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09| Alianzas y no poder despertar

No me gustaba soñar, de hecho, no recuerdo la última vez que fuí capaz de dormir de un tirón. Casi todas las noches sufría de pesadillas, donde siempre Stacy entraba en la habitación, dejaba una pastilla relajante y se volvía a marchar, no podía decir que esa indiferencia suya me gustara, pero tampoco me disgustaba que me dejara mi espacio. Sí vale, soy rara, muy rara.

En el tiempo que pasé con Stacy en su casa, en nuestra casa, me dí cuenta de muchas cosas, como por ejemplo lo mucho que me gustaba tener mi espacio personal, o lo mucho que podía llegar a preocuparse por mí, aunque no lo pareciera, o por Bob su novio (creo que nunca dije el nombre de este sujeto).

Stacy podía ser pasota la mayoría del tiempo y podíamos haber tenido una única conversación desde que me había adoptado, pero ella me entendía, a su modo, pero lograba entenderme. Sabía que a ella no le gustaba conversar pero a mí tampoco, en cambio su novio, Bob, hablaba todo el tiempo, parecía un loro parlanchín. Una vez estábamos los tres cenando pizza en el salón y él no dejaba de hablar, tanto que llegó un punto en el que ni Stacy ni yo le estábamos prestando atención al pobre, ambas nos miramos a los ojos y dijimos a la vez: eres un loro parlanchín. Ahí me di cuenta de que, tal vez, Stacy y yo nos parecíamos más de lo que creía.

Me reí mucho aquella noche, aún recuerdo nuestras carcajadas, al igual que también recuerdo que fue la primera noche que no tuve pesadillas en meses. Hoy era la segunda.

Apenas recordaba nada, mi caminata con la reina fuera de palacio, la tienda de las piedras preciosas y como defendí a Valtea de aquellos abusones, por no llamarlos de otra manera. Pero nada más.

El cuerpo me pesaba, si mi cuenta no era errónea, llevaba cuatro días aquí, los golpes y arañazos en mi cuerpo habían mejorado bastante, ya no me dolía al respirar y tampoco sentía un nudo en el cuerpo que hiciera que me retorciera de dolor, sufría dolor, pero era mínimo y soportable. Gracias a las curanderas de la reina y sus cuidados.

Aún así, sentía que ahora mismo, mi cuerpo pesaba como un toro. Y la cabeza me ardía. Ni siquiera sabía si estaba respirando realmente.

-¿Valeria?- una voz, suave, cálida y cariñosa me envuelve. ¿Cuándo alguien me había hablado con tanto amor? Nunca.

Moví mi cabeza inconscientemente hacía el lugar del que provenía aquella voz, no abrí los ojos. El cuello me crujió, debía llevar mucho tiempo en aquella postura, era cómoda.  Muy cómoda.

-Valeria, soy yo, abre los ojos- la voz, aquella que me había parecido cariñosa, calida y suave, se convirtió en una áspera, dura y sin nada de cariño o apreciación en ella.

No los abrí.

Sentí movimiento a mi alrededor, seguí sin abrir los ojos. Me había pasado infinidad de veces en el último año, yo me despertaba, sentía el cuerpo pesado, una voz cariñosa me llamaba y yo giraba la cabeza hacía allí, siempre sin abrir los ojos, el cuello me crujía y la voz se transformaba en una maliciosa. Siempre el mismo sueño, siempre el mismo final.

Ahora vendrán,  comenzaran a zarandearme y yo me despertaré, sola, sudorosa y con la respiración agitada.

Solo que aquello no pasó, fruncí el ceño, pero seguí sin abrir lo ojos. Hacía un par de meses había aprendido a que nunca debía abrir los ojos cuando me encontrara en aquel tipo de trance.

No sentí nada, ni la voz, ni los movimientos, ni como nadie trataba de zarandearme, tampoco me despertaba.

Arturo

-Los caballeros de Mauricio deberían ir hacía el norte, allí podrían cubrir más terreno. Se encontran con el río, por lo que serían bastante fácil de ver si hay alguien tratando de atravesar las fronteras.

>Los caballeros del rey Enrique que se marchen a la montaña, al sur, si el mago ha escapado hacía allá podrán encontrarlo con facilidad. No es sencillo pasar por la montaña, tardará años en cruzarla de un lado a otro si no lleva el material y los instrumentos necesarios.

>Nuestros caballeros harán guardias constantes entre el bosque y la puebla, los dividieremos en dos grupos, un tercio de los caballeros se quedará aquí,  el resto marchará a vigilar el bosque. Cualquier movimiento por lo mínimo que sea deberá ser informado.

>Y los caballeros de Monroe se dividiran en grupos, da igual la cantidad, quiero hombres capaces en todas mis fronteras.

Padre deja de hablar. La reunión con nuestros aliados y amigos esta saliendo considerablemente bien. Si conseguimos que nos ayuden a encontrar al mago que me maldijo hace años tal vez la maldición pueda romperse.

-Príncipe- el llamado del rey Enrique me hace girar el rostro hacía él.- ¿es cierto, eso que comentan sobre usted?

Mi rostro debe expresar mi total confusión, ya que el rey se apresura a aclararlo.

-Sobre vuestra prometida.

Ah, eso.

-Sí- miento descaradamente mirando a mi padre, quien parece conforme con mi mentira.

Todos los reyes presentes en la reunión asienten, creo que eso es una buena noticia para ellos. Creo que no querían que me casara con ninguna de sus hijas.

-¿Y cuando podremos conocer a la señorita que ha robado su corazón?- la pregunta del rey Mauricio me hace sentirme miserable.

No me gustaba mentir y lo estaba haciendo. Además, Valeria no se había robado nada mío, y mucho menos mi corazón.

Tal vez mi atención sí, pero mi corazón no.

-Mi prometida se encuentra indispuesta en estos momentos.

Las caras decepcionadas de todos los presentes me hace caer de bruces en la realidad. Seguramente querian conocer a Valeria para comprobar si era bonita o como le habían podido contar en el pueblo.

Padre da por finalizada la reunión tras un repaso rápido a nuestros planes, los reyes de los reinos aliados salen del despacho.

-¿Sabes que tu mentira no va a llegar a ningún lado cierto, Arturo?

Asiento sin mirarlo, no podría ver la vergüenza en sus ojos.

-Lo sé, ella se marchará en cuánto me ayude a encontrar una esposa de verdad.

Mi padre se planta frente a mí, mirandome minuciosamente. Puedo escuchar las preguntas que se formulan en su cabeza pero no se atreve a mencionar.

-¿Ella hará eso? ¿Te buscara mujer y luego se marchará?

Asiento avergonzado. Sonaba penoso.

Padre vuelve a asentir, su silencio me mata, necesito que me diga algo. Que me bañe con su sabiduría.  No conocía a nadie tan sabio como el rey, mi padre, y el hecho de que guardase silencio en lugar de contarme lo que pasaba por su cabeza me hacia sentirme avergonzado y nervioso.

-Di padre- pido.

-Creo que esa mujer te va a generar más conflictos que buscarte una mujer de verdad.

Las palabras de mi padre me dan de lleno, ¿qué quería decir?

-No preguntes Arturo, solo enfocate en encontrar al mago que te embrujó y matarlo. Luego solucionaremos lo de buscarte una esposa- pronuncia retirandose de la estancia.

Y me deja allí, con las palabras en la boca.

Estupendo.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora