Capítulo 37

1.7K 196 2
                                    


Segundo Acto || Parte Tres

"Buenas y malas noticias"


La familia Sano junto a Wakasa se encontraban cenando, la chica había preparado una cena especial para comentarles la buena noticia que había recibido ese día.

—Me gustaría compartir algo con ustedes—toma la palabra la chica en cuanto todos terminaron de comer.

—¿Qué ocurre, Suki?—pregunta Shinichiro.

—El día de hoy la señora Kaede me ha cito en su cafetería—una gran sonrisa se hizo presente en su rostro—. Kaede-san quiere que me haga cargo de su negocio—menciona emocionada.

—¿Enserio?—pregunta el señor Sano sorprendido.

—¡Si!—el entusiasmo en la voz de la pelinegra era evidente—. Kaede-san no tiene hijos y quiere disfrutar los últimos años que le quedan descansando. Al principio me negué, pero termino convenciéndolo—se acerca a su abuelo—. Por favor, permíteme hacerme cargo de la cafetería—realiza una perfecta reverencia de noventa grados.

—Tienes mi aprobación—acaricia su cabeza—. Nadie mejor que tu cuidará perfectamente del negocio de Kaede.

—Gracias abuelo—lo abrasa.

—¡Hay que festejar!—menciona Shinichiro emocionado corriendo por unas latas de cervezas, le tiende una a Wakasa—. ¡Por Mitsuki!—bebé de su lata.

—¡Shinichiro Sano!—el señor Sano lo golpea en la nuca—. Será mejor que ambos bajen esas latas—apunta a su nieto y al peliblanco—. Estaré viejo, pero aun puedo golpearlos.

—Lo siento Abuelo.

Wakasa deja su lata lentamente en la mesa, no quería recibir un golpe de parte del mayor.

Mitsuki coloco un pastal en medio de todos, los niños se emocionaron al verlo. 

Mitsuki caminaba por un gran pasillo, estaba sumida en sus pensamientos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mitsuki caminaba por un gran pasillo, estaba sumida en sus pensamientos. Aun no podía creer el motivo por el que se encontraba en ese lugar.

—Adelante—menciona un hombre sacándola de sus pensamientos—. Los traerán en unos momentos—se retira.

La pelinegra se sentó en la silla que le había indicado el hombre, coloco sus manos sobre la fría mesa de mental delante de ella. Se revolvió el pelo y suspiro pesadamente, no sabía que hacer, ni que decir.

Un ruido se hizo escuchar haciendo que una gran puerta de metal, completamente diferente a la puerta donde ella había entrado se abriera. 

Por la entrada ingresaron dos chicos rubios, un pelinegro y un peliblanco. Portaban un uniforme naranja y en su pechos había una identificación con sus nombres y una serie de números.

—Tienen 10 minutos—menciona un oficial antes de cerrar la puerta tras él.

—Mamá.../Suki-nee—dicen al unísono los cuatro chicos.

—Cállense y siéntense—les ordena.

Su rostro no reflejaba ninguna expresión y aquello asustaba a los adolescentes, la pelinegra estaba más que furiosa.

La Fujimoto golpeo en la mejilla a los cuatro adolescentes, estos no se quejaron, ni replicaron nada. 

—¿En qué diablos estaban pensando? ¿Saben cómo esto puede afectar sus vidas?

—Mamá—trata de hablar Izana.

—¡Cállate!—golpea la mesa molesta—. Nadie te dio permiso de hablar, no emitirán ninguna sola palabra si yo no se los permito, ¿entendido?

Los cuatro adolescentes asintieron con la mirada.

—Siempre les he dicho que se controlen, les he dicho que mantengan un perfil bajo. Yo no les he dado este ejemplo—comenzó a caminar de un lado a otro—. ¿En qué fallé?—se cuestiona a si misma. Cuando Rindou estaba apunto de hablar esta lo fulmino con la mirada haciendo que el rubio se encoja en su lugar intimidado—. Todo es mi culpa, jamás debí alentarlos a ser como Shinichiro y Wakasa. 

La pelinegra se quedo quieta mirando fijamente una pared, el silencio que se formo inquieto a los cuatro adolescentes. Un sollozo los hizo sobresaltarse, no sabían que hacer, tenían miedo incluso de moverse.

Mitsuki se acerco a los chicos, abrazo y beso el rostro de cada uno mientras lloraba. Rindou y Kakucho se aferraron al cuerpo de la chica mientras lloraban en medio de miles de disculpas. 

Ran e Izana miraban a otro lado evitando que los viesen llorar, se sentían culpables de hacer llorar a la pelinegra.

Cuando se tranquilizaron, se sentaron en la mesa.

—Escúchenme, se que son fuertes y saben defenderse, pero deben prometerme que jamás se separarán. Las cosas se pondrán difíciles a partir de ahora, no importa qué no duden en llamarme cuando se los permitan.

—Estaremos bien, no debes preocuparte por nosotros—menciona Izana tomando su mano—. Cuidare de Kakucho y se que Ran cuidará de Rindou. 

—Debes confiar en nosotros, Suki-nee—Ran toma su otra mano—. Patearemos el trasero de todo aquel que trate de enfrentarse a nosotros.

La pelinegra suelta una risita, sabía que estarían bien si estaban los cuatro juntos.

—Traten de no meterse en muchos problemas, tratare de juntar el dinero de la fianza para sacarlos lo más rápido que pueda. 

—Su tiempo a acabado—menciona un oficial entrando a la habitación.

—Nos vemos chicos, los amo—besa la mejilla de cada uno dándoles un corto abraso—. Vendré a verlos cada que pueda.

—No te sobre esfuerces—le pide Ran besando su frente—. Cuidare bien de Rin-Rin.

—Cuídate mamá—Izana besa su frente—. Los cuidare a todos—le susurra en el oído cuando la abraza.

La pelinegra sigue al oficial, pidió información respecto a las llamadas y visitas antes de retirarse. 

La dama de ToMan || Wakasa ImaushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora