Capítulo 42: Green Grass

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Dicen que uno nunca está preparado para ver a alguien que ama morir.

Algunos teorizan que es más difícil cuando la muerte es repentina, pero ¿Cuánto tiempo debe alguien agonizar hasta que sea suficiente para procesarlo?

También dicen que para alguien joven es más difícil de asimilar, especialmente cuando ese alguien quien muere es una figura importante en tu vida.

Murdoc ya era en adulto en su alma, porque había tenido que madurar rápido en un mundo dónde desear una infancia en sus circunstancias era el equivalente a no querer sobrevivir.

En su mente, ya tenía 40 años. Pero su corazón volvió a ser el de un niño cuando se arrugaba al pensar en que no volvería a ver a Miles.

Murdoc no rezaba, pero había rezado para que ese día no llegase, a pesar de que ya sabía que era inevitable. Así de terco es un corazón que sufre.

Se sintió estúpido porque siguió llorando como si acabara de enterarse, en vez de comportarse como pensaba que un adulto debería actuar y ser capaz de tragarse todo su dolor.

No importa lo mucho que deseó que todo fuese un sueño y encontrara a Miles a su lado, intacto y sano al despertar. Eso no sucedería.

Entonces, si lo sabía ¿por qué lloraba y se lamentaba como si pensara que era posible que se recuperase? ¿Por qué sufría como si no hubiese tenido idea de que Miles moriría aún cuando todos se lo repetían constantemente? No lo entendió.

Pero lo que más lo hizo sentir como un idiota era que si entendía que nunca sería capaz de entenderlo.

Y si sufría de sólo pensarlo ¿por qué quería ver su cara y sostener su mano mientras se iba? ¿Por qué corrió desesperadamente a su encuentro aún cuando sabía que Miles se aferraba a la vida sólo para ser capaz de morir a su lado?

¿Por qué? ¿Por qué Miles tenía que morir? ¿Por qué tenía que dejarlo solo? ¿Por qué tenía que amarlo tanto aún cuando tenía la certeza de que nunca volvería a verlo?

Murdoc llegó en cuestión de minutos al hospital, entrando en la habitación de Miles a toda prisa y sin aliento.

No entendió tampoco, cómo es que podía estar feliz de verlo incluso en ese momento.

Incluso cuando parecía un cascarón vacío de lo que solía ser Miles, Murdoc lo miró como si fuese el mismo hombre alto y poderoso que recordaba.

No fue capaz de decir nada, pero se acercó al notar que los ojos de Miles se movían con inquietud.

Tomó su mano mientras se le empapaba el rostro de lágrimas.

- Miles...Estoy aquí...- le avisó.

No era necesario que lo dijera, lo sabía, pero quería decirlo.

Podía verlo en sus ojos, Miles lo reconocía, esa mirada siempre había sido sólo para él.

De alguna manera, Miles superó las expectativas de Murdoc y le habló por última vez.

- Cuida a Noodle. - le suplicó. - Murdoc, perdón por no haber sido un padre mejor y por irme tan pronto.

- No digas eso...- soltó, con la voz rota. - Siempre haz sido mi héroe, mi padre, mi mejor amigo, todo...

Miles sonrió débilmente.

- Tienes que seguir tocando para que te escuche.

El azabache asintió, apretando el agarre en la mano ajena, como si quisiera conservar la sensación de aquella débil y seca mano apretando la suya hasta el último instante.

- Mi muchacho...Te amo, Murdoc...- soltó, su voz era cada vez más débil. - Aunque seas un llorón.

Murdoc soltó una risa débil entre lágrimas, sólo Miles podía encontrar la fuerza para decir algo así en esa situación.

- También te amo. - le recordó.

Los ojos de Miles parecían perder el brillo poco a poco.

- Cuídate...- tosió. - Por favor, sé feliz...

Y entonces ambos se miraron unos instantes, hasta que el rostro cubierto en lágrimas de Murdoc se convirtió en lo último que Miles vió antes de dejar de respirar.

La fuerza en su mano pareció desvanerse en el aire y Miles cerró los ojos cuando su cabeza se inclinó a un costado.

A Murdoc le pareció que estaba dormido por un instante, porque siempre dormía con la cabeza de costado.

Antes, Murdoc le abría el párpado a Miles para despertarlo.

Dejaba su viscoso y claro globo ocular al descubierto, hasta que la pupila negra comenzaba a moverse. Entonces, despertaba y se quejaba mientras se frotaba el ojo con la muñeca.

Murdoc le abrió el párpado, pero esta vez, la pupila se mantuvo inerte sin importar lo mucho que esperara.

Esas pupilas nunca volverían a moverse.

Esta vez, no importaba qué método usara, Miles nunca volvería a despertar.

Murdoc se sintió estúpido de nuevo, como si aquello no hubiese sido algo obvio desde el principio, como si se hubiese permitido a sí mismo guardar alguna esperanza de un resultado diferente hasta el último segundo.

Entonces empezó a llorar otra vez mientras se aferraba al cuerpo frío de Miles, como si buscara algún rastro de la calidez que solía caracterizarle, como si en el fondo de su corazón todavía sintiese que su llanto sería capaz de despertarle.

Y luego, volvió a sentirse estúpido cuando sus hermanos le encontraron abriéndole los párpados una última vez antes de abrazarlo.

No. No importaba cuanto se preparase, nunca habría sido capaz de entenderlo, de aceptarlo.

Pero no tenía otra opción, porque Miles no iba a regresar y él tenía que seguir adelante, porque es lo que lo vivos hacen, porque es lo que los adultos deben hacer.

Su corazón de niño parecía haber muerto con Miles, y Murdoc pensó que tal vez nunca fue un adulto, al menos no hasta que aceptó que se había ido.

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¿Habrá gente que siga leyendo esto? Jaja, espero que si. No tengo ninguna excusa, acabo de recordar que solía escribir fics ¿Ya había usado esta canción? Espero que no...

Rain Dogs (2doc AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora