31. Cobarde

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Serena no podía dormir.

Su mente viajaba una y otra vez y le daba vueltas una y mil veces al mismo dilema.

Ella sentía que estaba haciendo lo correcto.

Sabía que su decisión había sido la correcta.

Pero eso no significaba que se aterrorizara cada vez que veía llegar los mensajes de texto a su teléfono a través de la barra de notificaciones.

"Contestame de una maldita vez, Serena." –S

"No estoy para juegos. ¿Dónde esta el decodificador?" –S

"No sabes en lo que te estas metiendo" –S

Serena vio por la ventana de su habitación y solto un gran suspiro. La ojiazul sabia que estaba siendo sentenciada.

El decodificador, reposando en su mesita de noche sin planes de ser movido, hacia sentir a Serena culpable.

Claro que era culpable.

La pelinegra estaba recostada sobre su cama mientras miraba el techo de su dormitorio, una parte de ella agradecia el silencio reconfortante que había en Woods. Según sabia, solo había unos veinte estudiantes que habían decicido estar ahí durante las vacaciones, y ella era una de ellos.

Daniel también le había mandado multiples mensajes preguntando como estaba, pero no tenía el valor de responder.

¿Cómo podría decirle a su novio que conspiro todo este tiempo en su contra y en la de su familia?

Su celular seguía sonando, y a la pelinegra ya no le interesaba si era Daniel, su madre, Sebastian.... Ya no estaba interesada.

Siguio mirando el techo, perdida en un mar de pensamientos que la envolvían como una neblina densa. El suave tintineo del teléfono móvil sobre la mesa de noche no conseguía romper el hechizo que la mantenía absorta en sus reflexiones. La pantalla destellaba con la insistencia de las notificaciones no atendidas, pero Serena, ajena a todo, contemplaba el horizonte invisible de sus propios pensamientos.

Las llamadas y mensajes acumulados constituían un eco lejano en su mente, como si pertenecieran a otro mundo, a una realidad en la que ella no estaba dispuesta a sumergirse. Sin embargo, el destino tenía otros planes para Serena. Entre las múltiples notificaciones, una llamada destacaba, resistiéndose a ser ignorada. Marcus.

Finalmente, Serena cedió ante la persistencia del teléfono y respondió. La voz de Marcus, normalmente segura y serena, resonó a través del auricular con un dejo de urgencia y desesperación.

— ¿Marcus? —preguntó serena un poco molesta—. Este no es el momento y si solo me llamas por lo de los mensajes en verdad lo siento; no crei que la hierba me pegara tanto y...

—Estoy en la cárcel, Serena—el chico la corto y la ojiazul se detuvo.

— ¿Qué?

—El padre de Emery... me denuncio y...

Serena exploto. — ¡Te lo dije! ¡Eres un idiota! Solo a ti se te ocurre salir con una menor de edad.

Marcus solto un suspiro. —Necesito tu ayuda.

—No, lo que necesitas es un abogado.

—Serena....

— ¿Por qué siempre debo meterme a problemas ajenos? ¡Ya tengo suficiente con los mios!

—Serena...

—No soy una santa ni un hada madrina. No resuelvo los problemas con una varita mágica.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora