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05| Planes

El vestido que había elegido ponerme esa mañana era rojo, si, rojo. Y me quedaba todavía más ceñido que el camisón, claramente realzaba mis tributos más. Era por lo menos una talla menos que la mía y era larguísimo, me llegaba por los tobillos y lo único que dejaba ver era unos zapatos raros que también me habían dado. El vestido tampoco dejaba ver mis brazos, estos estaban cubiertos por unas mangas que se ajustaban demasiado a ellos. Y el vestido iba entallado desde mis pechos hasta la cintura, donde se abría levemente, un poco y solo un poco.

Sinceramente, casi no podía respirar. Y no sabía si era por el dolor de mis costillas o porque era demasiado apretado. Igualmente,  respirar dolía.

Me peine y coloqué una de las cintas que me habían dado sobre mi pelo, ahora tenía mejor aspecto que anoche seguramente. Eso sí, había tenido que cortarlo un poco, ayer estaba tan enredado que no pude siquiera peinarlo, ahora me llegaba por las costillas. Para mí era corto, demasiado, hasta entonces lo había tenido por la cintura.

No cogí mi móvil al salir, ¿para qué? No había cobertura. Y no era bueno que se me agotará la batería.

Uno de los "caballeros" que había en mi puerta me acompañó al comedor. Comedor, si claro. Aquello era gigante, no tanto como el de mi escuela, pero gigante.

El príncipe me esperaba sentado en una silla, yo me senté al lado.

-Valeria de Miami, ¿sabe usted que es de mala educación sentarse al lado cuando se puede sentar enfrente?

-No me gusta que me vean comer- murmure.

-Eso no la justi..- lo corté.

-Me da igual. Estoy aquí, es lo que cuenta.- farfullé.

El príncipe se giró para mirarme, sus ojos estaban brillosos, un brillo un tanto raro y extraño.

-Valeria, está usted más bonita sin caca de caballo en la cara.

Y río. Se rió de mí. Sería hijo de puta. Olvido lo dicho anoche, yo nunca lo dije.

-¿Es eso una broma, querido Arturo?- le seguí el juego.

-No-dijo, yo fruncí el ceño, confusa- es cierto. Es usted más bonita sin el cabello alborotado y caca de caballo en el rostro.

Sentía mi cara arder, literalmente, ¡que vergüenza dios! ¡Anoche tenía caca en la cara! Nooooo. Ya no iba a querer ser el padre de mis hijos.

Llora en pobreza y fealdad.

-No se sonroje, no se lo diré a nadie más. Será un secreto entre usted y yo.

-¿Un secreto?¿cuántos años tienes Arturo?¿cinco?

-Veinte y poco, pero aún puedo seducir a nobles jóvenes guardando secretos.

Mi cara iba a explotar. Por favor, que no se de cuenta.

-Dudo que puedas seducir a muchas nobles, hay una leyenda sobre...- me corté, ¿habría pasado ya aquello?¿debía decirlo?

-Ya, la maldición, no la juzgo Valería de Miami. Tengo una maldición muy poderosa que nadie ha podido quitar de mi, es normal que usted, viniendo de tan lejos, hubiese escuchado sobre mí.

-De hecho no- mentí.

-Entonces, anoche en las mazmorras, ¿cómo sabía mi nombre?

Mierda. Su mirada estaba fija en mis ojos, me miraba como diciendo te he atrapado pequeña zorra, bueno no taaaaan exagerado, pero si.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora