Capítulo 9

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Arturo.

Tomó sus cosas sin mirar hacia atrás, y comenzó a alejarse de nosotros junto a su hombre o lo que sea esa cosa enorme vestida de negro. El sol también comenzó a desaparecer, el viento comenzaba hacerse presente, mis amigos y yo hicimos una fogata y nos quedamos sentados en la arena por un largo tiempo.

El viento nos soplaba con fuerza, aún así era cálido. Los chicos no dejaban de hablar sobre aquella mujer que por alguna razón me tiene la cabeza hecha un problema. Era muy hermosa, tan hermosa, tanto como mi dulce princesa Alena. Ambas tenían un gran parecido y creo que eso fue lo que me puso de esa manera con ella.

Aún no supero la muerte de mi dama.

—Aún no supero la belleza de esa chica —comentó uno de ellos.

—La belleza y el parecido que tiene con... —me miró— con ya sabemos quien —murmuró.

Ahora el silencio incómodo nos rodeaba, tan solo se escuchaban las olas violentas, el viento áspero y, la madera de la fogata quemándose.

—¿La trataste mal porque te recuerda a Alena? —preguntó Marcus.

—No la traté mal.

—¿Ah no? —bufó— entonces, ¿por que se fue echando chispas después de hablar contigo?  —Marcus frunció su ceño.

Tal vez porque le dije la verdad en la cara.

—La juzgaste a la primera —comentó Martín— que una mujer se una a un grupo de hombres que no conoce no significa que sea una puta, tu y tus pensamientos entupidos te harán quedar solo para toda la vida.

—Todos sabemos que el problema fue otro y no que se uniera a cuatro hombres semidesnudos y apuestos —afirmó Marcus.

Me encogí de hombros.

—Como si me importara, ya lo superé —murmuré, el viento comenzaba a intensificarse aún más así que decidimos irnos.

...

Una vez en mi habitación, me tiré sobre la cama descansando mi espalda, cerré los ojos y pensé en cuanto mi espalda necesitaba la comodidad de este colchón pero aquel pensamiento no duró mucho ya que la imagen de aquella mujer se hace presente. Suspiré, apreté los ojos, y me obligué a no pensar en ella pero, ¿funcionó? Pues claramente no, porque ahí seguía ella con el rostro de la mujer que yo más he amado, la mujer que me llevo al cielo pero también al infierno.
Las horas pasan y no hago nada más que dar vueltas sobre la cama, mi cabeza ya comenzaba a doler, no quería seguir pensando en ella pero me era imposible, aquella mujer me trajo recuerdos que yo mismo me había encargado de enterrar.

Mi teléfono suena a un lado de mi, decido contestar y la voz de mi padre se hace presente.

—Te quiero listo en dies minutos, cerraremos el trato con los Kuznetsov y queremos celébralo.

—Ok, pero, ¿yo que tengo que ver con eso? Lo cerraste tú no yo

—Hijo mío, tú pronto serás la cabeza de este clan, es hora de que vayas aceptándolo.

— Padre, sabes que no quiero hacer esto...

—No importa, si muero alguien tiene que hacerse cargo del imperio que me costó tanto construir, y ya no hablaré más del tema, te estaré esperando en el vestíbulo.

Cortó. Suspiré estresado y me fui a dar un baño rápido antes de que se me pasaran los dies minutos. Me coloqué unas bermudas blancas con una camisa ligera del mismo color, me peiné un poco el pelo, coloqué colonia y por último tomé mi teléfono y todo lo importante para salir y bajar al vestíbulo. Al llegar mi padre se encontraba de espaldas hablando por teléfono, se percató de mi presencia y junto a sus guardaespaldas caminó hacia el carro.

My sweet Zehra[+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora