21. Pensamientos profundos

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>Maratón 5/5

Sebastian se miró las manos pensativo, buscando alguna respuesta con la mirada a su alrededor. Todo estaba igual, o como él lo recordaba, ya que no había estado ahí desde hacía ya un tiempo.

Cerró los ojos por un momento para después con enojo y frustración golpear el saco de boxeo frente a él.

Malcom había estado parloteando a su lado desde que había llegado y no lo dejaba tranquilo, estaba seguro de que si seguía con él un minuto más, lo iba a golpear justo en la nariz.

Sebastian era uno de los más fuertes, por así decirlo. Se había graduado en un doctorado en psiquiatría y era uno de los primeros que había sido reclutado para esto, recibió un fuerte entrenamiento tanto mental como físico desde su primer día.

El chico tenía veintiocho años, no era muy mayor como aparentaba, pero este trabajo siempre gastaba toda su energía.

—Anamelech te quiere en su oficina—un mercenario, con barba y pelo pelirrojo se acercó a él—. Ahora.

Sebastian no lo pensó ni dos veces cuando dejó su material de entrenamiento en el suelo y se encaminó a las oficinas, no estaba nervioso pero si esperaba siempre lo peor.

El chico tocó con delicadeza la puerta y entró al despacho cuando recibió un ligero "pase" en respuesta. Lo primero que vio fue a su jefe recargado en una de las esquinas, mirando hacia el techo mientras fumaba, lo único que alumbraba la habitación era el candelabro en el centro.

Anamelech era un hombre muy alto, casi medía dos metros de alto, era rubio, de mentón marcado y barba larga con unos intimidantes ojos color verde esmeralda, tenía un acento muy marcado siempre que hablaba, Sebastian no estaba seguro si era Alemán o Ruso.

— ¿Cómo va la investigación?—Anamelech preguntó a la vez que sacaba todo el humo de tabaco por sus labios.

—Bien—Sebastian se limitó a responder, Anamelech lo miró.

— ¿Bien?—su jefe preguntó con ironía—. No has conseguido nada.

—Serena lo está haciendo muy bien, quiere huir de su madre y está dispuesta a hacer todo por eso—respondió Sebastian, Anamelech encarnó una ceja.

— ¿Si estaba tan dispuesta a hacer lo que sea porque no seguiste el plan inicial?—indagó el rubio—, asesinar a Daniel Thompson.

Sebastian se puso firmemente. —Porque no creo que asesinar sea la mejor manera para hacer este trabajo, solo necesitamos saber cuales son los planes para la reelección.

—Matar al hijo de Thompson era mucho más sencillo—Anamelech suspiró mientras se acercaba a él y se sentaba sobre la mesa—. Crearía temor, nadie nunca descubriría al culpable y la gente se iba a empezar a preguntar si era correcto tener a un presidente que ni siquiera supo proteger a su hijo. Sencillo.

—Existía la posibilidad de que siguieran nuestros pasos, por eso estamos usando a Diheart—Sebastian, argumentó nuevamente.

— ¿A qué precio? Le tendremos que decir la verdad sobre su odioso padre—Amalech miró mal a Sebastian—. Si la chiquilla no logra lo que queremos, le vas a ordenar el siguiente paso.

—Pero...

—Nada. —Anamelech lo cortó casi al instante—. Si no puede con eso, ya sabes que hacer, ¿entendido?

—Si, Anamelech.

—Buen chico—el hombre sonrió mientras lo miraba con cierta burla—, tranquilo... ella sigue viva. No la mataré, hicimos un trato y me considero un hombre de palabra.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora