Capítulo 64

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-Mi señora

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-Mi señora.- Maia bajó el periódico que estaba leyendo y miró al mortífago que inclinaba la cabeza hacia ella, como muestra de veneración y respeto.

-¿Sí?

-El representante del Ministerio la espera en la sala, mi señora.

-De acuerdo, dile que me espere un momento.- responde con simpleza.- Puedes retirarte.

El hombre asintió y se dio la vuelta, saliendo apresurado del comedor. Maia despreocupada, volvió la vista al periódico; las noticias sobre desapariciones, muertes y torturas del mundo mágico no paraban.

Lord Voldemort era un nombre ya conocido por todos y temido de igual manera.

Todo mago existente volteaba sobre su hombro más de una vez, desconfiando de sus amigos y familiares porque nadie sabía quiénes eran mortífagos y quiénes no, quiénes estaban bajo la maldición Imperius o quiénes estaban por voluntad propia.

Desde que hicieron públicas sus intenciones de purificar la sangre mágica, cientos de brujas y magos salieron de sus escondites para unirse a la causa, arrasando con creces a los renuentes que no aceptaban su inminente derrota.

A Maia no le quitaba el sueño quiénes eran eliminados, mientras no interfirieran con sus planes. A través de las semanas había perdido la sensibilidad al grado de estar plenamente a cargo de la organización, y no como la segunda al mano.

Maia era atemorizada y admirada por sus mortífagos tanto como lo era Tom, o incluso un poco más. No obstante, había especificado que deseaba mantener su nombre anónimo, a excepción de los que cuidaban la mansión y los que les tenían que dar reportes. Por lo que algunos ya estaban enterados de la mujer que estaba detrás de la máscara y amenazados de no pronunciar ninguna palabra, además que no quería que Sirius se enteré que su hermana esta de acuerdo con todo esto.

Al principio fue conocida como Dark Lady, pero ahora... Todo el mundo mágico la llamaba Death Queen, ¿Por qué? Pues a lugar donde ella fuera siempre terminaba en sangre, llanto, destrucción y miles de muertes alrededor, no importaba quienes eran o a donde fuera, nunca hubo piedad para asesinar a todo aquel que se interponiera en su caminó.

Y eso le gustaba.

Se puso de pie y dobló el periódico, saliendo de la cocina, el sonido de sus tacones contra el suelo resonó por las paredes, avisando de su llegada a los hombres en la sala, que se pusieron de pie para recibirla apropiadamente.

-Mi señora...-saludó Drawill, el mortífago más leal, además de Ashforth, metido en el Ministerio.- Se ve usted impresionante, si me permite decirlo.

LIMERENCIA [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora