25. Reencuentros de primer grado

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Serena miraba por la ventanilla del avión desde su asiento pensativa, la azafata ya le había traído unas cuantas copas de champagne para despejar su mente y... no estaba funcionando.

La ojiazul intentaba pensar en otra cosa que no fuera Sebastian, Daniel, su madre o su padre. De hecho, una parte de ella estaba emocionada por volver a Alemania.

— ¿Gusta que le rellene su copa, Señorita Diheart?—la azafata la sacó de sus pensamientos, Serena negó con la cabeza mientras desviaba la mirada.

—No, muchas gracias—Serena le intentó sonreír, pero en su lugar una mueca extraña apareció en su rostro—. Pero en lugar de eso, estaría genial que me pudieras traer algo fresco para comer.

La azafata sonrió y se retiró de su vista casi de inmediato, haciendo que la pelinegra se volviera a hundir en el oscuro mar de sus pensamientos.

Solo esperaba que Sebastian no fuera capaz de seguirla hasta Europa solo para presionarla de alguna forma. Era como estar en una clase de película de suspenso casi diariamente.

Las horas pasaron y alrededor de las siete y media de la mañana, por fin Serena había llegado a Alemania.

Su trasero estaba adolorido y sus piernas medio dormidas pero esa emoción sobre estar en otro lugar, incrementó en su pecho.

Para Serena, Alemania no solo era un paisaje de bosques, ríos, cadenas montañosas y playas en el mar del Norte, era ese lugar en el mundo donde podía desaparecer durante algún tiempo y nadie se daría cuenta.

La chica caminaba por las calles con una sonrisa sincera en su rostro, la gente pasaba de ella y eso la tranquilizaba por dentro. Su entorno olía a café recién hecho y a pan dulce debido a todos los restaurantes y pequeñas cafeterías que se ubicaban a su alrededor.

—Ahg, imbécil—la pelinegra murmuró al aire cuando un chico chocó contra ella, derramando café negro sobre su blusa favorita.

—Lo siento, lo siento—el chico comenzó a disculparse mientras levantaba la mirada, al verse mutuamente, el chico sonrió.

Serena lo miró boquiabierta. —Yo... ¿Marcus?

—Pero mira a quién tenemos aquí—Marcus soltó una risita al ver a la pelinegra frente a él y la ridícula situación en la cual se encontraban—. ¿Qué haces aquí?

— ¿Qué hago aquí? Más bien, ¿qué haces tú aquí?—Serena frunció el ceño.

—Yo vivo aquí—Marcus puntualizó divertido—, y tú vives en Manhattan.

—No... ya no—Serena rodó los ojos—. Ahora vivo en Woods.

Marcus elevó ambas de sus cejas. — ¿Woods academy? Eso sí que es nuevo.

— ¿Te digo que no es nuevo? Que me sigas derramando café encima—Serena le reprocho, Marcus soltó una carcajada.

—Las buenas costumbres nunca se pierden—Marcus comentó sarcástico. Serena no se lo podía creer.

Marcus, el chico del cual se había enamorado hace tantos años estaba justo frente a ella, claro que recordaba que él vivía en Alemania pero nunca se le pasó por la cabeza que en un país tan grande se pudieran encontrar.

—Al parecer te debo un café—la ojiazul siguió con la conversación, Marcus miró su bebida ya vacía en su mano.

—Yo creo que sí—el chico hizo una pausa mientras la analizaba de arriba a abajo—. Y yo te debo una blusa nueva.

Serena sonrió.

Estar ahí con él era como regresar de una extraña manera al pasado, donde sus únicas preocupaciones eran las pasarelas de moda y que atuendo ocuparía en la gala del año. Marcus era parte de su historia y verlo ahí, frente a ella, era una clase de deja vu.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora