Capítulo 11

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Todo iba bien.

La paz y tranquilidad reinaba.

Me sentía cómoda con él.

El problema llegó cuando un miembro más de la realeza llegó al palacio, Joel no pareció inmutarse ante su presencia y yo fingí que tampoco, aunque en el fondo algo sí que me importaba.

—Joel, no has aprendido nada de tu tío, ¿eh? —se mofó Carlos, negando con la cabeza mientras miraba a su sobrino con diversión.

—Yo no estoy casado, tío —se encogió de hombros—. Yo no tengo que sacar a nadie del palacio con prisas.

—Ese ha sido un golpe bajo, me haces quedar como el malo delante de tu chica.

—Yo no soy su chica —me atreví a decir.

Él alzó sus cejas, mostrando una sorpresa que fue rápido en disimular. Sonrió en mi dirección aparentando formalidad y luego miró a su sobrino como si quiera explicaciones.

—Y tanto que no, si lo fueras tendrías otros modales, o Joel no habría aprendido nada de sus familiares —volvió a hablar—. Ya sabes lo que ocurre con las mujeres así.

—¿Que hay que ponerle los cuernos? —inquiere Joel—. Ya sabes, cómo hacéis todos en esta familia cuando tenéis a alguien que os quiere.

—Joel —replicó—. No es momento para sacar los trapos sucios de la familia. Ya hemos tenida esta conversación varias veces, no permitiré que la tengamos una vez más. —Joel no habló, así que él volvió a abrir la boca—. Supongo que la otra ya se ha ido, nadie dura mucho tiempo aquí...

—No la pongas en tu boca —espetó.

A Carlos le entraron las ganas de reír, se notaba en su expresión.

—Bien, cuando terminéis os vais, esto no es un hotel.

Joel no replicó, no tuvo tiempo para hacerlo porque Carlos así lo quiso, dio media vuelta para quedarse él con la última palabra.

Una vez que volvimos a quedarnos solos, él me miró mientras se encogía de hombros.

—No hagas puto caso a lo que él pueda decir —resopló—. En esta familia no hay Dios que se lleve bien.

—¿A quién se refería con "la otra"?

—La curiosidad mata, recuerda —chasquea su lengua al tiempo que se levanta—. Y más cundo se trata de curiosidad aquí dentro. Confórmate con saber lo que sabes, Aisha.

El tono no terminaba de gustarme, no me había levantado la voz, ni había ningún indicio de que estuviera enfadado, pero en el fondo sabía que no terminaba de gustarle mi pregunta.

Y eso solo podía significar algo interesante.

Tenía que jugar con mis cartas lo más rápido posible.

—Ya, supongo que me había quedado claro a la primera, solo es... otra —suspiré, levantándome también—. Como lo seré yo dentro de nada.

Su mirada se suaviza al instante. Sus labios hacen una mueca que no logro entender y menea la cabeza, queriendo negar mis palabras.

—Aisha, no —murmura—. No hay ninguna "otra" en mi vida —dice, haciendo comillas con sus dedos en el aire—. No sé qué has leído y escuchado de mi... Bueno, en realidad me lo imagino, que soy un egocéntrico muy presumido. Lo soy. No voy a negar verdades. Pero tanto tú como yo sabemos que no soy esa clase te chicos que estás pensando.

Si. De Joel se decían muchas cosas. La fama de presumido la tenía desde hace mucho, normal, él presumía porque podía, lo hacía con su físico única y exclusivamente, nunca lo verías con la boca la boca llena de sus riquezas y de sus títulos.

Pero, como todos los príncipes, también tenía fama de mujeriego. Aunque fuese todo a lo callado, no como el anterior príncipe de España, que le importaba entre cero y nada que lo vieran con mujeres. La prensa siempre hablaba, inventaba cosas solo para perjudicar más la imagen de la familia real.

Y con los británicos no podía ser menos. Todos los hombres de esta familia tenían la misma fama. Así es que las infidelidades eran algo típico.

No conocía a Joel de una manera tan íntima como para confirmar o desmentir esas cosas. Lo que sí sé es que varias veces hablaron de él y de sus "novias secretas", pero nunca se les llegó a ver con ellas, así que solo quedaron los rumores flotando.

—Ahí te equivocas, yo no sé qué clase de chico eres.

—Entonces déjame demostrártelo.

—¿Demostrármelo? —repetí, soltando una risa nasal—. No lo creo.

Caminé, saliendo de la cocina y dejándolo a él solo allí. Iba con paso decidido a la puerta, conmigo las verdades ocultas no funcionaban, o me decían las cosas o entonces nos despedíamos. Y sabía de sobra que él todavía no quería despedirse de mi.

—Es mi prima —dice, aunque son sus pasos los que se escuchan más que su propia voz.

¿Su prima?

¿Carlos se había referido a su prima como "la otra"?

—Es mi prima —repite, esta vez soltando un suspiro—. Es la innombrable desde que pasaron ciertas cosas, pero quieran o no, sigue siendo familia.

—No te estoy siguiendo.

La verdad es que me estaba perdiendo un poco en el rumbo de la conversación.

—La reina de Dinamarca es también princesa de Reino Unido —se encoge de hombros—. Muchos ya sospechaban de esto, pero hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para que siguiera en las sombras.

—¿Tú y quien?

—Y ella —chasquea su lengua—. Se rebeló, después se quedó embarazada y fue todo un desastre. Cuando uno es adolescente lo ve todo con más drama, créeme. Así que nada, simplemente desapareció, todo lo demás es otra historia.

—Joel, yo... Madre mía, lo siento —susurré, acercándome unos pasos a él y poniendo mis manos sobre sus brazos—. Se nota que ella es realmente importante para ti.

—Aunque no lo parezca es lo más importante para mi, creo que ni siquiera ella es consciente de eso —asegura, mirándome con una sonrisa a medias—. Pero eso ahora da igual.

—No, no da igual, quiero que confíes en mi, puedes hablarme de ella todas las veces que quieras.

—Eres un rayito de sol —susurra, llevando sus manos a mi rostro para acariciarme las mejillas—. Lo aprecio, al igual que te aprecio a ti. No quiero que vuelvas a pensar en "otras", cuando tengo a alguien en mente no hay ninguna otra que logre quitármela —se inclina, puedo sentir los latidos, no sé si los míos o los de él, quizá los de ambos, unos tan ensordecedores y otros tan melodiosos—. Y tú, sunbeam, tú estás en mi mente todo el maldito tiempo.

Acceso al tronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora