Capítulo 4

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Aleksandr.

Me paro frente a la pintura y le doy los últimos retoques. Le doy el último sorbo a mi vaso y luego lo dejo sobre la mesa volviendo la mirada a lo que yo había pintado. El corazón me palpita, la sangre se me enfría, y mi piel se eriza. Por las puertas del balcón el viento cálido se cuela, amenazando con apagar el fuego en la chimenea. Mis ojos deleitan la pintura; hermosa. No podía quedar más perfecta de lo que quedó.

—Terminarás loco —escuché detrás de mi, lentamente volteo a ver de quien se trata y no era nadie importante a decir verdad.

Con cautela y sin expresión en su rostro se acercó a mí para luego pasar sus delgadas manos por mi pecho desnudo, las cuales quité rápidamente.

—No me toques, sabes que no me gusta —me alejé de ella.

Los ojos de la rubia se encendieron, miró toda la habitación con rabia y desprecio, luego me miró a mi. Si las miradas mataran ella no hubiera dejado ni una migaja de mi.

—Veo que aún sigues con esa obsesión —continuó, tomó asiento.

—No es obsesión —aseguré.

—¿Ah no? —preguntó con cinismo— entonces, dime que significa que tengas una habitación llena de retratos con la cara de esa mujer, todas tus pinturas tienen el mismo rostro y el mismo cuerpo, Aleksandr, no me quieras engañar, estás perdido por esa mujer.

—¿Y que? ¿Tienes algún problema?

—¡Pues claro! —se exaltó— esa mujer se está robando a ¡MI HOMBRE! —dijo con rabia— o ¿Ya se te olvidó que eres mío? —me quedé en silencio— ¿Se te olvidó cómo te hago sentir cuando hacemos el amor? —se levantó y se acercó a mi— estoy segura de que ella nunca en la vida te haría sentir de la misma manera en la que lo hago yo Alek, y ¿sabes por qué? Porqué tu cuerpo me pertenece, tú mente, tú imperio, todo lo tuyo me pertenece a mi —susurró entre mis labios.

La tomé de la cara con salvajismo, odio cuando cualquiera cree que tiene poder sobre mi.

—Te equivocas chiquita, tú y yo nunca hemos hecho el amor y, no soy tuyo ni de nadie, no eres nada más que un entretenimiento, un juguete sexual, que cualquiera puede usar para satisfacerse —la rubia se puso roja, abrió sus ojos con sorpresa e intentó alejarse de mi pero no se lo permití y junté nuestros labios con fuerza.

La subí al escritorio y acaricié sus largas piernas. La rubia me acercó más a ella, con su rodilla acarició mi sexo y luego bajé mis besos a su cuello. Olía a locura como siempre, una combinación de sexo y poder. Subí su vestido hasta sus caderas y luego metió su lengua en mi boca sin avisar.

—Pégame— pidió, mordiéndome el labio y frotando su coño contra la tela de mi pantalón— ¡con fuerza!

Me lamió y me mordió la oreja. Abrí los ojos y observé todas las pinturas que tenía de Zehra en aquella habitación. Bajé a Jasha del escritorio y le di vuelta para luego vendarle los ojos. Sonrió, lamiéndose el labio inferior. Ella estaba sosteniendo sus manos en el escritorio, con el trasero bien asentado, le di una nalgada y le quité las bragas, ella gritó en voz alta y abrió la boca de par en par. El rostro de Zehra en mi cabeza hizo que mi polla se pusiera dura como una roca.

—Oh, sí —estaba gruñendo, frotando mi polla sobre su coño sin dejar de ver las pinturas. La sostuve por el cuello y luego volví a subirla al escritorio solo que está vez acostada con las manos sobre su cabeza.

My sweet Zehra[+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora