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53|Capítulo Final|| La venganza se sirve en plato frío

Valeria

El amanecer nunca se me había antojado tan raro, tan lejano, tan irreal.

Esa noche no había sido capaz de conciliar el sueño. Y lo había intentado, muchísimo, pero el sueño no había llegado a mí.

Tal vez, la preocupación era lo que me mantenía despierta. O tal vez lo era la adrenalina.

O incluso, cabía la posibilidad (la que muy en el fondo sabía que era) era que, sentía tal adrenalina, a la misma vez que preocupación, que esta se desviaba hacía mi magia.

Sí, debía ser eso.

Cuando los primeros rayos de la mañana entraron por mi ventana, me levanté de un salto y me dirigí hacía mi aseo personal.

Me miré en el espejo. Dos puntos morados brillantes me devolvían la mirada.

Me metí en la ducha, me aseé con agua fría (para aclarar las ideas), salí de la ducha tras dejar mis dedos como pasas del bloque y me dirigí al armario.

Sentía, muy en el fondo, que el tiempo, en estos momentos, pasaba muy lentamente. Hasta sentía que mis acciones eran súper mega lentas.

Pasé la mirada por varias prendas pero ninguna se me hacía demasiado cómoda para pelear.

Por lo que salí al patio trasero de casa, y con magia cree un lilium gigante de color azul.
Recogí una de sus inmesas hojas y entré de nuevo en casa.

Otra vez, con magia, convertí la hoja del lilium en un ajustado corsé que, además, serviría de modo protector.

Ojo de loca nunca se equivoca.

-Y los pantalones estaban...- murmuré rebuscando por los cajones del armario.

-¡Aquí!- exclamé sacándolos.

Terminé de vestirme a toda prisa, armarme con dagas mágicas hasta en los dientes y salí.

Junto al río, las ninfas se preparaban. Creaban hechizos de acá para allá.

En una parte de cierto bosque, los chamanes -liderados por Anuar- comenzaban a guardar en bolsas mágicas, las setas, bellotas y piñas mágicas.

Anuar me guiñó un ojo cuando pasé junto a ellos.

Los cachorros de hombres lobo, pasaron corriendo junto a mí. Ellos se quedarían aquí, junto a las personas amores y algunos adolescentes de la manada de Lion.

Las Asradi, por razones lógicas, también se quedarían aquí. En cambio, Siggy, Elián, Astrid y etcéteras, si vendrían.

Adaeus, mi padre, estaba junto al consejo mágico. Fuera de la torre, preparando algunas herramientas de batalla. Estaba casi segura de que no iban a ser necesarias pero cada uno con su tema.

Una hora antes del mediodía, todos los seres sobrenaturales que íbamos a ir a Rinovia, se encontraban en los pies de la Torre.

Y, para mí sorpresa, éramos bastantes.

Una sonrisa me llenó el rostro.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora