18. Los pecados del amor

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>Maratón 2/5

Serena en toda su trayectoria en busca de Daniel por la recepción del evento, intentaba pensar en una buena excusa para decirle cuando le preguntara qué hacía ahí.

También intentaba encontrar a alguien conocido, pero no tenía ni puta idea de quiénes eran todas esas personas que la rodeaban, esto era una locura.

Necesitaba beber.

Buscó algún mesero con la mirada que estuviera repartiendo bebidas, hasta que dio con el pequeño bar que de seguro habían instalado para este gran show.

—Un martini doble con dos aceitunas por favor—se oyó decir, necesitaba aclarar su mente.

El chico detrás de la barra asintió y fue en busca de su trago, Serena lamentaba haber venido.

—Hola—escuchó una voz, la ojiazul levantó la mirada del taburete hacia un niño, no más de doce años que la miraba.

—Hola—respondió la chica, el niño le sonrió y tomó asiento junto a ella, a la pelinegra no le sorprendió su confiada actitud, todos los niños ricos eran así y si él estaba aquí, también era parte del club.

—Una piña colada, por favor—el niño le pidió al chico de antes cuando se volvió a acercar hacia acá con el trago que había pedido Serena.

— ¿Tus padres te dejan tomar alcohol?—la chica preguntó, el niño se encogió de hombros.

—Si lo hiciera, no creo que les importara, pero aun así les prohibieron a todos servirme, así que será una piña colada virgen.

Serena río. —A mi tampoco me dejaban beber.

— ¿Por qué?—indagó su acompañante.

Porque siempre que bebía de más, Serena se volvía el payaso de cualquier fiesta.

—No es bueno que uno beba a tan temprana edad—respondió la chica, dándole un trago a su copa.

El niño frunció el ceño. —Tu te ves bastante joven para beber, también.

—Gracias por el cumplido—Serena le guiño un ojo—, pero soy mayor de edad y a mi ya no me dicen nada.

— ¿No te regaña tu padre? El mío siempre regaña a mi hermano cuando llega crudo a la casa.

—No tengo padre—Serena soltó amargamente mientras se sorbía la nariz y miraba el vacío de su copa—, y dudo mucho que a mi madre le importe que esté cruda.

— ¿Qué le pasó a tu padre?—el niño preguntó, Serena lo volvió a mirar, el niño era rubio con unos lindos ojos avellana y unas pestañas largas.

—Ni yo lo sé —Serena soltó un bufido mientras tomaba una de las aceitunas y la metía con delicadeza a su boca—, mi vida da un poco de asco.

—No das asco—el niño negó sorprendido—. Eres la chica más bonita de todo el lugar.

—Gracias...—Serena agradeció y arqueo una ceja al no saber su nombre.

—James—el niño sonrió—, mi nombre es James.

—Bonito nombre—la pelinegra también le regaló un cumplido—. Yo soy Serena.

—Un bello nombre para una bella chica—respondió James, haciéndola reír y que un pequeño oinc escapará de sus labios, no dudaba que su alegría provenía del líquido que había bebido y de los comentarios del niño.

— ¿A mí me tomó meses hacerla reír y a ti te tomó unos minutos, James?—una voz más se unió a la conversación, Serena se calló de golpe al ver a Daniel con una media sonrisa mientras miraba al niño.

—Tu novia es muy simpática aunque algo masoquista—James respondió mientras observaba a la ojiazul de reojo—, tienes buen gusto hermano.

Serena abrió la boca ligeramente ante la gran revelación, que de seguro no era tan grande debido a que si lo pensaba, ambos eran como fotocopias, pero de seguro estaba lo suficientemente ebria como para no notarlo.

¿Cuántos martinis había bebido?

Los suficientes, su consciencia la reprochó.

— ¿Nos dejas un minuto, James?—Daniel le dijo a su hermano, el niño asintió mientras bebía de su copa y se alejaba.

—Serena...—Daniel la miró, la ojiazul sintió cómo su estómago se revolvía.

—Que tal, Einstein—Serena sonrió con falsa inocencia—. Tienes un hermano amigable.

— ¿Qué haces aquí?—el rubio le preguntó mientras tomaba el asiento que había dejado su hermano.

—Te diré la verdad—Serena vaciló mientras ponía una mano en su hombro, Daniel encarnó una ceja—, te extrañaba y decidí venir a hacerte compañía.

Daniel soltó una risita. —Cuando te invité me dijiste que no te apetecía venir.

—Me apeteció de repente—la ojiazul se encogió de hombros—, necesitaba una buena excusa para tomar algo... las clases me tienen loca.

Al parecer Daniel se lo cree porque se acerca hacia ella y le planta un pequeño beso sobre sus labios. —Si tenías ganas de beber, yo te hubiera acompañado.

— ¿Estás aquí, no?—Serena jugueteo con la palma de su mano—. Tu hermano es muy agradable.

—Lo es—Daniel concordó con orgullo—, aunque no permitiré que el mocoso te conquiste antes que yo.

—Todo el mundo cree que ya lo hiciste—Serena se mordió el labio, sin duda no estaba pensando en lo que decía.

—Nosotros no somos todo el mundo, solo tú y yo sabemos lo que pasa.

— ¿Amigos con beneficios?—Serena soltó con sarcasmo, haciendo reír al rubio.

—Yo diría amantes con un futuro próximo.

Serena le regaló una sonrisa y lo miró, mirando su perfecto rostro. Estaba cayendo por el.

Y ese siempre sería su más grande pecado.

***

El edificio estaba frío y Sebastian se rozó las manos al sentir como el frío del lugar recorría todo su cuerpo. Detestaba venir.

Recorrió los vacíos pasillos hasta bajar por las escaleras de caracol hacia la bodega.

Distintas voces se empezaron a hacer más presentes a medida que bajaba, lo primero que vio al llegar fue a varios mercenarios golpeando a un hombre atado a una silla, no pudo reconocer su rostro debido a toda la sangre.

Sebastian desvió la mirada y se encaminó en busca de Anamelech, o al menos así se le conocía al jefe de toda esta organización, debido a que se le consideraba un hombre oscuro, portador siempre de malas noticias y trabajos. Nadie conocía su nombre ni sobre su vida, solo se hablaba de todas las vidas con las que había terminado.

— ¡Sebastian!—el mencionado giro en su propio eje al ver a Malcom acercarse a él, Sebastian lo saludo con un movimiento de cabeza, dispuesto a seguir caminando.

—No has venido a los entrenamientos—Malcom le reprochó, Sebastián se encogió de hombros.

—Solo vine a hablar con Anamelech.

—No está—Malcom murmuró—, salió de aquí hace como tres horas.

Sebastian se retuvo de maldecir.

— ¿Cómo está ella?—Sebastian preguntó, desviando la mirada.

—Resistiendo, como todos.

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FL. <3

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