||14||

207 16 2
                                    

14| La hija del mago

Narrador Omnisciente

Mientras Cire escuchaba como los habitantes del pueblo corrían despavoridos por las calles que estaban por encima de su cabeza, sonreía.

Su liberación estaba próxima.

Llevaba meses encerrada en aquella celda, entre los barrotes de plata. No estaba en las mazmorras normales, a las que habían llevado semanas atrás a su peor enemiga.

A ella la habían encerrado en unas celdas posicionadas en las cloacas bajo la puebla. Y allí, era, donde ella había habitado durante los últimos ocho meses y quince días.

Su padre, el mago que había embrujado al príncipe Arturo por rechazarla, había huido dejándola a ella allí. Y por supuesto,  los reyes no habían dudado siquiera un segundo en encerrarla en las cloacas, donde las ratas procastinaban y parecían reirse de sus desgracias.

Lo que el resto de las personas no sabían, es que ella era una víctima más. Que ella era una simple pieza en el juego de su padre. Y que ella hubiese vuelto solo complicaba las cosas.

Pero la verdadera pregunta era cómo había hecho ella para volver.

Bien tenía Cire entendido ella había sido enviada a un lugar muy lejano del que jamas podría haber vuelto. Pero entonces, cómo era que ella estuviese ahí.

Había escuchado su nombre, incluso podría jurar que había oído su dulce voz. Pero nadie más parecía acordarse de ella.

Ella, la que había sido la prometida del príncipe durante dos años, y anteriormente la jardinera real. Parecía no ser siquiera recordara por la mujer que la había traído al mundo.

Era aquello también parte del juego se su padre, que nadie se acordará de aquella buena joven que estuvo a punto de romper el hechizo que el mago había puesto sobre él.

Tarde, había aprendido Cire, que el amor que le profesaba platónicamente al príncipe Arturo no era más que puro deseo de ella, y que había desaparecido tan rápido como comenzó. Pero la locura por el poder de parte de su padre, la habían llevado a esta situación.

Queria volver a estar libre, queria volver al bosque, su hogar. Pero no quería volver con su padre. Quería disculparse con la prometida del príncipe pero su encierro no se lo permitía y dudaba notablemente que cualquiera la dejara acercarse a la joven.

-Cire

Aquella voz, aquella que desde su encierro odiaba, aquella voz que ahora en lugar de querer buscarla le daba miedo, le provocaba terror.

-¿Si, padre?

No quería responderle, pero temía que si no lo hacía, el lograra hacerle daño.

-¿Te tratan bien?

Sabía que aunque él no pudiera verla podía meterse en su cabeza. Hacía años que su padre habia empezado a usar la magia negra, aquella que los magos pertenecientes al consejo de magia, tenían prohibida usar. Justo como ahora, que le hablaba a través de un enlace mental que había conjurado con magia negra.

-Si, padre.

Respondió Cire, muy a su pesar. No quería mentir, pero tampoco quería que él se acercará a aquel lugar. No quería tenerle cerca. Le temía.

-Ni se te ocurra mentirme Cire, recuerda que estoy en tu cabeza, sé cuando osas mentirme.

-No le miento, padre. Me tratan como a una traidora más. Tuviste suerte de que no me colgaran por brujería.

El resentimiento era notorio en su voz. No los culpaba a ellos, culpaba a su propio padre.

Era bien sabido por ella que si su padre no la hubiese hechizado ella no hubiese tratado tener nada con el príncipe Arturo. Sí, le resultaba atracctivo, pero, ¿a quién no? Pero lo que ella podía llegar a sentir por el príncipe no era más que aquello, atracción.

-Te tratan como a lo que te dejas tratar, hija. No me culpes de tus calvarios, yo solo quiero lo mejor para mi pequeña hija sin magia.

Si había algo que Cire ofiaba era que su padre le recordará que había nacido sin magia. No quería magia, la detestaba desde que su padre había comenzando a usar la magia negra. Pero eso no quitaba que si, tal vez, ella hubiese nacido con un don mágico, su padre la trataría como a una igual y no como a una muñeca de porcelana a la que podía manejar a su antojo.

-Lo sé, padre.

-Pronto serás libre hija, tengo grandes planes para nuestro futuro.

Nuestro futuro, solo podía significar una cosa. El mago había encontrado el modo de gobernar, de conseguir poder y eso causó que a Cire se le cortara la respiración por un breve instante.

No sabía de todo lo que era capaz su padre por conseguir el poder, pero estaba segura de que si había hecho todo aquello para separar al príncipe Arturo de su alma gemela e incluso borrado memorias como Cire se temía. Era capaz de cosas mucho más grandes para llegar al trono.

Debía avisar a los habitantes del pueblo, incluidos los reyes y el príncipe.  Pero cómo iban a creerla, ella estaba tachada como una traidora, como las enfermedades, nunca iban a creerla.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora