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28|Un error

Subí a la habitación de Arturo a toda prisa. Ni siquiera me molesté en llamar a la puerta para ver si había alguien en el interior visitandolo.

El rostro se me desfiguró cuando divisé a Niela arrodillada junto a la cama de Arturo susurrando unas palabras desconocidas para mí. Un brillo verde bailaba en sus ojos, me provocaba terror.

-Valeria. Buenas tardes- saludó levantandose la bicha del suelo.

-Niela- asentí más para mí que para ella, ya que debía salir de mi estado de ensimismamiento.

-Solo estaba saludándolo, espero que se recupere pronto y puedan recuperar el tiempo perdido- Niela comenzó a recoger cosas que había esparcido por la habitación, que, casualmente, poseían el mismo brillo verde tenebroso de sus ojos.

La cogí del brazo con fuerza, impidiendo que pudiera recoger una botella con el líquido verde. Ella levantó bruscamente el rostro para mirarme furiosa.

-¿Qué le has hecho?

-Nada, princesa. Nunca le haría daño al príncipe, a usted no se...

La asié más fuerte del brazo y acerqué su rostro al mío. Sentía mis ojos arder.

-Me importa poco los problemas que tengas conmigo y la muerte más horrorosa que te plantees en tú mente para mí. Pero a él- dije señalando a mi príncipe- Ni se te ocurra tocarlo, bicha.

Niela me miraba con los ojos desorbitados, el brillo verde había desaparecido, y ahora miraba mis ojos con temor.

La solté y dejé que se marchara de allí.

Me picaban las palmas de las manos. Me escocían.

-Mierda...- murmuré.

Me acerqué a Arturo para ver que estaba bien, suspiré aliviada cuando lo ví tranquilo. Respiraba pausadamente, alejé de su cuerpo las sábanas para ver cómo estaba la herida de su torso, había pasado un día no debía estar mucho mejor.

Pero mi sorpresa fue inmensa al levantar la gasa que estaba sobre su tonificado y duro torso, y ver, que no tenía la herida.

¿Qué?

Juro por Channing Tatum que yo había tocado esa herida. Yo había visto esa herida. Díos.

Busca el collar Valeria.

Dijo una dulce voz. Me levanté sobresaltada.

Pasee la vista alrededor de la habitación, pero allí solo estábamos Arturo y yo.

-¿Qué?

Busca el collar Valeria.

Volvió a repetir la misma voz.

Cerré la puerta y miré en la cajonera que había al lado de la puerta, pero allí no había ningún collar. Seguí con el armario que había frente a la cama de Arturo, pero solo contenía trajes y trajes y más trajes de color azul almarino y plata.

Parecía que el color azul almarino era el favorito de Arturo. El mío también.

No sabía dónde más podía mirar hasta que ví, lo que para mí era, una mesita de noche junto a la cama de Arturo.

Corrí hacía allí con un presentimiento a flor de piel. Me agaché a la altura de la pequeña mesita de noche y abrí el primero de los cajones.

Lo que parecían boxers me dieron la bienvenida. Boxers o lo que fuese en aquella época. Cerré el cajón al instante, sin querer cotillear su intimidad.

Una Esposa Para El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora