||Epílogo||

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Epílogo ||  La importancia de la calcedonia

Ciro se gira completamente para mirarme, siento mis ojos arder en señal de que se han puesto de color morado.

El brujo me mira con una sonrisa.

Sabe a lo que he venido, sabe que alguien aquí perderá.

Antes de poder decir nada más, incluso de acercarme un paso más hacía el altar, el cuál no está tan lejos.  De detrás de la espalda de Ciro sale un niño pequeño, con el cabello castaño claro y los ojos verdes.

-Mira, Edahi- el brujo me señaló- Saluda a mamá.

Los ojos verdes de Edahi conectaron con los míos, un escalofrío sacudió mi espalda vertebral.

Mi mirada pasó rápidamente a Arturo, que estaba aún en el altar junto a Cire, pero que, ahora, el color de sus ojos habían comenzado a parpadear entre el verde y el azul.

Estaba luchando por tener el control.

Él también miraba la escena atónito.

Unït tenía razón.

Volví mi vista rápidamente a Ciro quién aún me miraba sonriendo, dí un paso adelante con toda la furia y la ira acumulandose en mi interior.

-¡Es mío!- grité.

-Ni siquiera te acordabas de él hasta que te lo han servido en bandeja de plata, Valeria- respondió el brujo.

Una oleada de sentimientos me recorrió: vergüenza, ira, furia, miedo.  Todas corrían por mi interior.

-¡Eso no te da derecho a llevarte al hijo de nadie!

Entonces, un recuerdo vino a mí.

Día de la boda (De Arturo y Valeria)

Antes del secuestro.

-¡Marchate!- exclamé- Es de mala suerte ver a la novia antes de la boda.

Arturo rió tras la cortina pero aún así lo note darse la vuelta.

-¿Ni un besito?- preguntó.

-¡Marchate papá!- exclamó Edahi a mi lado.

Aún lo estaba vistiendo a él. No me fiaba mucho de Unït vistiendolo, ni él tampoco se fiaba mucho de los criterios de la ninfa para vestirlo.

Terminé de anudar la pequeña corbata que Arturo había mandado a hacer para Edahi y me levanté del suelo alisandome el vestido de novia.

-¿Estoy guapo, mami?- preguntó mientras se dirigía al espejo de cuerpo entero para verse.

-Precioso.

-Tú también estás preciosa mami, papá va a llorar cuando te vea.

Sonreí y le dí un besito en la cabeza.

-Vamos Edahi, los invitados nos esperan.

Mi pequeño me dió la mano y, cuando nos disponiamos a salir de la habitación,   un torbellino negro invadió la habitación.

Me dí la vuelta colocándo a Edahi tras mi espalda.

Ciro, el brujo que había hechizado a Arturo, estaba frente a nosotros. Mi boca se abrió pero no emitió ningún sonido.

¿Qué?

-Buenas noches, gran hechicera- saludó.

De nuevo, no fuí capaz de emitir ningún sonido.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora