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A veces a Minjeong le costaba entender cómo funcionaban las personas. Cuando parecían tener todo lo que otra persona deseaba, ellos lo desechaban como si no fuera nada. Lo que algunos rechazan es lo que otros han buscado toda su vida.

Era injusto, creía que los conflictos comenzaban por cosas así. Algunos tomaban las cosas de otras personas y otras las dejaban ir.

A Minjeong no le podía entrar en la cabeza cómo alguien podía hacerle algo así a Jimin. Estaba segura de que no conocía todos los aspectos de Jimin, realmente ni siquiera sabía mucho sobre la mayor. Lo que sentía era bastante platónico, no lo iba a negar y basándose únicamente en eso, le parecía irrisorio que alguien la dejara escapar y mucho más que le hagan daño.

Su enamoramiento comenzó por lo visual, creía que no existía mujer más hermosa que Jimin. Su pálida piel, sus largas piernas, aquel lunar en su rostro y su hermoso cabello. Pero luego comenzó a enamorarse de otros detalles como el tono de su voz, el brillo de sus ojos y su melodiosa risa. Finalmente, cuando pudo compartir con ella se dio cuenta de que Jimin era el paquete completo. Estaba ligeramente obsesionada con ella, esa carta que había escrito como excusa lo demostraba.

Pero pese a todo eso, Minjeong no tenía intenciones de ser una rompe hogares.

Quería ser cercana a Jimin, pero jamás se había propuesto entrometerse en su relación con Jae.

E incluso si en un mundo utópico tuviera a Jimin solo para ella, probablemente sus inseguridades y vicios harían que todo fuera colina arriba. No sabía tener relaciones saludables, solo se obsesionaba y abusaba de todo hasta que su cuerpo pidiera a gritos acabar.

Todo eso la detenía, pero ahora sentía algo diferente. Era como un sentimiento de justicia, no creía que Jimin merecía vivir en ese tipo de mentira. Quizá nadie, pero la bondadosa y linda Jimin definitivamente no lo merecía.

Pedaleó con más fuerza, creía que era una forma de dejar ir un poco su enojo. Recordaba que en el pasado sus reacciones eran muy agresivas, pero con el tiempo se dio cuenta de que no había motivos para pelear, nada valía tanto la pena. Hace mucho no se sentía así.

Ese imbécil se merecía un golpe en la cara, pensó en volver y hacerlo pero eso solo traería mayores problemas. No solo para Jae sino también para ella, todo su proceso de recuperación era constantemente vigilado y un error como ese le podrían hacer volver al encierro.

Dejó su bicicleta en el estacionamiento frente al enorme vehículo de Taeyeon. Se metió en el ascensor y vio su reflejo, estaba enojada y lo podía ver en sus ojos.

No podía dejar de ver a Jae en sus pensamientos, la forma en que se comportaba como un esposo ejemplar en esa casa perfecta y ordenada. Todo lo contrario a la casa de Jimin, que era muchísimo más pequeña y todavía estaba desordenada por la mudanza. Donde se suponía que tenía que vivir con el mismo chico.

El ding del elevador fue lo único que le borró los pensamientos.

Estaba agotada, no solo en su cabeza sino que también físicamente. Había tomado las casas de NingNing y sus piernas sentían el trabajo extra.

Abrió la puerta principal del departamento y se adentró bostezando. Colgó su bolso, se puso las pantuflas y caminó en dirección a la cocina para tomar una merienda antes de darse un baño.

—¡Ya llegué! —Anunció antes de que se le escapara un grito. Dentro de la cocina estaba Tiffany sentada sobre la isla, no traía ropa y sus piernas estaban abiertas con su hermana claramente haciendo un trabajo entre ellas. —¡Perdón, perdón, perdón! —Se tapó los ojos y salió corriendo hasta su habitación, cerrando la puerta de golpe y con seguro.

Mailbox. (WINRINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora