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06| Una esposa para el príncipe

-¿Por qué dices que tenéis problemas con ese reino?- pregunté una vez más, había estado hablando más de dos horas sobre sus conflictos y todos los problemas que ese reino hacía contra el suyo, pero sinceramente, no había entendido nada.

El príncipe suspiró pesadamente, cogió una moneda de oro y la comenzó a rodar entre sus dedos. Estaba apoyado en su escritorio de madera y yo estaba sentada delante de él, esta postura no dejaba demasiado espacio a la imaginación.

Pero no era momento para ello. Centrate Valeria.

-Hace años, mi abuelo, el rey Salomón le prometió al rey de ese reino la mano de mi madre, ella era una niña así que no se le dió demasiada importancia a lo que ella opinase. Como era un tratado de paz al mismo tiempo que un matrimonio arreglado, durante los años que tardó mi madre en crecer para convertirse en una buena esposa estuvieron en paz.

>Pero a mi madre nunca le han gustado las reglas, quería casarse sí, y mantener la paz. Pero no quería casarse con alguien casi veinte años mayor que ella. Así que cuando se acercaba la fecha del enlace mi madre habló con mi abuelo. Tras bastantes súplicas por parte de ella y bastantes peleas y conflictos con mi abuela, quien no aprobaba aquello, mi abuelo canceló el compromiso.

>El rey Sulivan, quien se iba a casar con mi madre, nunca ha aceptado aquello. Piensa que ella le pertenece, y no descansará hasta que mi madre sea suya. Pero mis padres se aman demasiado como para dejarse ir en algo tan anticuado.

-¿Ya no hay matrimonios arreglados?

El príncipe se quedó un momento parado, y la moneda dejó de girar entre sus dedos. Ajá, mala señal.

-Si, por supuesto que hay, solo que ya no se ven tanto o la gente intenta evitar que se comente sobre ellos.

-¿Y tú...tú te vas a casar con alguien?- qué pregunta más estúpida, se iba a casar conmigo, ya tuviera que hacerle quince amarres.

-Estimada Valeria, ¿pregunta usted si a mi me han vendido como cebo en un matrimonio?

Asentí con la cabeza, qué vergüenza.

El príncipe rió -no, no lo han hecho ni lo van a hacer. Mis padres saben bastante bien lo que acarrea un compromiso con alguien que no quieres.

Asentí otra vez, me sentía estúpida.

-¿Nunca te vas a casar?

-Querida Valeria, yo no he dicho eso. Únicamente pienso casarme por amor- respondió mirándome. El brillo en sus ojos me hacía saber que le haría ilusión casarse y formar una familia algún día.

-¿Y tienes alguna pretendienta predilecta? ¿Alguna con la que quieras pasar el resto de tu vida?- bromee. Ojalá fuese yo. Qué estúpida.

El príncipe se puso de todos los tonos de rojo, pensaba que se estaba ahogando, pero solo era la vergüenza en su máximo esplendor.

-Mm si, bueno. Hay una damisela... me llama bastante la atención, pero ella no ha de sentir lo mismo por mi- menciono cabizbajo y abochornado.

Que tierno.

-¿Por?- quise saber. Si era una cotilla extrema.

-Es extraña, incluso a veces rara- admite. El color rojo de sus mejillas, se ve que le gusta bastante.

-Podrías tirarle la caña.

-¿Tirarle la qué?- pregunta confundido.

-La caña- repito.

-¿Como a un pez? No es un pez.

Ah, claro, no es mí época, él no sabe lo que significa tirar la caña.

-Podrías cortejarla- digo, tras buscar las palabras adecuadas y que creo que entenderá.

El príncipe se ríe en mis propias narices.

-Estimada Valeria de Miami, para poder cortejar a una dama debo tener el permiso de mis progenitores.

¿Qué?

-Y, ¿por qué?- casi gritó con la voz aguda. Eso era una gran tontería.

-Debido a que tras el cortejo viene una gran ceremonia de compromiso, por lo que, si mi persona quisiera cortejar a la dama ella debería ser mi esposa más tarde.

-Pero..¿Y si ella no quiere?

-Fácil, no hace falta que quiera o no ya sabe usted, noble Valeria, que cae sobre mí una maldición. Por lo que, toda dama que yo desee cortejar, siempre dirá que no, o en el peor caso desaparecerá, como las anteriores.

Osea, que era cierto, según los libros de historia Arturo nunca se casó debido a su maldición, pero tal vez eso pueda cambiar. Y a la página que cotillee.

Lo miro con una sonrisa pícara en el rostro, iba a hacer muchos cambios antes de tratar de volver a casa.

-Bien, habrá que buscar una solución a tu maldición y... Una esposa para el príncipe.

El color de sus mejillas se dispara, tose varias veces atragantado por su saliva. Y me mira con los ojos desorbitados.

-¿Enserio?

-Claro, te ayudaré- oculto mis planes reales, él no tiene que enterarse, por ahora.

Una sonrisa perfecta, blanca y de ensueño se expande en su rostro mientras me mira. Me lo pido, atrás perras.

-Gracias.

No llevaba ni dos días aquí y ya quería hacer demasiados cambios en este siglo, definitivamente cuando lograra volver a casa debería de hablar seriamente con Stacy. Se iba a pensar que estoy loca.

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Nota de la autora:

Holaa, ¿qué tal? Me paso por aquí para decir que habrá actualizaciones cada sábado (por si no lo dije ya). A partir de finales de junio subiré más capítulos y lo haré más rápido (los globales me tienen asfixiada jajaj)

Y recordar que podeís seguirme en mis redes sociales donde soy la mayor fan de mi historia, y donde se podrá ver adelantos de otras historias que tengo pensado subir pronto.

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Besitos de tarta de durazno🍰 Nos vemos en el siguiente capítulo :))

Hera🧋

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora