Cap.84

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Desperté a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía a más no poder y una fina capa de sudor se deslizaba por mi frente. Volteé en la cama y sin querer, toqué el hombro de Crawford, éste se removió entre las sábanas y siguió con su pesado sueño.
Me senté sobre la cama y quité el cabello de mi rostro, ¿dónde había quedado mi coleta hecha por Crawford? Un simple desastre en persona. Los ojos me ardían y sentía que el calor se apoderaba de mí para dejarme devastada. No soportaba la fina tela del camisón, se pegaba a mi cuerpo y molestaba como nada esa noche.
-Crawford...-murmuré.
No hubo rastro del movimiento de sus músculos y siguió respirando tranquilamente en aquella calurosa noche estrellada.
Decidí no molestarlo y me puse de pie. Un repentino mareo me obligó a sentarme nuevamente. El movimiento del colchón al sentir mi peso, hizo que Crawford volviera a moverse y volteé para verlo.
-¿Qué ocurre?-preguntó abriendo un solo ojo.
-Me siento fatal-respondí en un susurro.
Terminó de abrir sus ojos y se sentó en la cama. Frotó su cara con ambas manos y luego dio la vuelta a la cama, para sentarse a mi lado y tomar mi mano.
-¿Qué es lo que te duele, amor?-preguntó y brindó leves caricias a la piel de mi mano.
-Todo, es como si un camión me hubiera pasado por encima y estropeado todos mis huesos incluidos mis músculos.
-¿La cabeza?-asentí-. ¿Las piernas?-asentí-. ¿Te sientes mareada, cariño?
-Sí, muy mareada-pasé una de mis manos por el sudor de mi frente-. Tengo mucho calor, Crawford
-Es normal, estoy a tu lado-bromeó.
Sonreí levemente y se acercó más a mí.
-¿Qué haremos contigo?-preguntó en un susurro-. Creo que deberíamos llamar al médico, que venga aquí, para no dejar a los niños solos.
-Lo que digas-dije y me tiré a la cama.
Mis piernas colgaban de la cama y mi espalda estaba apoyada sobre el colchón. Ese calor era insoportable, molestamente asqueroso. Crawford soltó mi mano y se acostó a mi lado.
-¿O crees que debo llevarte al hospital?
-No, no, aquí-dije rápidamente.
Crawford besó mi mejilla y se puso de pie. Lo vi caminar apresuradamente cruzando la habitación y entró al baño.
La costumbre de mi esposo, dejar el móvil cargando en el baño. No pregunten, solo ignoren las anormalidades.
Entró nuevamente en la habitación, con el móvil en mano y una cara de preocupación que dejaba mal al más serio y sin sentimientos.
Volví a sentarme en la cama y volteé el torso para observarlo viniendo hacia mí.
-Hola, habla Crawford Collins -hizo una pausa-. Él mismo-escuchó atentamente-. Si, solo quería saber si por favor puede hacerle una visita en casa, a mi esposa-se quedó callado-. Comprendo, pero, puedo pagarle el triple-volvió a escuchar y luego asintió con un ruido de su garganta-. Creemos que está esperando un niño y me preocupa porque no se siente para nada bien-explicó-. Se lo agradecería mucho-prosiguió-. Si, el triple de lo que suele cobrarme. Muchas gracias, lo veo en media hora.
Crawford finalizó la llamada y alzó su mirada hacia mí. Me sonrió levemente y volvió a mi lado para sentarse en la orilla del colchón.
-No es necesario que pagues el triple, podemos ir a un hospital público-le dije.
Negó con la cabeza para luego decir:
-Prefiero pagar el triple a que te atendían como a una oveja preñada.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Porque en los hospitales públicos no hay la misma atención que tiene un médico a domicilio, particular. A lo que me refiero, cariño, te atienden por orden de llegada, no te tratan muy bien que se diga y prefiero que te atiendan en casa, un médico que conozco de años y trabajaba con mi padre.
-Igual no todos los hospitales son así.
-_______, ya, déjalo para otro momento. ¿Quieres recostarte mientras esperamos?
Asentí mientras Crawford me observaba con suma curiosidad, el tampoco comprendía el porqué de mis síntomas nada comunes en una embarazada, o por lo menos, nosotros no sabíamos si eran o no, comunes.
-¿Puedes encender el aire acondicionado?-pregunté apoyando la cabeza sobre la almohada.
Crawford se puso de pie y sentí sus pasos alejarse mientras yo cerraba mis ojos con delicadeza. Acto seguido, posé mis pies sobre la cama y alejé la molesta sábana de encima de mí.
-Gracias-dije en un susurro.
Solté todo el aire que retenían mis pulmones, cuando sentí el aire frío vagar por la habitación. Crawford se sentó a mi lado y luego, ya no recuerdo. El sueño y el mal estar se apoderaron de mi cuerpo, para hacerme quedar dormida en menos de diez minutos.

-_______, cariño, Sean está aquí-susurró a mi oído.
Abrí mis ojos y me encontré con la dulce mirada de Crawford. Me sonrió levemente y se apartó de allí cuando yo me disponía a apoyar el peso de mi cuerpo, sobre mis codos.
-Va a revisarte ahora, pero, puedes quedarte recostada-me avisó Crawford-. O en todo caso, siéntate con los pies estirados sobre la cama.
Preferí la segunda opción y me senté como Crawford había indicado. Vi a un hombre robusto buscando algo en un pequeño bolso negro. Alzó la vista y sonrió con suma delicadeza.
-Buenas noches, o buen día, como usted prefiera-bromeó.
Crawford largó una casi inaudible carcajada y observó al hombre que, al parecer, se llamaba Sean.
-Sean, ella es mi esposa, ________ Collins, _______, él, es Sean.
-Es un gusto-dijo Sean.
-El gusto es mío-murmuré casi sin ser escuchada.
Crawford suspiró y luego de pasar su mirada por mi rostro, la volvió a Sean. El hombre se enderezó y caminó hacia mí. Crawford se acomodó a un lado de la cama y se apoyó sobre la mesa de noche.
-¿Qué es exactamente lo que sientes?-preguntó.
-Tengo repentinos mareos, un calor que no soporto y siento asco de gran variedad de olores.
-¿Has devuelto muy seguido?-preguntó.
-Sí, demasiado para mi gusto.
-¿La última vez?
-Anoche cuando me iba a dormir.
-Bien-dijo y desvió la mirada por un momento-. Crawford ha comentado que tienes dudas sobre estar embarazada.
-Si-asentí rápidamente. Me observó esperando a que continuara-. Pensé que esos mareos, las devoluciones y que el estómago se me revuelve, era solo por algo que me había hecho mal, pero saqué las cuentas y hace hasta más de un mes que no tengo el periodo.
-Bueno, yo no puedo decirte que lo estés o que no-respondió-. Pero, es lo más probable. Deberías ir al hospital más de mañana.
-Sí, le dije que íbamos a ir, pero se despertó sintiéndose mal y preferí llamarte a ti-explicó Crawford.
-Está bien, no es problema-me observó a mí, nuevamente-. Voy a recetarte unas pastillas, para el mareo, debes hacerte análisis de sangre y voy a pedirte una ecografía, ¿sí?
Asentí mientras escuchaba atentamente. Crawford hizo lo mismo.
-Luego de que te den los resultados, me los llevas y vemos que pasa.
-Cuando vas a hacerte la ecografía, ¿no te dicen si está o no, embarazada?-preguntó Crawford impaciente.
-Claro que si-dijo Sean riendo por la emoción de Crawford-. Pero quiero saber si esos mareos se deben a un embarazo o una anemia.
-Está bien-asintió con la cabeza-. Cuando bajemos te pago, Sean-dijo Crawford.
-No te hagas problema, Crawford-negó Sean-. No voy a cobrarles, eres mi amigo.
-Te dije que iba a darte el triple por cancelar planes con tu familia y venir a ver a _______.
-Es en serio, está bien. Algún día cuando yo necesite, allí estarás tú-le sonrió y guardó algunas cosas que había sacado-. En cuanto a ti, ________, debes permanecer en reposo, no quiero que hagas fuerza, implica no levantar nada ni agacharte mucho-me advirtió-. Vas a hacerte los estudios y luego me los llevan a mí.
-Sí, señor-dijo Crawford riendo.
Sean le golpeó el hombro y rió.
-En serio, Crawford
-De verdad, va a hacer todo eso, así que no era del todo broma-le dijo sonriendo.
Sean se despidió de mí y bajó junto con Crawford. Volví a recostarme en la cama y cerré los ojos. Seguía sin sentirme bien del todo y sin esas pastillas, iba a seguir sintiendo que el mundo daba vueltas.
Crawford volvió en menos de diez minutos y apagó el aire acondicionado para luego abrir el cajón de la mesa de noche y sacar su billetera (cartera).
-Voy por tus pastillas y vuelvo.
-No, Crawford, quédate conmigo-supliqué en un susurro.
-Amor, voy y vuelvo. Son solo veinte minutos, prometo regresar antes de que los niños se despierten.
-Está bien, pero apúrate.
-Lo haré, cariño-respondió y rodeó la cama para besar mi frente-. Te amo, cuídate, ¿sí?
Asentí con la cabeza y murmuré un "yo también te amo", mientras él me observaba. Luego, desapareció por la puerta y bajó las escaleras.
Al cerrar mis ojos nuevamente, me di cuenta que Crawford estaba vestido cuando se había ido, ¿Cuánto tiempo había dormido, entonces?-me pregunté. Crawford había tenido el tiempo suficiente para tomar una dicha y colocarse su ropa, su cabello estaba húmedo cuando estaba en la habitación, minutos atrás.
No le di más vueltas al tema y volví a caer en un profundo sueño.

Beauty & the Beast ( Crawford Collins y tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora