40. Advertencia mortal

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—Gracias por traerme—Serena le dijo al agente de su lado. El agente que había estado a cargo de su interrogatorio la había traido hasta Woods en una patrulla—. No tenia porque.

—Tu madre no apareció, y se dio el veredicto de que alguien te esta usando para algo mucho más grande—el hombre dijo.

—Si... el panorama que me rodea siempre es agobiador—murmuro la ojiazul mientras soltaba un suspiro—. ¿Tendre protección? ¿Cierto?

—Estaremos vigilando—volvió a decir el hombre.

Serena asintió. —No me has dicho tu nombre.

—Agente Robin Hills—se presento—, estoy a cargo de este caso.

—Gracias por el aventón, agente Hills—sonrio levemente la pelinegra y salio de la patrulla.

— ¡Serena! —la llamo antes de que pudiera seguir camianado—. Tienes mi número, llama si necesitas algo. Cualquier cosa.

Serena intento darle una pequeña sonrisa pero en su lugar, una extraña mueca apareció en su rostro. Y entonces, siguió caminando.

El campus universitario estaba sumido en la quietud cuando Serena llegó a su dormitorio después de todo lo que había pasado. Las luces parpadeantes de los pasillos apenas iluminaban su camino, y el eco de sus pasos resonaba en el silencio. La pesadez en su corazón no cedía, y las imágenes de la conversación con Daniel seguían danzando en su mente como sombras persistentes.

Muchos estudiantes le dirigían miradass y susurraban mientras ella caminaba.

Esto no puede ponerse peor. Se dijo a si misma.

Al abrir la puerta de su habitación, Serena se sintió envuelta por la familiaridad de las cuatro paredes, pero esa simplicidad había quedado atrás, reemplazada por las complejidades de una trama oscura que la perseguía como una sombra indescifrable.

Se dejó caer en el borde de su cama, suspirando profundamente mientras repasaba mentalmente cada palabra que había compartido con Daniel. Las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, pero ella luchaba contra ellas, intentando mantener la compostura.

La conversación resonaba en su mente como una canción triste. Las preguntas sin respuesta, los reproches no pronunciados y el dolor palpable llenaban cada rincón de su consciencia. Daniel, el hombre al que amaba, ahora parecía estar a años luz de distancia.

El colchón bajo ella no ofrecía consuelo, y Serena sintió la necesidad de liberar la tormenta que se arremolinaba dentro de ella. Se puso de pie y caminó hacia la ventana, contemplando el paisaje que se extendía más allá de los límites del campus. Las luces titilantes de la ciudad le recordaban la vastedad del mundo exterior, un mundo que ahora parecía más amenazante que nunca.

Tomó una respiración profunda, sintiendo el nudo en su garganta mientras recordaba las palabras de Daniel. "No sé qué pensar, Serena. Pero necesito tiempo para procesar todo esto".

Esas palabras resonaban en su cabeza como un eco constante de la incertidumbre que se había instalado en su relación.

Serena caminó hasta su escritorio y abrió el cajón donde guardaba un pequeño frasco de hierba, era la que le había sobrado.

¿Lo haría?

En ese momento, necesitaba algo para calmar su mente frenética, aunque fuera temporalmente. Aunque fuera volver a caer.

Se sentó en el suelo, apoyada contra la pared, y comenzó a desmenuzar la hierba con manos temblorosas. El aroma terroso llenó la habitación mientras se concentraba en la tarea, intentando distraerse de la espiral de pensamientos que la envolvía.

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora