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20| Avisados

-Hola, Valeria. Cuánto tiempo- susurró alguien en mi oído.

Me fuí para atrás chocandome con un torso, causando que ambos fueramos directos hacía el suelo.

-Lo siento, lo siento- murmuré y me levante rápidamente.

Eché a correr hacía algún lugar, pero tenía dos objeciones:

1. No veía.

2. Me chocaba con múltiples cuerpos.

-¡Sabeís a por lo que vengo! Pero, ¡hay una objeción!

La misma voz, aquella que había hablado al principio. El rey Salomón.

-¡No estoy ahí, becerros! ¡Pronto lo estaré y no me podreís detener!

Yo seguí corriendo. ¿Qué quería decir aquel hombre? ¿Cómo que no estaba aquí? Su voz estaba aquí, ¿cómo no iba a estarlo él?

De repente, las velas que se habían apagado se encendieron nuevamente. Ilumando todo a su alrededor.

Había gente en el suelo, la decoración de las cortinas se había caído,  los reyes no estaban y Arturo tampoco. En resumen,  era un desastre.

Díos mío.

¿En qué me estaba metiendo?¿Qué era este sitio?

•••
Arturo

-Padre.

-¿Cómo lo ha hecho?¿Cómo lo ha podido hacer? Quiero un hechizo que proteja todo mi reino.

Exigió padre. Estaba asustado, se dislumbraba en su rostro. Mi madre no se percibía que estuviera mejor.

Y el consejo de magia, quienes se habían reunido con nosotros nada más acabar todo el alboroto, lucían preocupados, pero había algo más, terror.

Estaba aterrados hasta las tranqas. Y ahora era cuando entendía porque nuestra alianza con el resto de reinos era más que necesaria.

-Si tiene al brujo que hechizo a Arturo y juntos hicieron el pacto de sangre, es posible que haya sido él quien haya hecho esto.

-Pero, ¡¿por qué?!

-Venganza, poder...- respondió uno de los magos.

-Debemos hacer algo antes de que ellos nos maten a nosotros- dije.

Todos se giraron hacía mí.

-¿Y qué vamos a hacer, príncipe?¿Atacar?

Asentí.

-Perderíamos, ellos utilizan la magia negra y la prohibida. No, moririamos.

-¡No!- gritó padre golpeando una mesa furioso- ¡nadie de aquí va a morir!¿Me habeís oido?

-Debe haber alguna maldita solución- murmuré.

-Podriamos usar la magia, pero la magia blanca no es tan poderosa como la negra. Lo más probable es que perdamos.

-Deberiamos dar caza al brujo que me hechizó, si lo matamos a él todo lo que haya hecho con el rey Salomón dara igual-  dije.

Algunos brujos asintieron. Otros, negaron con la cabeza o simplemente agacharon la mirada.

-Podríamos hacer un hechizo que nos protegiera por ahora- añadió madre.

-O hacerle venir hasta aquí- pensé en voz alta.

Todas las cabezas rotaron hacía mí.  Genial. Más atención de la normal puesta en mí.

-¿Cómo, hijo?

-Podríamos usarla.

Las expresiones de estupefacción no tardaron en llegar. Sabían perfectamente a quién me referia.

Madre negó con la cabeza.  Pero el resto de los presentes asintió lentamente,  como si aquello les pareciese una buena idea.

En realidad no la era.

-¡Estaríamos siendo crueles!- exclamó madre.

-¡Madre!¡No nos queda otra!

Madre agita la cabeza, quitando esa idea del medio.

-Es una posibilidad- añadió padre.

-¡Claro que la es!¡Para rebajarnos a su nivel!- le reprochó madre.

-Pero, ¡Moriremos!- grito uno de los brujos más jóvenes.

La reina se levantó y salió de la sala, dejandonos a todos los presentes mudos.

-Si la reina no lo permite no podremos hacerlo.

-Hagamoslo a escondidas- propuse.

-Heredero nos estamos arriesgando a mucho. Si la reina ha dicho que no, es que no.

-Dios mío- el rey se paso la mano por la cara. Estabamos perdidos.

-¿Y qué vamos a hacer?

-Por ahora estamos avisados, esperaremos su primer paso.

-No- me negué.

-Arturo- advirtió padre señalandome con un dedo.

-Es nuestro deber mirar por el bien común, no podemos esperar a que nos ataquen, padre. Ya esperamos cuando dejamos la búsqueda del maldito que me embrujo, ya esperamos cuando no atacamos el reino de Salomón,  ya esperamos cuando capturamos a la loca, hemos esperado demasiado, y nuestra gente esta en peligro, nosotros estamos en peligro. Debemos actuar, ¡ya!

Estaba hastiado de la situación.

-Arturo..- el aviso era notorio en la voz de padre.

Pero me daba igual, debía proteger al reino. Era nuestro deber.

Y que hubiesen hecho una fiesta aún cuando estabamos en peligro de una inminente guerra era la mayor estupidez que había visto. Pero claramente, mi padre y mi madre tenían que desviar la maldita atención.

-Bien- dije finalmente para sopresa de todos- no haremos nada.

Padre asintió y el resto de magos no pudo hacer más que tragarse sus propias decisiones. Pues sin las órdenes de ambos reyes no podíamos hacer nada.

•••

Es cortito pero algo es algo.

¿Qué creeís que va a pasar? Arturo tiene claro su objetivo, y los magos que están de su lado están dispuestos a cualquier cosa... Pero la reina es quién manda y quién contiene la última palabra.

Nos vemos el sábado con más dramote. Besitos

Hera🧚🏼‍♀️

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora