29. Formalizar la relación

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Serena odiaba el jet lag.

No había sensación más desagradable que la de sentirse atrapada en un limbo horario, con su reloj biológico desquiciado. El vuelo de Alemania de regreso a Estados Unidos no había sido la excepción, y la tormenta que había sacudido el avión durante la mitad del trayecto solo empeoró las cosas.

La ojiazul había intentado dormir durante el vuelo, pero su mente inquieta no se lo había permitido. En lugar de eso, había pasado horas mirando por la ventanilla, contemplando las luces de las ciudades europeas que se alejaban a medida que el avión avanzaba sobre el Atlántico. Las nubes habían sido su única compañía, cubriendo el paisaje nocturno y ocultando las estrellas que, de otra manera, habrían sido un bálsamo para su alma inquieta.

Serena había estado pensativa durante todo el vuelo, reflexionando sobre lo que había pasado en Alemania. Había sido una experiencia inolvidable, sin duda.

Pero ahora, mientras el avión se acercaba a su destino en Estados Unidos, una sensación agridulce se apoderaba de ella.

El regreso a su país natal le provocaba emociones encontradas.

Mientras el avión descendía hacia su destino, las luces del amanecer se filtraron a través de las ventanas, bañando el interior del avión en una luz tenue y dorada. Serena se estiró en su asiento, intentando sacudirse la somnolencia que la había envuelto. Estaba ansiosa por llegar a casa y reunirse con su familia, pero al mismo tiempo, el jet lag la hacía sentirse como una extraña en su propio cuerpo.

El anuncio del piloto sobre el aterrizaje inminente la sacó de sus pensamientos. Serena ajustó su cinturón de seguridad y se preparó para afrontar el jet lag que sabía que la esperaba. Mientras el avión tocaba tierra, una mezcla de emoción y melancolía la invadió. No sabía qué depararía el futuro de vuelta en su país.

Una vez en tierra, Serena se dirigió hacia la aduana, donde se unió a la larga fila de pasajeros esperando su turno. Mientras esperaba, se sumió en sus pensamientos una vez más.

Estaba agotada.

Pero, no pudo resistir que una sonrisa apareciera en su rostro cuano viualizo a Daniel en la sala de espera del aeropuerto, esperando por ella.

Mientras avanzaba hacia la salida, Serena divisó a Daniel al final del pasillo, sosteniendo un cartel que decía "Bienvenida a casa, Serena". Una risa nerviosa escapó de sus labios cuando lo vio. Llevaba una camiseta negra y jeans desgastados, y se veía tan guapo como siempre. Con cada paso, su corazón latía más rápido.

Cuando finalmente se encontraron, el abrazo fue tan cálido como el sol de verano.

Daniel la tomó en sus brazos y la levantó ligeramente del suelo, haciéndola sentir como si estuviera flotando en el aire. —Te extrañé muchísimo, hottie—dijo Daniel con una sonrisa que hacía que sus ojos se arrugaran en comisuras.

Serena le devolvió el abrazo con fuerza. —Yo también te extrañé, Daniel. No sabes cuánto—sus palabras eran un susurro sincero en su oído.

Se apartaron lo suficiente para mirarse el uno al otro. Daniel acarició su mejilla y murmuró, —Te ves hermosa, como siempre.

Serena sonrió y le acarició el cabello. —Tú también te ves bien. Estaba deseando verte.

La conexión entre ellos era palpable, y el aeropuerto ruidoso desapareció por completo en ese momento. Los demás pasajeros y las prisas del viaje quedaron en segundo plano mientras se perdían en la mirada del otro.

Daniel tomó su mano y dijo, —Vámonos de aquí, te tengo una sorpresa.

Serena asintió con emoción y siguió a Daniel, con la mano entrelazada y una sonrisa que iluminaba su rostro. El reencuentro, aunque cursi, era exactamente lo que necesitaban para recordarse mutuamente cuánto significaban el uno para el otro. El aeropuerto se desvaneció a medida que se sumergieron en su propio mundo de amor y alegría.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora