Ellos buscaban a alguien que los quisiera y cuidará sin importar lo que son.
Ella buscaba una distracción, una forma de olvidar lo que sucedió.
Ella llegará a sus vidas, los cuidara y los juntará sin darse cuenta.
Ella será su salvación, su luz en s...
La pelinegra había ido a visitar a los hermanos Mitsuya, Takashi le había marcado muy emocionado diciéndole que tenía algo que enseñarle.
Se habían citado en la cafetería favorita de la chica, Mitsuki había llegado unos minutos antes.
—Lamentamos la tardanza Mitsuki-nee—menciona Takashi llamando la atención de la chica.
Mitsuki ahogo un grito, quedo totalmente sorprendida al ver el tatuaje del niño. Él mayor de los Mitsuya la vio un tanto asustado y preocupado, la pelinegra niega con su cabeza mientras una pequeña sonrisa adornaba su cara.
—Me gusta tu tatuaje Taka-chan—el niño la ve con brillitos en sus ojos.
—Verdad que si!—se acerca más a ella—. ¡Yo mismo la diseño, y no solo eso!—estaba apunto de contarle la historia de su tatuaje pero sus hermanas lo interrumpieron—. Lo siento, me deje llevar por la emoción—se rasca la nuca nerviosa antes de sentarse a sus hermanas.
—Esta bien pequeño, no pasa nada—ayuda al pelimorado a sentarse a sus hermanitas—. Ahora si, cuéntame—lo anima a continuar con su historia.
Le cuenta la historia a la chica, se llevo un pequeño regaño de parte de la mayor.
—No te culpo, entiendo que te sentiste sofocado—despeina su cabeza con cariño, acto que hizo sonrojar un poco al niño—. En algunas ocasiones de igual modo esperaba dejar a mis hermanos solo, pero después me arrepentía y nunca llegaría a hacerlo.
—Aun me siento culpable—menciona con la cabeza agachada.
—Lo se, eres un buen niño Takashi—toma delicadamente su cara para que la mire a los ojos—. Al menos hiciste un nuevo amigo y aprendiste algo nuevo.
—Hice un nuevo amigo—afirma feliz—. ¡Somos los dragones gemelos!
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La pelinegra había sido contratada para cuidar a un niño, Wakasa pasaría a dejarla cerca del lugar ya que irían casi a la misma dirección.
—Mitsuki, el joven Imaushi se encuentra afuera—le hace saber al señor Sano.
—Gracias abuelo—toma sus cosas.
—¿Ya te vas nee-chan?—le pregunta la pequeña Emma.
—Así es, Emma por favor encárgate que Manjiro coma todas sus verduras—acaricia su cabeza—. ¿Si?
—Hai—le sonríe con una radiante sonrisa.
—¡Mamá!—Manjiro llega corriendo a ella, empujando a Emma en el proceso.
