Capítulo 33: Baby I'm a fool.

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-¡Hola a todos!- gritó Lolly, entrando en casa con una bolsa colgando de su mano, mientras luchaba con su cartera, que se resbalaba de su hombro.

Murdoc estaba sentado en la sala, leyendo un libro.

-¡Hey, Murdoc!- dijo con tono entusiasmado al verlo.- Traje dulces.- dijo, enseñándole la bolsa en su mano.- ¿Quieres unos?

Murdoc no se movió, despegó brevemente la mirada del libro sin producir ningún cambio en su rostro inexpresivo y la miró con frialdad.

-No, gracias.- contestó secamente, reanudando su lectura.

Lolly se encogió de hombros, dirigiéndose a la mesa.

Los tres pequeños chicos afroamericanos entraron corriendo a la habitación, gritando con entusiasmo.

-¡Lolly!- decían los tres alegremente. -¡Viniste!

Lolly les sonrió, inclinándose hacia ellos.

-Les traje dulces ¿quieren comer?- dijo con voz amable.

Los tres chicos comenzaron a saltar de felicidad, mientras Lolly sacaba los dulces de la bolsa.

Murdoc miraba la escena con frialdad y un rostro imperturbable, tratando de pasar desapercibido para que los tres chicos no le propusieran unirse a ellos para comer los dulces o jugar con Lolly.

Murdoc sabía cómo era Lolly en realidad.

Pos, Dave y Maseo la querían porque ella era amable con ellos y porque no les gustaba fijarse en los detalles.

Pero Murdoc sabía, sabía bien que ella no era buena.

Miles amaba tanto a Lolly que no veía lo que Murdoc veía.

O tal vez si lo veía, pero no le importaba.

Murdoc sabía que Lolly no le era fiel a Miles, y también sabía que ella todavía recibía dinero de hombres por salir con ellos.

Sabía bien que esos dulces no eran más que los restos de los regalos que le habían mandado sus amantes, sabía que esos guantes de cuero y ese abrigo de piel no se habían comprado solos tampoco, y sabía que el chupetón en su cuello no era obra de Miles.

Es por eso que no entendió cuando Miles le dijo que le propondría matrimonio a Lolly.

-¿¡Cómo es posible que vayas a arruinarte la vida de este modo!?-le gritó- ¡Pensaba que habías tenido suficiente desgracia en tu vida!

-Murdoc, por favor...-dijo con voz apagada.- No me juzgues, te lo suplico. Tú no lo entiendes, yo la amo...

-¡El amor con esa mujer no existe! ¡Ella nunca podrá amar a nadie!

-Murdoc...-susurró.

-¡Esa mujer es una sucia cualquiera!

Entonces Murdoc sintió algo que hace años que ya no sentía: Aquella familiar sensación de ardor en su mejilla caliente, aquella hinchazón instantánea, aquel dolor punzante.

Miles le había soltado una cachetada en la cara.

Murdoc volteó a verlo, incrédulo.

Miles se encontraba con la mano alzada, con la cara pálida y sudada y con los ojos bien abiertos y perdidos, como si su cuerpo se hubiese movido solo. Lucía sorprendido y arrepentido.

Murdoc lo miró serio, borrando toda señal de expresividad de su rostro.

-Jamás pensé que llegaría el día en que me recordases a él.- Sus palabras eran como filosos cuchillos y su mandíbula estaba tensa.

Miles se abrazó a él, llorando.

-¡Lo siento, lo siento! –sollozó.- ¡Lo siento tanto, Murdoc! ¡Mi cuerpo se movió solo! ¡Lo lamento tanto! ¡Soy un maldito monstruo! ¡Lo siento!

Murdoc sintió el cuerpo de Miles temblando y sus lágrimas derramándose en su hombro. Se aferró a él cuando sintió que sus piernas flaqueaban, y ambos terminaron de rodillas al suelo.

-¡Lo siento tanto! ¡No quería lastimarte! –dijo sumido en un llanto desconsolado, negando con la cabeza. - ¡La amo tanto, Murdoc! ¡No sé qué más hacer! ¡Esto tan desesperado! ¡Moriré si ella se va y no vuelvo a verla!

Murdoc no lloró, no tembló, ni dijo nada más. Mantuvo su rostro frío y serio, como entre resignado y exhausto.

Y observó durante la cena de esa noche, con los ojos carentes de brillo y sin expresión alguna, como Miles aceptaba los futuros golpes del destino, ofreciéndole a Lolly el anillo de su abuela, y cómo Lolly le lanzaba una pequeña sonrisa de superioridad antes de aceptarlo.

En aquella misma madrugada, Murdoc estaba sentado en la terraza mirando la luna, cuando Miles entró para sentarse a su lado.

Miles sabía que Murdoc no diría nada, así que simplemente lo envolvió con su brazo, descansando su mano en uno de sus hombros y la cabeza en el otro.

-Lo siento mucho, amigo.- dijo.- ¿Serás mi padrino, verdad?

Murdoc no dijo nada, tan solo llevó su mano a la mano ajena, que reposaba en su hombro.

-Tú tampoco me vayas a dejar nunca ¿sí?- dijo, acomodando su cabeza en el hombro de Murdoc, cerrando los ojos.

Murdoc sólo apretó el agarre en la mano de Miles, mordiéndose los labios.

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Les recomiendo que escuchen la canción para más feelings.

He de confesar que me dolió un poco escribir la escena de la cachetada, pero me pareció apropiada para transmitir la magnitud de los sentimientos de Miles y Murdoc. Gracias por leer, trataré de no tardar tanto en actualizar de nuevo.

Rain Dogs (2doc AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora