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Aeri sabía que cuando tomó la decisión de trabajar ayudando a mujeres con adicciones estaba iniciando un proceso duro. Pero su vocación era máxima, y creía que no había mejor felicidad en la vida que tener la oportunidad de hacer lo que tanto te gustaba.

—¡Al fin llegas! —Karina estaba en la reja de su casa. La sonrisa que tenía era una de orgullo y satisfacción. Giselle se bajó de su auto con una caja de cartón en sus manos. —¿Es eso lo que creo que es?

—Tu pastel favorito. —Jimin abrió la reja metálica y dejó pasar a su mejor amiga.

Giselle la siguió hasta entrar a la casa. Las paredes estaban completamente blancas y sin decoración, había algunos muebles pero la mayoría de los objetos ahí eran cajas.

Karina había puesto parte de sus ahorros en comprar ese hogar de dos pisos, a la vez que decidió pedir un crédito el cual el banco no dudó en aceptar. Karina trabajaba en una empresa de publicidad bastante exitosa, a su temprana edad gozaba de una muy buena vida.

—¿Te molesta comer en platos de cartón? —Karina hablaba desde la cocina, donde había puesto a calentar agua. —Todo esto es un caos y se supone que Jae iba a comprar esas cosas.

—Jimin, hemos vivido de pasta instantánea por meses y ahora crees que me voy a molestar por comer pastel en platos de cartón ¿Te volviste loca? —Jimin hizo un puchero, recordando esos años en que ambas habían vivido y estudiado en Estados Unidos. Fueron sus mejores momentos, pero también los peores. —Y hablando de Jae ¿Dónde está? Pensé que te iba a ayudar a traer todo.

Jae era el novio de Karina desde hace cuatro años. Era un joven arquitecto y después de varios meses de intentar convencerlo por fin había decidido irse a vivir con ella a su nueva casa.

Karina comenzó a cortar el pastel mientras Giselle preparaba café para las dos. —¿Recuerdas eso del virus? Bueno, al parecer está obligado a hacer cuarentena por una semana luego de su viaje a Japón. Justo ahora.

—Justo ahora. —Repitió Giselle, en un tono que demostraba la ironía.

—Gi, por favor. —Le sirvió un pedazo de pastel. —Yo sé que Jae no es santo de tu devoción, también sé que no es perfecto, pero ¿quién lo es? —Karina tomó un poco del frosting con uno de sus dedos y lo saboreó acompañado de un sonoro "mmm"

—Bueno, suficiente sobre mí. —Jimin se sentó frente a Aeri y comenzó a comer pastel. —¿Qué tal estuvo tu primer día de trabajo?

A Giselle se le iluminó el rostro de forma automática. Karina sabía que su mejor amiga contaba con una bondad digna de admirar, la psicóloga había iniciado su trabajo en un centro de rehabilitación. Era su trabajo soñado y cuando vio que había una vacante no dudó en postular.

—Fue increíble. —Contestó, como si estuviera enamorada. —Pude conversar con mis primeras pacientes, todas tan jóvenes y llenas de un futuro brillante. Obviamente no todo fue fácil, dos de ellas se negaron a hablar, una habló demasiado y otra...otra fue especial. Sentí una conexión con ella. —Karina asintió para que siguiera hablando, sabía lo importante que era para su mejor amiga. —Creo que realmente la puedo ayudar, Jimin. Quiero ayudarla.

Karina tomó su mano y le dio un suave apretón. —Estoy segura de que lo harás, solo. —Suspiró, intentando no molestar a su mejor amiga. —Solo cuídate, y no te involucres tanto.

—Lo sé, lo sé. —Giselle comprendía la preocupación. Ellas dos eran verdaderas hermanas de la vida. —Prometo mantener mi distancia.

—Entonces, háblame de tu paciente favorita. —Karina descansó su cabeza en sus manos para demostrar que le prestaba toda su atención.

Mailbox. (WINRINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora