mueve tu culo a la cama —protestó Joel en cuanto abrió los ojos y me vio caminando de un lado a otro en la habitación.
—Duérmete y no me molestes.
—¿Y cómo voy a dormirme si te veo tan inquieta? —frotó sus ojos con sus puños y me volvió a mirar, esta vez disimulando más el sueño—. A ver, ven aquí y hablemos de lo que te sucede.
¿Era una buena idea contarle a Joel sobre todo lo que me volaba por la cabeza?
No, al menos no todo, así que podía distraerlo para no mencionar el tema. Ya se había involucrado lo suficiente en estos temas y no quería que siguieran repercutiéndole a él.
—No quiero agobiarte, hoy ya tienes suficiente.
Él me miró confuso durante largos segundos y yo le devolví la mirada de la misma manera. ¿Tan pronto se olvidaba de su tío? Si mal no recordaba tenían el entierro pendiente y debería de llevarse a cabo entre uno de eses días. De nada les servía esperar más.
—El entierro —mencioné.
—El entierro fue ayer.
Mierda.
Dime cómo la has cagado sin decirme que la has cagado.
Ayer había sido un día donde las emociones tristes seguro que opacaron a las felices y yo me dejé llevar por los malestares de la resaca. Esto no tenía perdón de Dios. No sé cómo él podía estar tan tranquilo, yo desde luego no lo habría estado, lo que hice fue de mi mal gusto. Como mínimo debería de habérmelo reclamado.
—Antía, reina, no palidezcas —pidió, levantándose de la cama y acercándose a mi para tomar mi rostro con sus manos—. No era tu preocupación, así que tranquila. No te obligaría a estar en un lugar en donde no quisieras.
—Es de sentido común, Joel.
—¿Sentido común? —cuestionó para después negar con su cabeza—. De sentido común es quedarse en cama cuando te sientes mal y tú ayer no estabas bien. Tu salud es lo más importante, ¿vale? Tendrás días de sobra para visitar su tumba si te interesa.
La tumba era lo que menos me interesaba, el detalle era la falta de compromiso.
¿Qué iban a pensar ahora todos de mi?
No era muy difícil darse cuenta. El rey de Dinamarca pensaría que era una cualquiera y que estaba allí por beneficio, pues en los momentos malos no acompañaba a Joel.
Me sentía la peor persona del mundo por tercera o cuarta vez en lo que llevamos conociéndonos.
—Lo siento —susurré—. Debí darme cuenta de eso, no sé cómo pudo pasárseme por alto...
Quiero decirle que no volverá a ocurrir, pero tampoco quería hacer mención a que alguien más de su familia muriese para poder asistir al entierro. Quedaría feo.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no debes de preocuparte? —depositó un beso en mi frente y me sonrió de lado—. Es serio, Antía, sabes que no soy de los que dicen las cosas para quedar bien. Si digo algo es porque así lo pienso. Ahora cuéntame que es lo que te tiene preocupada y vemos que podemos hacer al respecto.
—No hay nada que me tiene preocupada.
—Entonces dar vueltas por la habitación a las ocho de la mañana debe de ser un nuevo deporte.
Ojalá.
—Bueno, vale, quizá hay algo... pero tranquilo, no es nada contigo.
—¿Y tu lógica dice que si no tiene que ver conmigo no es importante? Antía, por el amor de Dios, ya somos adultos y podemos hablar de las cosas como se debe. Venga, ¿o es algo muy gordo como para que no quieras contármelo?
—Se trata de mi compañero David —suspiré, mostrándome sincera al hablarle del tema—. No he vuelto a saber de él, ni siquiera nos despedimos ni nada por el estilo, supuse que nos volveríamos a ver pronto... Él me apoyaba en esto —nos señalé a ambos para que me entendiera—. Y estoy segura de que dio la cara en cuanto le preguntaron. Le llamé, pero no me ha respondido a ninguna de las llamadas.
—¿Y si está en otra misión?
—No, no creo que esté en Grecia, él me habría avisado... Y si fuera una nueva misión no aceptaría, es de los que necesita paz mental antes de embarcarse en una nueva aventura. Así que definitivamente algo está pasando.
—¿Qué insinúas entonces?
—No quiero insinuar nada, pero tengo un mal presentimiento.
Y el instinto Dagger no solía fallar.
—Antía, tienes que estar tranquila, prueba a probarlo más tarde y si no responde empezamos a tomar medidas.
Asentí con la cabeza, pero solo para dar por finalizado el tema, porque no iba a incluirlo en esto. Ya me jodía tener que involucrarme yo, pero era lo mínimo que podía hacer por él, estoy segura de que David había dado la cara por mi en esta misión y a mi me tocaba devolverle el favor. Tendría que hablar con Sebastián, ¿quién mejor que él conocería de su paradero?
Pero no ahora. Joel tenía razón en una cosa, había que darle tiempo.
Solté un largo suspiro al tiempo que enredaba mis brazos tras su nuca, él pareció entender mi intenciones al instante porque sus manos bajaron hasta mi cintura para sostenerme. Acto seguido se inclinó para besarme, haciéndome perder la razón una vez más.
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Acceso al trono
Teen FictionLa sospechosa muerte de la reina Isabel II deja al mundo con muchas dudas y a su nieto Joel con poca experiencia para saltar al trono. Antía Dagger, agente infiltrada del FBI, está en Reino Unido con una misión asignada y el británico para ella sól...