43. Bajo la superficie

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Serena abrió los ojos lentamente, su visión borrosa enfocándose gradualmente en las paredes blancas de la habitación del hospital. Se sentía cansada, como si hubiera estado atrapada en un sueño prolongado, pero la presencia de tubos y cables a su alrededor le recordó la realidad de su situación.

Otra vez aquí. Se rió internamente de ella misma.

Al girar la cabeza, vio a su madre, Kimberly, sentada junto a su cama. Los ojos de Kimberly reflejaban preocupación y alivio al mismo tiempo. Cuando notó que Serena estaba despierta, le dedicó una sonrisa cariñosa.

—Al fin despiertas, Serena—dijo Kimberly con ternura, algo que hizo a Serena fruncir el ceño. ¿Estaba soñando? —. Has estado aquí más tiempo del que a cualquiera de nosotras nos hubiera gustado.

Serena asintió débilmente, sintiendo la pesadez en cada movimiento. — ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Has estado inconsciente durante unos días. Los médicos dicen que te estás recuperando bien después de la cirugía—explicó Kimberly—, tuvieron que sacarte la bala en el quirófano, pero saliste bien de la cirugía.

A medida que la neblina de la anestesia se disipaba, la mente de Serena empezó a aclararse. Recordó la bodega, la confrontación con Anamelech, el disparo y la intervención oportuna del agente Hills.

— ¿Qué paso después...? —pregunto la pelinegra.

—Los agentes también capturaron a Sebastian y encontraron a una chica que estaba secuestrada en esa misma bodega—. No me quede a ver que paso después porque subi a la ambulancia contigo, pero me dijieron que tanto como Nicholas y Sebastian estaban bajo custodia.

—Bien...—murmuro la chica.

—Lo lamento, Serena—dijo Kimberly con pesar en su voz. —Lamento no haber sido honesta contigo desde el principio. Nunca quise que te involucraras en todo esto.

Serena, a pesar de su debilidad, asintió comprensivamente. —Ahora necesito saber la verdad.

Kimberly inhaló profundamente antes de responder. —Tu padre, Anamelech, tenía conexiones con un mundo peligroso. Él estaba involucrado en actividades ilegales y... en organizaciones criminales. Cuando decidí alejarme de ese mundo, Anamelech no lo tomó bien. Pero nunca pude alejarme completamente de él.

—Así que Anamelech es mi padre. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

Kimberly bajó la mirada, evitando el contacto visual. —Tu padre siempre fue un hombre peligroso, Serena. Quería protegerte de esa verdad. Despues, me converti en una Diheart... y decidi seguir con ese futuro. Volveremos a Manhattan juntas, Serena. Las cosas serán diferentes, pero de una manera mejor.

— ¿De verdad? —Serena arqueo una ceja.

—Se que no he sido la madre modelo pero... creo que has sufrido lo sufiente. Espero que algún día puedas perdonarme.

La puerta de la habitación se abrió en ese momento, revelando la figura de Daniel, el hijo del presidente. Su rostro reflejaba una mezcla de alivio y preocupación mientras entraba.

— ¿Cómo te sientes, Serena? preguntó Daniel, acercándose con cautela.

Serena esbozó una débil sonrisa. —Estoy mejorando... ¿Qué haces aquí?

Kimberly dio un paso hacia atrás. —Los dejare solos. Tengo que hablar con el doctor de todas maneras.

Cuando Kimberly sale de la pequeña habitación, el rubio se sienta en la cama, viendo a la ojiazul con cautela.

—Escuche lo que hiciste—murmuro el rubio—. Me lo dijo el agente Hills.

— ¿Lo conoces? —la pelingra preguntó.

—Es al agente que le pedi que te cuidara—Daniel confeso—. Al parecer, cumplio con su trabajo.

Serena miro al rubio y trago en seco. —De verdad lo lamento, Daniel. Espero que algún día puedas perdonarme.

—Lo haré—el chico pronuncio—, pero ahora entiendo porque lo hiciste.

Se miraron el uno al otro, sus miradas expresando una mezcla de arrepentimiento y deseo de reconciliación.

—Serena, siento mucho lo que has pasado—comenzó Daniel—. Nunca debiste haber estado involucrada en todo esto.

Serena suspiró. —No tienes que disculparte, Daniel. Las cosas han sido difíciles para ambos.

Daniel se acercó a la cama, tomando la mano de Serena con suavidad. —No deberías haber tenido que enfrentar todo esto sola. Si tan solo hubiera sabido antes...

Serena le interrumpió con una sonrisa reconfortante. —No puedes culparte por algo que no sabías. Todos estamos tratando de lidiar con nuestras propias verdades ahora. Daniel, nunca imaginé que las cosas tomarían este rumbo. No quería lastimarte.

Daniel asintió, expresando su propio remordimiento. —Yo tampoco quería que pasara esto.

—Estamos aquí ahora, Daniel—dijo Serena—. Y aunque las cosas son complicadas, creo que podemos encontrar una forma de seguir adelante.

Daniel la miró fijamente, sus ojos revelando la sinceridad de sus sentimientos. —Yo... siento mucho lo que pasó entre nosotros. No quiero perderte, Serena.

—Yo tampoco quiero perderte, Daniel. Pero creo que por ahora lo mejor será tomar caminos separados.

Se quedaron en silencio por un momento, permitiendo que las palabras se asentaran entre ellos. Daniel rompió el silencio con un suspiro. — ¿Puedes perdonarme, Serena?

Serena le sonrió con ternura. —No hay nada que perdonar. Te amo.

Daniel se acercó y la abrazó con cuidado. Fue un abrazo lleno de disculpas no habladas y la esperanza de un nuevo comienzo.

Serena correspondió al abrazo, sintiendo la conexión entre ellos fortalecerse a pesar de las cicatrices del pasado.

—Vamos a enfrentar esto juntos, Serena. Como amigos, como aliados—dijo Daniel, rompiendo el abrazo pero manteniendo la mirada.

Serena asintió, agradecida por la oportunidad de reconstruir lo que se había roto. —Sí, Daniel. Juntos.

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