Epílogo

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Serena se encontraba sentada junto a la ventana de su habitación en el hospital, observando la ciudad que se extendía más allá. La luz del sol se filtraba entre los edificios altos, pintando de tonos dorados los rascacielos que parecían tocar el cielo.

Su mente estaba enredada en los recuerdos de los eventos que la llevaron hasta ese punto, pero también se llenaba de una determinación recién descubierta.

Había vivido en la penumbra de secretos y engaños, enfrentándose a amenazas y peligros que nunca imaginó. El amor que creía indestructible se tambaleó, pero ahora, con la verdad sobre la mesa, se aferraba a la esperanza de un nuevo comienzo.

—Todo ha cambiado—murmuró Serena consigo misma, permitiendo que sus pensamientos fluyeran como las aguas de un río turbulento.

Sus dedos acariciaban el alféizar de la ventana, sintiendo la suavidad de la luz que se filtraba a través de las cortinas. Había decidido enfrentar la realidad y no permitir que las sombras del pasado la consumieran. La determinación crecía en su interior, alimentada por la necesidad de liberarse de las ataduras que la habían retenido durante demasiado tiempo.

Ya no podia ser solo la Queen Bee de Manhattan en nombre. Era el momento de ser la dueña de su propio destino.

No se trataba solo de la posición social o del estatus superficial, sino de la fuerza interior que la llevó a superar desafíos inimaginables. Era una reina de su propia historia, una mujer que podía levantarse después de caer y aprender a redefinir su propia realidad.

La ventana del hospital se convirtió en un espejo de sus pensamientos, reflejando no solo la ciudad que se extendía más allá, sino también la imagen de una Serena reinventada.

Aceptar la verdad, perdonar y ser perdonada, eran pasos cruciales en el camino hacia su propia libertad.

Ahora sabia quien era realmente, sin máscaras ni ilusiones.

La visión del futuro se abría ante ella como un lienzo en blanco, lleno de posibilidades. Sabía que las cicatrices del pasado no se borrarían fácilmente, pero estaba dispuesta a llevarlas con gracia, recordatorios de las lecciones aprendidas en su travesía.

Se imaginó a sí misma caminando por las ajetreadas calles de la ciudad, no como una reina imperturbable, sino como una mujer que había encontrado su voz y su fuerza en medio de la tormenta.

La Queen Bee de Manhattan, ahora rediseñada, se aventuraría hacia un futuro incierto, pero esta vez, con la certeza de que ella misma era la autora de su historia.

5 años despues...

El sol brillaba sobre las calles de Manhattan, iluminando los edificios altos y creando destellos en los escaparates de las elegantes boutiques. Serena caminaba con confianza por la ajetreada acera, llevando bolsas de compras en ambas manos.

Manhattan la había acogido de nuevo con sus brazos abiertos, ofreciéndole la oportunidad de dejar atrás las sombras del pasado y abrazar un futuro lleno de promesas. Serena se había convertido en una mujer independiente, decidida a perseguir sus sueños y a construir una realidad que fuera verdaderamente suya.

El timbre de su teléfono interrumpió sus pensamientos mientras caminaba. Era un recordatorio para la reunión que tenía más tarde con un diseñador de moda local. Serena había dejado atrás sus días como modelo explotada de su madre y ahora dirigía junto a ella "Diheart Designs".

Se detuvo en la esquina de la calle, buscando un taxi para llevarla a su próximo destino.

En el mismo momento, unas manzanas más allá, Daniel salía de una cafetería con un vaso de café en la mano. También había experimentado cambios significativos en los últimos años.

Ya no era el hijo del presidente. Su padre no había ganado las re-elecciones y eso había sido un alivio para el rubio. Ahora era solo Daniel Thompson, hijo de un gobernador, co-director general del despecho político de su familia y en sus tiempos libres... estudiante culinario.

Serena alzó la mano para llamar a un taxi, sin percatarse de que Daniel estaba haciendo lo mismo unos pasos adelante. Ambos esperaban pacientemente en la acera con la mirada perdida en la distancia, inconscientes de la casualidad que estaba a punto de entrelazar sus destinos nuevamente.

Finalmente, un taxi se acercó, y ambos se adelantaron hacia la misma puerta. Fue entonces cuando sus miradas se encontraron, y la sorpresa y el reconocimiento llenaron sus ojos.

—Serena... —murmuró Daniel, una mezcla de asombro y alegría en su voz.

—Daniel... —respondió Serena, su corazón latiendo con fuerza mientras sostenía la mirada de su antiguo amor.

Ambos retrocedieron, dándose cuenta de que estaban a punto de chocar. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes, ya que el taxi se detuvo abruptamente, y sus cuerpos colisionaron en medio de la acera.

—Lo siento, lo siento mucho—se disculpó Daniel, tratando de recuperar el equilibrio.

Serena rió suavemente, sorprendida por el giro de los acontecimientos. —No te preocupes, fue un accidente.

Se apartaron el uno del otro, pero sus miradas permanecieron conectadas como si el tiempo no hubiera pasado. El taxi, ahora libre, esperaba a que alguno de ellos diera el siguiente paso.

— ¿Vas a algún lugar en particular? —preguntó Serena, con una sonrisa juguetona.

Daniel asintió. —Sí, pero... podríamos compartir el taxi, si estás de acuerdo.

Serena pensó por un momento y luego asintió, apreciando la casualidad de este encuentro. —Suena bien. Manhattan siempre tiene formas de sorprendernos, ¿verdad?

Serena miro nuevamente a Daniel y decidio creer, creer que el destino le estaba dando una segunda oportunidad. Una para hacer las cosas bien.

Ambos subieron al taxi y se acomodaron en el asiento trasero. El conductor les miró a través del espejo retrovisor, esperando indicaciones sobre su destino.

— ¿Adónde te diriges? —preguntó Daniel, rompiendo el silencio cómodo pero cargado de emociones.

Serena trago en seco. —523 West 42nd Street

—Perfecto porque yo voy al 8th Avenue—Daniel sonrió.

Resultó que sus destinos estaban más cerca de lo que tenían planeado, una sincronía que no pasó desapercibida para ninguno de los dos.

El taxista avanzo, y una clase de silencio incomodo los envolvió.

—Deberiamos empezar de nuevo—Serena dijo de repente, haciendo que Daniel frunciera el ceño.

— ¿A que te refieres? —Daniel rió divertido.

Serena lo miró juguetonamente. —Soy Serena Diheart, es un placer conocerte.

Daniel sonrió. Esta era una nueva oportunidad. —Daniel Thompson. Encantando.

El taxi se detuvo frente al edificio del diseñador de moda, y Serena y Daniel intercambiaron miradas significativas.

—Gracias por compartir el taxi—dijo Serena.

Daniel sonrió. —Fue un placer. ¿Te gustaría tomar un café alguna vez? Para ponernos al día adecuadamente, sin choques involuntarios.

Serena sonrió. —Me encantaría eso, Daniel. Hay tanto que contar.

La casualidad los había unido nuevamente, y aunque no sabían lo que el futuro les deparaba, estaban dispuestos a descubrirlo juntos.

Fin.

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