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29|El despertar de Arturo

Narrador Omnisciente

Las cosas estaban tranquilas, el ambiente en palacio se había relajado, ya no se percibía aquella tensión palpitante que causaba que todos los habitantes de palacio se mantuvieran intranquilos.

La situación no había mejorado mucho, y las circunstancias no favorecían mucho. El joven heredero seguía en un estado de inconsciencia y la reina, su amada madre, no dormía pensando que en cualquier momento pudiese perder a su pequeño.

Por otro lado, el rey, quién tampoco había descansado mucho, trabajaba mano a mano con los magos del consejo de magia, quienes ahora eran sus aliados. Trabajaban en distintas labores a la vez.

Habían dejado de lado por unos instantes la búsqueda masiva del mago que había hechizado a su hijo, pues, ya sabían perfectamente con quién estaba este. Los asuntos de estado, también habían sido dejado de lados por el rey, ahora Omir, su consejero real, era quién se encargaba de ellos mientras el rey y sus peticiones no ocuparan todo su tiempo.

En estos momentos, papeles, planes de ataque, mapas, etc., era lo que volaban por el despacho del rey. Allí, se encontraba el consejo de magia, los reyes aliados y Omir. El rey, quién no paraba de desechar ideas y planes, no hacía otra cosa más que gruñir y quejarse.

Ni un solo plan le había gustado. Ni uno.

Monroe, el rey, el padre de Joe Monroe, se acercó al rey. Lo consideraba un buen amigo, puede que más que eso, pero no podía admitirlo.

-Majestad, podríamos usarla. Es el plan que su hijo tenía inicialmente.

-Mi hijo está como está por seguir su plan, ¿te sigue pareciendo un plan razonable?

El rey, quién tampoco había descansado buscando a quién le había hecho aquello a su hijo, se estaba irritando. Su mujer se había negado a usar a Cire, y su único hijo, había resultado herido tras haber ido a buscarla. No podían tocarla, no podían ni seguir planteándose esa opción.

-Majestad, si me lo permite, creo que deberíamos esperar a que el reino de Salomón ataque.

Justo cuando el rey iba a gritarle a Omir, quién había hecho aquella horrorosa petición, la reina entró en el despacho sorprendiendolos a todos y gritó:

-¡Ha despertado!

No tuvo que decir más, todo el mundo en aquella sala salió corriendo en dirección hacía los aposentos del príncipe.Tras aquella puerta se encontraba Arturo en compañía de Niela, quién, con sumo cuidado le daba de beber al príncipe, tratando de que ni una sola gota de aquel verde y espeso líquido verde se vertiera fuera de la boca del príncipe.

Aquel, que con tanta sed había despertado, no se había dado cuenta de que no era agua lo que estaba bebiendo.

Por otro lado, alguien en las sombras del jardín real miraba a la joven Valeria pelearse con unas malas hierbas. Un solo movimiento de la mano de este individuo bastó para que la chica saliera impulsada hacía atrás y cayera de culo, eso sí, las malas hierbas cayeron con ella.

Una sonrisa victoriosa alumbraba su rostro.

-Te dije que podía- dijo con una chulería poco propia de ella, pero que de vez en cuando salía a la luz para hacerle notar a Ricardo que era capaz de hacer todo lo que se proponía.

-Ahora dime cual es la cuchara para la sopa y cual es el cuchillo para el pan, chulilla.

-Ni lo sé, ni me importa. Comeré con el que más agusto esté, ¿Por qué debería seguir esas normas? Ni siquiera soy de la realeza.

-No. Pero salir con el príncipe y estar prometidos te convierte en princesa.

La boca de Valeria se abrió formando una pequeña ''o'' con sus labios.

-Me sigue dando igual- anunció la joven.

Ricardo rió divertido a sus espaldas, hasta que sintió un leve cosquilleo en la espina dorsal, aquel simple gesto le hizo mirar hacía el bosque. Un pequeño bosque que años atrás había plantado el anterior rey en mitad del pueblo, apenas se podía ver nada a través de él, pero aún así, a Ricardo le pareció ver una sombra.

Cuando Ricardo quiso decirle a Valeria que mejor fueran dentro de las caballerizas, Joe Monroe apareció corriendo y se plantó delante de su amiga.

-Ha despertado.

Esas únicas palabras causaron que Valeria dejará caer la regadera con la que estaba regando sus muchos claveles blancos y corriera tras Joe Monroe.

Ricardo no tuvo que hacer otra cosa que seguirla a ella también. Ya podría limpiar las caballerizas más tarde.

Cuando Valeria se presentó en la habitación de Arturo supo que algo no estaba bien, y no por el hecho de que Niela estuviese en la habitación, ni porque lo primero que hizo la reina nada más entrar fuese abrazarla, sino porque Arturo la miraba con desprecio. Como si no la reconociera.

Como si no supiera quién era.

Joe Monroe, que había sido el primero en darse cuenta de que algo andaba mal miró a Valeria, pero esta, le devolvió la mirada confundida. No sabía que estaba sucediendo.

Pero lo que más la confundió, fueron las palabras que Arturo dijo mirándola:

-¿Quién eres?

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora