Capítulo 3

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Había llegado el viernes y yo seguía sin conseguir trabajo. Lorenzo había conseguido que lo contrataran media jornada en el restaurante, pero era cierto, ese dinero no alcanzaría para pagar todas nuestras deudas.
Nervioso, volví a caminar por la calle. Estaba cerca de la casa de Martín, no dejaba de pensar en la locura que haría.
Pensar en que dentro de unos días cumpliríamos tres meses sin pagar la renta, me hizo coger valor y terminar de acercarme a su casa.

── Hola señor Elián, el señor Martín aún no ha llegado, pero puede pasar y esperarlo como siempre ──dijo Estela, la chica que se encargaba de cocinar.

── Gracias Estela ──entramos. Ella se fue a la cocina, volvió al poco tiempo con un vaso de zumo para mí, cuando le agradecí, se fue dejándome solo en el salón. Martín llegaría pronto, siempre come en casa.
Dejé el zumo en la mesa y busqué en el salón. No encontré nada, así que fui a su oficina.── Dios mío ──dije al ver la invitación encima de su escritorio.

── ¡Elián! ── lo escuché gritar.

── Mierda, mierda, mierda ──susurré y pasé la mano por mi pelo.

── ¡Me han dicho que estás aquí, ¿dónde estás?! ──nervioso y sin saber qué más hacer, cogí la invitación y la escondí en mi chaqueta── Aquí estás.

── Emm, sí ──me giré a verlo── como no llegabas, pasee por la casa, hacía tiempo que no entraba aquí, espero que no te moleste ──sonrió.

── Sabes que no me molesta, esta también es tu casa, tienes una jodida llave, no sé porqué no la usas.

── Sería como violar tu privacidad.

── Dices cada tontería, de verdad, que me dan ganas de matarte ──se acercó y me abrazó── sabes que aquí tienes una habitación para ti, puedes venir siempre que quieras.

── Lo sé, gracias.

── Bien, me vas a acompañar a comer, ¿verdad?

── Sí ──sonrió y salimos.

comimos y charlamos. Yo evitaba mirarlo mucho a los ojos por lo que acababa de hacer, le había robado, le había robado a una persona sumamente importante en mi vida, una persona que nunca ha dejado de preocuparse por mí y que siempre me ha protegido, incluso de mi padre. Me sentía la persona más sucia del mundo al hacerle eso.

── Bueno, ya me voy.

── Yo te llevo.

── No hace falta Martín.

── Regreso a la empresa, te dejo de paso.

── Está bien.

Salimos y nos acercamos al coche, esta vez conduciría su chófer. Después de indicarle a éste que primero me dejarían a mí en mi casa, subimos.
El teléfono de Martín sonó, se disculpó y contestó. Por suerte, estuvo todo el trayecto atendiendo la llamada, que parecía muy importante.

── No hace falta que se baje, Braulio ──hablé cuando llegamos a mi edificio, pues él tenía intención de abrirme la puerta.

── Está bien, gracias señor ──Martín tapó el teléfono para que no escucharan.

── Gracias por haber comido conmigo, nos vemos pronto.

── De acuerdo ──bajé a las prisas del coche. Tenía miedo de que la invitación se saliera de mi chaqueta en cualquier momento y Martín se diera cuenta de mi robo.
Nada más entrar en casa, saqué la invitación y la dejé en la mesita que estaba delante del sofá, me senté en este.
La estuve mirando mucho tiempo, pensando que lo mejor sería dejarla donde mismo la encontré. Mi amistad con Martín era más importante que eso, yo no podía robarle de esa forma, lo estaba traicionando.
Decidido, fui a la habitación, después de buscar en uno de mis cajones personales, encontré la llave de la casa de Martín, me la dió hace años, cuando la compró. Lorenzo no sabía que yo la tenía. 
Cogería esa invitación, iría a casa de Martín y la dejaría en su oficina, de donde nunca debí cogerla. 
Al volver al salón, maldije interiormente, pues Lorenzo sonreía mientras leía la invitación.

── No te escuché llegar ──dije.

── ¡Lo conseguiste! ──exclamó feliz── esta es la llave que nos abrirá la puerta a la riqueza y nos sacará de esta maldita pobreza, por fin. 

── Lorenzo ──me interrumpió──:

── Amor, esto nos va a sacar de todos nuestros problemas y tendremos la vida que siempre hemos soñado, es muy seguro que vivamos en una mansión ──fruncí el ceño.

── Yo nunca he soñado con una vida así, a mí me gusta que vivamos aquí, los dos juntos y felices.

── Elián, tienes muy poca aspiración en esta vida, hay que soñar en grande, disfrutar, vivir la vida que nos merecemos y que pronto tendremos gracias a esta invitación.

── Claro, robando y mintiendo.

── ¡Por Dios, Elián! Eres un exagerado, solo es una jodida invitación y luego varias mentiritas que le dirás a tu futura conquista.

── ¡Es una invitación que le he robado a mi hermano!

── ¡No es tu hermano de verdad! ¡No te sientas tan culpable!

── ¡Es mi hermano! ¡Por lo menos él no me obliga a hacer cosas que no quiero hacer! ──nos quedamos mirando.

── Sé que ahora te molesta ──dijo finalmente── pero ya verás que luego me lo agradecerás, me agradecerás que se me haya ocurrido este plan para salvar nuestras vidas y nuestra relación.

── Vete a la mierda ──dicho eso, salí hecho una furia de esa casa.

Como un maldito saqueador y mentiroso, regresé a la casa de Martín, y no solo eso, como un desvergonzado me atreví a usar la llave que me dió hace varios años para entrar.

── Señor Elián ──la interrumpí──:

── Estaré en la habitación que Martín asignó para mí, no necesito nada, gracias.

Subí las escaleras y fui directo a la habitación, nunca la había usado, pero sabía cuál era porque él me la enseñó en cuanto vine la primera vez.
Después de desvestirme entré a la ducha. Necesitaba calmar mi ira, que no hacía más que crecer cada vez que cruzaba palabras con Lorenzo desde hacía unos días.
Después de un largo rato bajo el chorro de la ducha, salí, sequé mi cuerpo, me puse el calzoncillo y me dejé caer en la cama no sin antes haber cerrado las cortinas.

Desperté por el ruido que estaba haciendo el teléfono, resoplé cuando ví que se trataba de Lorenzo y le colgué, no quería hablar con él.
Me bajé de la cama porque eran las diez de la noche, en estas horas, había logrado dormir mejor que en toda la semana.
Una vez cambiado, bajé.

── Que bueno que despertaste, te estaba esperando para cenar, tengo hambre ──dijo sonriendo── Me avisaron que estabas aquí, así que he traído sushi.

── Martín, yo…

── No empieces disculpándote por haber dormido en tu habitación porque te juro que te golpeo ──sonreí.

── Gracias ──nos sentamos en la mesa a cenar el sushi y a beber vino.

── ¿Discutiste con Lorenzo? ¿Por eso regresaste?

── Sí, pero no quiero hablar de eso, te lo digo para que no me preguntes.

── De acuerdo, sabes que cuentas conmigo y que ésta es tu casa.

── Lo sé, gracias.

Después de cenar, me despedí de él y subí a su coche, ya que él pidió que me llevaran a casa.

Conquistando a un millonario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora