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34| La voz

-¡Atrapadla!

Cada vez sentía los caballos más cerca mía, madre mía.

Iba a morir.

Mierda.

-¡Que no escape!

Me dí cuenta de que había elegido el camino incorrecto cuando ví el gran acantilado.

¡Iba a morir de las dos maneras!

Valila no te detengas.

Dijo la voz.

¿Valila? ¿Yo era Valila?

Valila, salta. Continúa corriendo y salta.

Ah claro, que muera de la forma más loca.

-¡Valeria, detengase!- escuché a Cire gritar.

Que ella me gritara me enfureció.

-¡Claro, porque ahora que compartimos prometido te tengo que hacer caso, bicha!- Le grité de vuelta.

-¡Detengase!- Ahora era Arturo quién gritaba.

Pero yo no podía parar de correr. La idea de tirarme por el acantilado era más tentadora que la de irme con ellos. Y adrenalina pura era lo que sentía correr por mis venas.

-¡Valeria, detengase y terminemos esto!-gritó  otra vez Cire.

-¡Qué te calles traidora quita novios!

-Comprendelo querida, él ya no te quiere- esta vez la voz de Cire, sonó más cerca mía, por lo que aceleré el paso antes de gritarle de vuelta.

-Al menos yo no necesité de un hechizo para que se enamorara de mí- respondí enfurecida.

Sentí los galopes de un caballo acercarse más a mí, tras el grito de frustración de Cire.

¡Ja por maldita!

Pero, el acantilado estaba cada vez más cerca de mí  o yo de él, no lo sé.

Valeria, salta.

Otra vez la voz. No quise detenerme, no iba a entregarme.

Así que cuando el final de la tierra firme me recibió, yo salté sin pensar mucho y caí al abismo.

Sentí que en cualquier momento iba a morir, ¿podía morir del miedo? Creo que si.

Miré hacía arriba  mientras caía y ví a Arturo asomarse al acantilado, sus ojos verdes brillaban en la oscuridad.

Sentí el impacto del agua contra mi cuerpo y ¡estaba viva!

Nadé hacía la superficie, pegandome lo más que pude a las rocas para que nadie me viese. Y respiré como si fuera la primera vez, había tragado mucha agua.

Ví la orilla no muy lejos de donde yo estaba, nade hacía allí aún cuando no me quedaban fuerzas. La adrenalina había abandonado mi cuerpo, sentí que en cualquier momento iba a desfallecer.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora