35. Entre gritos y silencios

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¿Cuántas veces hemos creído en la mentira, solo para descubrir que la verdad siempre emerge, imparable e inquebrantable?

La mentira, como una sombra engañosa, a menudo se deslizaba silenciosamente en nuestras vidas, envolviéndonos en su abrazo efímero. Pero, con el tiempo, la verdad emergía como el sol al amanecer, disipando la oscuridad y revelando cada rincón oculto.

Es tentador creer en la mentira. A veces nos ofrece consuelo momentáneo, nos permite construir castillos en el aire y vivir en mundos de ilusiones. Pero, al final, esos castillos se desmoronan, y nos enfrentamos a la realidad desnuda.

La verdad, pensó la pelingra, era como un faro firme en medio de la tormenta. Aunque a veces costara aceptarla, aunque hiriera y desgarrara, siempre prevalecía. La mentira podía tejer telarañas intrincadas, pero la verdad cortaba esas hebras con una claridad inquebrantable.

En la verdad encontramos nuestra autenticidad, nuestra fuerza. Es el cimiento sobre el cual construimos nuestras vidas. La mentira puede ser un pasajero furtivo, pero la verdad es la base sólida que perdura.

La verdad, tenía el poder de liberarnos. Aunque a veces resultara incómoda o dolorosa, era la única manera de alcanzar la plenitud. Se dio cuenta de que vivir en la mentira era como vivir en una cárcel de ilusiones, mientras que abrazar la verdad era liberarse de esas cadenas autoimpuestas.

— ¡Maldicion! ¡¿Por qué mierda no me lo dijiste?! ¿Por qué me dejaste volar hasta aquí sabiendo que Emery había sufrido un maldito accidente? ¡Tengo gana de matarte en estos momentos, Serena!

— ¡Me dijiste que no querias saber nada de ella!

— ¡Joder, pero no me referia a abandonarla sabiendo que estaba en coma!

—Marcus...—Serena intento acercarse a el pero el castaño dio un paso hacia atrás.

—No, lo mejor es que te vayas, necesito estar solo.

No, no podía permitirlo Serena.

Marcus era su cuartada, su lugar seguro.

—Marcus no puedes regresar con esa niña.

— ¡Esa niña puede morir y todo es mi culpa! —Marcus exploto.

Serena negó, intentando mantener la mente en el juego y una postura tranquila. —No puedes culparte toda la vida por acciones que toman las personas y terminan afectándote a ti. Acabas de salir de un juicio, ¿estas buscando entrar a otro?

—No—respondio Marcus con frialdad.

—Pues eso es lo que encontraras si regresas allí.

—Tienes que entenderme, Serena, yo... la amo.

Serena comenzaba a desesperarse. —Lo sé, pero recuerda que es menor de edad y eso solo complica muchísima las cosas. Le llevas diez años. Si la quieres deberías pensar en lo mejor para ella y en estos momentos créeme que no eres tú.

—Solo quiero verla, saber que esta bien.

Serena sentía su pequeño lugar seguro colapsar y hacerse polvo frente a sus ojos. No podía fallar su plan, no ahora que estaba sacrificando todo.

—Su padre solo te denunciará de nuevo si vuelves a acercarte y mucho más en esta situación, esta en coma, en algún momento despertara y cuando lo haga, lo mejor será que no estes presente

— ¿Por qué?

Serena trago en seco. ¿Qué le podría decir para convencerlo?

¿Qué es lo que ella más deseaba si tuviera la oportunidad?

Sweet Revenge ©  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora