El suelo estaba cubierto de barro. El que se pegó a sus pies descalzos comenzaba a secarse. Por más que corriese, no podía distinguir el lugar que debía ser su objetivo.El dolor en el costado era real. Al rozarse el torso, descubría que al menos no parecía tratarse de una herida, sino de la incomodidad debido a la huida.
Fue la primera vez que consiguió darse la vuelta. Los bordes de su campo de visión eran borrosos. Al girar, por un instante, todo fue una imagen borrosa y lejana.
Entonces sus ojos se enfocaron por unos segundos en una silueta a contraluz. Iba hacia su posición y hablaba, pero esa voz sonaba distante, como si tuviese los oídos taponados.
No eran las únicas personas allí. Más allá, se encontraban otros dos, mirando hacia atrás. Y entre el conjunto de árboles, un grupo se aproximaba.
Había neblina y podía reconocer los débiles destellos rojos y naranja de lo que sostenían.
De pronto, la persona más cercana a ella se giró y agarró su brazo. La jaló consigo al echar a correr de nuevo. Hubo un grito horrible atrás en el mismo momento en que se alejaron.
Cuando intentó ver lo que sucedía, sólo encontró a una de las dos personas que dejaron atrás. La otra corría hacia la neblina.
Roma se despertó con un grito desgarrador todavía resonando en sus oídos y se pasó unos segundos en el shock más absoluto, su cuerpo todavía cubierto de una capa de sudor, su respiración agitada. Sus manos pedían moverse, hacer algo, ayudar. Ese grito había sido una de las súplicas más lastimeras escuchó.
Quiso concentrarse en el momento presente, pero le fue difícil dada su posición y el ruido constante de la puerta siendo golpeada. Apenas podía respirar con la cabeza metida bajo las mantas. Cuando bajó la tela, la luz que entraba por las ventanas hizo que le ardiesen los ojos y regresó a la relativa seguridad de la suave tela, quejumbrosa.
Además de las señales obvias producto del sueño, le palpitaban las sienes y tenía la boca seca. Por suerte, no sufría de más que una leve molestia en la cabeza, pero esa luz no ayudaba en lo más mínimo y tardó un momento en organizar su mente para darse cuenta de que no se encontraba en su propia habitación.
Su cuarto no era tan luminoso. Allí no estaban sus cortinas de bloqueo de la luz solar.
Roma se sentó en la cama, desorientada, con los rizos convertidos en una maraña en torno a su cabeza. Miró a un lado y estuvo a punto de caer del colchón por la velocidad a la que se alejó.
Meissa estaba dormida en el borde opuesto de la cama, acurrucada con una almohada. Sus pies sobresalían de la parte inferior de la manta. Ya que no usaba el velo, su cabello liso se desparramaba sobre la almohada y le enmarcaba el rostro.
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Serendipia
Фэнтези❝A veces cuando buscas algo, encuentras una cosa completamente diferente. No es casualidad. No existen las casualidades❞ Suhail y Meissa creen que han elegido un edificio por casualidad, porque las circunstancias los empujaron en esta dirección, sin...