36. Hilos de marioneta

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En la oscuridad opresiva de su encierro, Serena se encontraba a solas con sus pensamientos.

Para la pelingra, era chistoso que lo único que necesitaba para un poco de paz mental, no era hierba, si no estar secuestrada.

El frío metal de la cadena en su tobillo se convertía en un recordatorio constante de su situación desesperada. Sin embargo, en medio de la penumbra, sus pensamientos se dirigieron hacia un tema inusual.

— ¿Puede haber belleza en la oscuridad? —se preguntó Serena en voz baja, como si las paredes pudieran responderle. Se imaginó a sí misma como una sombra en la penumbra, pero la idea de que incluso en la adversidad podría encontrar algo hermoso la intrigaba.

Miró a Elena a su lado, parecía acostumbrada. La castaña dormia en su pequeño rincón, como si fuera lo más habitual del mundo.

Recordó el resplandor suave de las luces de la ciudad cuando caminaba por las calles de Londres antes de su secuestro. Aquella imagen de edificios iluminados por las lámparas creaba una pintura mental que contrastaba de manera sorprendente con la negrura que la rodeaba ahora.

¿Era posible, se preguntaba, encontrar algo parecido en esta oscuridad?

¿A esta soledad?

A pesar de las circunstancias, Serena notó la elegancia en su propia postura, la manera en que el haz de luz que filtraba la habitación resaltaba sus rasgos en su sombra, creando una especie de belleza melancólica.

—La belleza puede ser insidiosa—murmuró Serena consigo misma—. En las sombras, donde menos esperamos encontrarla.

Esa oscuridad, pensó, era un lienzo en blanco que permitía a la mente encontrar destellos de belleza en los detalles más inesperados. La resistencia contra el desaliento, la conexión inesperada con otra alma atrapada en la misma pesadilla, la fortaleza en medio de la adversidad; estas eran las cosas que comenzaban a teñir la oscuridad con una extraña pero innegable belleza.

Serena entendió que, aunque su entorno era sombrío y amenazante, no todo estaba perdido. En la oscuridad, la belleza podía surgir de la resistencia, la empatía y la determinación de encontrar luz en los lugares más inesperados. Aquella reflexión, extraña y quizás contradictoria, se convirtió en una chispa de esperanza en la noche interminable que la rodeaba.

De repente, un hombre de tez morena y ojos verdes entro a la habitación, mirando fijamente a Serena mientras la levantaba por los hombros. —Vendras conmigo, Diherat. El jefe quiere verte.

El jefe. Serena sabia que hablaba de Anamelech.

La llevaron a un pequeño cuartito, las paredes estaban pintadas de un color hueso y había dos sillones color negro. La luz era de un tenue amarillo, bastante calida, y había una alfombra color marron que tapizaba toda la habitación.

El hombre de ojos verdes, sento a Serena en uno de los sillones y su cadena que aun permanecia en el tobillo de la ojiazul, la ato hacia una de las patas del mimo asiento.

Anamelech no tardo en hacer presencia junto a otros dos hombres que vetain de traje y se quedaron a custodiar la puerta. Anamelech camino hacia Serena con un semblante divertido, y se sento en el sillón restante sin apartar la vista de ella.

— ¿Sabes? —Anamelech comenzó—, me has puesto las cosas bastantes difíciles.

—No me dejaste muchas opciones—la pelinegra respondio—. ¿Pero intentar matarme con un accidente de coche? ¿No fue algo extremista? Sin contar que esta es la segunda vez que me raptas.

Anamelech rió por lo bajo. —Sabes demasiado, puedes suponer que eso no es bueno para el negocio. Aparte, esta vez ordene que te sedaran para que fuera menos traumatico.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora