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Giselle había terminado su jornada laboral, tenía que hacer algo, pero no le gustaba la idea de lidiar con ello en soledad. Manejó desde su oficina hasta la casa de Jimin.

Por fin era viernes y no le tocaba turno ese fin de semana en la clínica de rehabilitación. Había ocupado su semana para ayudar a sus pacientes, y también para obtener información sobre Jisu.

Tomó su maletín lleno de papeles y su mochila donde traía su laptop, cerró su auto y caminó hacia la casa de su mejor amiga. Abrió el portón y se dirigió a la puerta, la cual tocó suavemente.

—Espéreme unos segundos, señorita Cho. —Somi silenció su micrófono y apagó su cámara. No se hubiera molestado en abrir la puerta si Jimin estuviera ahí, pero la dueña de casa había salido sin dar muchos detalles y asumió que era su trabajo atender aquellos detalles hogareños tan sencillos como atender a quien tocaba la puerta.

No pensó nunca que la persona tras la puerta era nada más ni nada menos que su mejor amiga. —¡Gigi! —La saludó, abriendo sus brazos para acogerla entre ellos.

—¿Somi? ¿Sigues aquí? —La psicóloga se sorprendió, sabía que Somi le hacía compañía a Jimin. Pero nunca pensó que después de todo ese tiempo, la abogada seguía viviendo ahí.

—Auch. —Somi no había tenido tiempo de contarle a Giselle que prácticamente estaba viviendo ahí.

—¡Lo siento! —Giselle sabía que podía sonar un poco mal, realmente no tenía problema con que sus dos mejores amigas se comiencen a llevar bien. Pero eso no quitaba la sorpresa. —No tenía idea de que estabas acá. —Ambas entraron a la casa, Giselle dejó sus cosas sobre el sofá y pareció buscar a la dueña de casa con la mirada, no la encontró.

—Jimin no está. —Somi se dio cuenta de lo que buscaba su amiga. —Dijo algo de que se iba a juntar con alguien y que no la espere a cenar.

—Qué raro. —Jimin era una persona sociable, pero no tenía muchos amigos. —Supongo que seremos las dos nada más.

Somi sonrió, no podía quejarse. Le encantaba pasar tiempo con su mejor amiga, al menos era a lo que podía optar y realmente no quería cambiar lo que tenían, aunque doliera un poco. —Por cierto, estoy en una reunión ahora ¿Te molesta?

—Oh no. —Giselle movió sus manos para que fuera a su reunión. —De hecho yo igual traje algo de trabajo así que te invito a apoderarnos de la mesa de Jimin y de esa grandiosa cafetera.

—Me parece perfecto.

Somi se volvió a sentar y encendió su cámara, pero se puso audífonos para que Giselle no tuviera que escuchar su conversación y distraerse del trabajo.

—He vuelto, señora Cho. —Somi tomó su libreta y puso su cara de conversación máxima. —Sabe que el tema de los divorcios no es lo mío, pero por ser usted creo que podemos sacar adelante el trámite. —Se escuchó un silencio y Giselle asumió que era la señora hablándole a la abogada. —Hablemos de las propiedades.

Giselle se metió en la cocina, haciendo funcionar la cafetera. No podía trabajar sin al menos una buena dosis de café.

La psicóloga se apoyó contra una pared mientras esperaba que se hiciera el café, desde ahí se quedó viendo a Somi trabajar. Era probablemente lo más hogareño que había vivido con la abogada, se sentía familiar y lindo.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando el café comenzó a llenar su taza. Preparó el segundo café y mientras hacía eso encontró un paquete de galletas para poner en un plato, al menos podrían merendar mientras trabajaban.

Mailbox. (WINRINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora